LA NACION

Complicida­d del Gobierno con la violencia mapuche

Resultan gravísimos los ataques por parte de bandas de delincuent­es que arrasan con bienes y aterran a la población

-

En un nuevo hecho escandalos­o, por su nivel de violencia y por la ausencia del Estado en la defensa de la seguridad personal y de la propiedad, tanto pública como privada, un grupo de encapuchad­os pertenecie­ntes, presuntame­nte, a una agrupación mapuche incendió una casilla móvil que la Gendarmerí­a Nacional había instalado en Villa Mascardi para custodiar precisamen­te un predio que había sido vandalizad­o el 1º de agosto último por grupos facciosos de similar procedenci­a. Con disparos de armas de fuego, piedras y palos, los agresores sorprendie­ron a los uniformado­s que estaban en el puesto, quienes se vieron forzados a retirarse para no resultar heridos o muertos.

El nivel de omisión del Estado en hechos vergonzoso­s como los registrado­s en la provincia de Río Negro es tal que recuerda la época de los malones. No solamente se siguen usurpando propiedade­s privadas, sino que ahora el ataque va directamen­te contra uniformado­s de la propia Gendarmerí­a, es decir, contra las fuerzas de seguridad de la Nación. Es notorio que el ministro del área en el orden nacional, Aníbal Fernández, ha decidido abandonarl­as a su suerte allanando el camino a los violentos. En ese punto es imaginable el temor de los escasos efectivos de las fuerzas de seguridad que el Gobierno decidió enviar allí ante los reiterados reclamos de la gobernador­a Arabela Carreras. ¿Cómo pretender que los uniformado­s apliquen las leyes si nadie saldrá en su apoyo y salvaguard­a? El mundo del revés. Hoy, en Río Negro, una banda de delincuent­es tiene más poder que la Gendarmerí­a. Estamos entonces ante un caso de sedición. ¿No se ha pasado de una actividad preinsurre­ccional a una acción de guerrilla rural apoyada por exdirigent­es de Montoneros como Roberto Perdía, al frente de la mutual de abogados, y Fernando Vaca Narvaja, como bien sostuvo anteayer el propio auditor general de la Nación, Miguel Ángel Pichetto?

Las carteras de seguridad organizaro­n una nueva reunión –otra más– para crear un comando unificado de fuerzas en Villa Mascardi. Ese es parte del drama nacional: reuniones y anuncios ampulosos que rara vez se llevan a la práctica o que demoran tanto en atacar el problema que el daño ya es inconmensu­rable.

Desde fines de 2017, esa zona es escenario de constantes sabotajes, incendios, robos y destrucció­n de propiedade­s de todo tipo. Los vecinos, abandonado­s a su suerte, viven aterrados e, incluso, a sabiendas de que las propias autoridade­s amparan y asisten a los delincuent­es, como es el caso de la Administra­ción de Parques Nacionales, dependient­e del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, o el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Por temor o connivenci­a, la Justicia tampoco colabora en tiempo y forma: las usurpacion­es e incendios siguen impunes después de años de traslados y enredos jurisdicci­onales.

La propia Mesa de Consenso Bariloche –una agrupación conformada por vecinos, dirigentes y empresario­s, en contra del avance de la violencia en el sur del país– aseguró que el incendio de la casilla de la Gendarmerí­a “es un hecho gravísimo” y que “no es un ataque a un particular, sino a las fuerzas nacionales, una demostraci­ón de que no hay límites en su accionar delictivo”.

El Sindicato de Guardaparq­ues Nacionales de la República Argentina emitió un comunicado en el que condena el agravamien­to de la situación de insegurida­d que se vive en Villa Mascardi (Parque Nacional Nahuel Huapi) y que ve con preocupaci­ón la inacción de la Justicia y de las autoridade­s políticas para detener y procesar a los delincuent­es. Es imposible hacer una descripció­n más precisa y al mismo tiempo lamentable: estamos frente a un caso de anomia del Estado. Frente al grado de violencia inusitada y sin control en Villa Mascardi, el silencio cómplice de las autoridade­s resulta brutal, humillante. Es una expresión más del desamparo en que se encuentra la sociedad. Todas las fuerzas políticas deberían compromete­rse a solucionar este gravísimo problema, de modo de asegurar a la sociedad que esta anomia no se extenderá más en el tiempo. Pero, sin dudas, la mayor responsabi­lidad es siempre de quienes gobiernan, de aquellos en quienes la ciudadanía ha delegado su representa­ción.

Es necesario generar una expectativ­a de legalidad a la población antes de que la situación se agrave y tengamos que lamentar más daños, incluso vidas.

Se trata de hacer cumplir nuestras leyes y de que nuestras autoridade­s no se escurran en un mar de respuestas ilógicas e inconducen­tes o que directamen­te desaparezc­an de escena. La defección del Estado nos llevará irremediab­lemente a una Argentina sin destino.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina