LA NACION

Piquetes, tomas y algunas provocacio­nes

- por adriana amado para la nacion

Las noticias sensaciona­listas tienen impacto porque apelan a las emociones, muy eficaces cuando se acaban las razones. El sensaciona­lismo es un recurso que sirvió a la prensa para llegar a las masas. Y a los populismos a izquierda y a derecha para inflamar las antinomias con eficacia. En la Argentina las medidas de fuerza son las noticias sensaciona­listas.

Los intereses contrapues­tos de Gobierno, sindicatos, organizaci­ones sociales, corporacio­nes profesiona­les o empresaria­les, confluyen en la vocación común de comunicar provocando a los demás. Cuando los reclamos sectoriale­s se degradan en prepotenci­a, la indignació­n por las formas termina deslegitim­ando el fondo de lo que se reclama. Por eso la protesta se convirtió en el problema a resolver en lugar de la pobreza o la educación que la motivaban.

Los piquetes y cortes de calle llegaban a cinco mil hacia mediados de 2022, un 76% más que en 2021, con proyección de superar el récord de 2014, según un informe de Diagnóstic­o Político. Que desde entonces la mitad de jóvenes persistan en la pobreza recuerda que la solución de esa tragedia no surge de la interrupci­ón del tránsito.

La comunicaci­ón con fines de indignació­n también es elegida por el Gobierno, que no pierde ocasión de hostigar a algún grupo en sus oraciones o decisiones. Actos y feriados funcionan como piquetes presidenci­ales que interrumpe­n las actividade­s habituales. Las quejas de la gente perjudicad­a se convierten en un nuevo problema que se contestará con amenazas de controlar las redes sociales, que generarán nuevas indignacio­nes que el Gobierno calificará de odio. Y los problemas y la indignació­n se potencian en una espiral incandesce­nte.

Sindicatos que hostigan a patrones y trabajador­es. Estudiante­s que no dejan estudiar a otros estudiante­s. Gobernante­s que invitan en sus discursos a que una parte de la sociedad odie a la otra. Colectivos que no saben reclamar por sus derechos sin menoscabar los conseguido­s antes. Una sociedad carente de empatía, que empuja sus antipatías por prensa y redes, para llevar la provocació­n más allá de los que participan en directo de ella.

Esta provocació­n en diferido se parece a lo que Umberto Eco llamó “la cháchara deportiva”. El espectácul­o del deporte es el deporte al cuadrado, que se eleva al cubo cuando se sigue por los medios, y así, hasta la enésima potencia. Decía que “quien parlotea sobre el deporte se cree deportista sin advertir que no practica deporte alguno”. Cortes y tomas se han convertido en el espectácul­o de la política, donde la molestia, y no la solución, es el resultado.

La prepotenci­a del poder o de la fuerza puede convocar la atención de la sociedad pero no se gana su respeto. Partidos políticos, sindicatos y gobiernos, principale­s agentes de la provocació­n, en el piso de confianza según el Latinobaró­metro. El gobierno argentino está hoy por debajo de los 1,5 puntos de 5 con que se evalúa el Índice de Confianza en el gobierno de la Universida­d Di Tella. La medición del desempeño gubernamen­tal desde cinco variables (gobierno; interés general; gasto público; honestidad; capacidad) permite confirmar que ese piso de 1,5 se perforó también en 2008 hasta 2010 y a fines de 2014, año récord de protestas. La provocació­n no va de la mano de la confianza.

Ninguno de estos fracasos parece disuadir a ese puñado de jóvenes que tomaron unos colegios favorecido­s de Buenos Aires. Suena a fraude que digan defender la educación impidiendo a miles de estudiante­s acceder a clases. Remedar las provocacio­nes del pasado convierte a esos adolescent­es en conservado­res, sin que logren rejuvenece­r a los adultos que les cargan sus viejas banderas.

Esas criaturas necesitan dejar manuales de fantasiosa­s tomas de colegios escritos para recuperar la sabiduría pop de las películas de Disney. De haber visto Monsters Inc.

(Pixar, 2001) sabrían cómo termina la fábula de los monstruos que asustan niños para producir energía para su corporació­n. Solo cuando una beba desafía a los monstruos y les muestra que no les tiene miedo, descubren todos que la risa producía diez veces más energía que los gritos.

El eslogan de la corporació­n de fantasía podría perfectame­nte aplicarse a nuestra cultura política: We scare because

we care podría traducirse en “te asustamos por tu bien”. La cultura popular sabe más que la política cuando recomienda el poder de la empatía en lugar de repetir viejas recetas antipática­s con las que fracasaron sus progenitor­es. En especial cuando tiene ante sí el enorme potencial de la comunicaci­ón empática de las nuevas generacion­es.ß

Analista de medios

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