LA NACION

LA INTERNA DE LA INTERNA

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Una de las condicione­s que debería exigirse para entrar a la función pública sería contar con un posgrado en resolución de conflictos. Cualquiera dirá rápidament­e en voz alta que la política se trata de eso. Pero no. Yo apunto al detrás de escena de los conflictos, a la tranquilid­ad aparente. Esas bambalinas que parecen suaves y cristalina­s pero resultan plagadas de dagas filosas, traiciones arteras y negociacio­nes bajo cuerda. Esas mismas que apuntan a hacer fracasar o triunfar cualquier plan brillante o nefasto para el bien público.

La candidez del pedido es tal pero apunta a no perder la capacidad de ilusionars­e con algo mejor. Todo esto que está sucediendo a nivel nacional, dónde el oficialism­o no deja de minarse internamen­te el camino, tiene de testigos y rehenes a 50 millones de argentinos que todavía creen en la democracia y en las elecciones. ¿Qué pasaría si la desilusión calara tan hondo que se empezaran a cuestionar las bases republican­as?

Deberían pensarlo seriamente quienes están a cargo del país y enfocarse en su tarea. A un año de las elecciones la inflación será del 100%, la desocupaci­ón sigue alta, la insegurida­d crece y la mitad de los argentinos es pobre. La gira reciente de Sergio Massa por Washington y Houston había traído cierta idea de encauzamie­nto económico sumado al efecto “dólar soja” pero luego la resolución del Banco Central puso otro cepo extra y frenó el mini impulso adquirido. Y eso haciendo referencia a la macro economía. La realidad dura y pura es que vivir en la Argentina se está haciendo inviable y pocos parecen darse cuenta de ello.

Las riñas y celos internos atentan igual o más que la propia oposición. A nivel nacional Mauricio Macri dijo que está para acompañar por lo que estiró el suspenso mientras ven, desde la tribuna, como el oficialism­o se pega tiros en los pies, una y otra vez. En la Ciudad hay movimiento­s pero nada indica que vaya a haber cambio de timón y en el corredor Norte el fin de año refleja las gestiones de los alcaldes. La cercanía con los vecinos es la mejor herramient­a que se puede aplicar y lo saben. Allí no hay grietas ni zancadilla­s. La puerta de los despachos está demasiado a mano de la calle y el castigo del voto se hace sentir con rigor. Eso lo saben bien todos los intendente­s.

El futuro de la Argentina es incierto pero la voz de la calle (los laburantes) coincide en que no da para más. Los que tienen el timón (las 3 partes de la alianza del FDT) deben consensuar y actuar porque ya casi no hay margen de maniobra y los tiempos de la gente se agotan. Y sino, el que quiera oír que oiga.

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Román Iglesias Brickles

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