Apremios ilegales. Una mujer exige saber qué le hicieron a su hijo en la “comisaría de la muerte”
Mauro Coronel murió hace dos años tras haber estado detenido en Santiago del Estero
Aun en el silencio de la noche, Laura Coronel escucha los gritos desgarradores que piden por ella; cierra los ojos con más fuerza en la habitación, ya oscura, para espantar el recuerdo. Igual, sabe que será imposible sacarse ese crudo recuerdo de encima. “No puedo dormir como cualquier persona –explica–, he perdido hasta el sueño, estoy traumada por todo lo que he visto”.
Su vida quedó congelada en esas imágenes de la madrugada del 1° de mayo de 2020 en la comisaría 10ª del barrio Autonomía, de Santiago del Estero. Cuenta aquello que no la dejará en paz nunca más: “Lo veo arrodillado,conunabolsaenlacabeza,yentre cinco policías lo están golpeando. Yo escucho sus gritos: ¡Ma, sacame de acá! ¡Ma, me están matando! En ese momento lo estaban torturando en un patio, atado a un poste. Mi hijo estaba mojado, descalzo, en bóxer y remera en pleno invierno, con una sensación térmica bajo cero”.
Un rato antes, todavía la noche del 30 de abril, Mauro Coronel, de 22 años, fue detenido en su casa del barrio Santa Rosa de Lima, luego de un llamado de su novia al 911 alegando una discusión violenta. Los testigos que declararon en la causa coincidieron en que los policías golpearon con saña al joven y lo arrojaron como una “bolsa de papas” a la parte trasera de una camioneta antes de llevárselo a la comisaría. También dijeron que uno de los uniformados disparó al aire para dispersar a los vecinos que se habían acercado a pedir clemencia por Mauro.
Laura siguió la camioneta, llegó a la comisaría, escuchó y vio el horror. Uno de los oficiales logró calmarla y le pidió que volviese al otro día con ropa de abrigo y algo caliente para el desayuno. La mujer llegó temprano, pero su hijo ya no estaba. Nadie en el destacamento le pudo decir adónde lo habían trasladado (luego se enteraría de que estuvo en el Liceo de policía).
Mauro estuvo desaparecido varias horas hasta que una vecina le contó a La ura que había visto cómodos agentes bajaban a su hijo de un móvil y lo ingresaban a rastras al Hospital Regional Dr. Ramón Carrillo. La vecina agregó que el joven estaba muy golpeado, casi sin conocimiento.
“El papá de Mauro –recuerda Laura– fue hasta el hospital y lo encontró en una sala común, con la cara hinchada, los ojos morados y una pierna quebrada. Vomitaba sangre porque le habían reventado los pulmones, el hígado, todo por dentro. Cuando le preguntó qué había pasado, mi hijo alcanzó a decirle que habían sido los policías”.
Dos días después, es decir, el martes 5 de mayo, un escueto parte médico informó que Mauro había muerto durante la madrugada, luego de una escala brevísima por la terapia intensiva.
Los resultados preliminares de la autopsia encabezada por la junta médica del doctor David Jarma revelaronque el joven sufrió“unan eum opa tíabilat era lcond is función orgánica múltiple, con un foco infeccioso pulmonar que produjo un paro ca rdiorr espiratorio n otra um ático ”.
“Es una vergüenza –se queja Laura–. Todos saben que ha sido un crimen, que mi hijo murió por los golpes. En el hospital no me podía ni hablar, me miraba y lloraba. Tenía un latón en el piso donde vomitaba sangre a montones. Estaba agonizando en una sala común sin que nadie lo atendiera. Los médicos también hicieron abandono de persona. A mi hijo los policías se lo llevaron sano y me lo devolvieron destruido”.
“Lo trataron como a un perro”
La madre denunció lo que vio y escuchó aquella madrugada en la comisaría 10ª . Incluso lo respaldó con audios que alcanzó a grabar, donde se escuchan nítidos los gritos de auxilio de su hijo. También aportó un video filmado y compartido en grupos de WhatsApp por los propios policías que mostraban a Mauro esposado al poste del destacamento.
Sin embargo, nada convenció a la fiscal Erik aL eguizamón de, al menos, citar para dar alguna explicación a los agentes que estuvieron en contacto con Mauro durante su detención.
Recién en mayo pasado, dos años después del hecho, la fiscal cambió la carátula de “averiguación de causales de muerte” al supuesto delito de “vejaciones y severidades”, aunque todavía con resultados nulos.
“Tengo muchísimas pruebas para que el crimen de mi hijo no quede impune, pero la fiscal no ha hecho nada y ha preferido encubrir a los asesinos. No puede ser que los policías sigan trabajando y hostigándome para que me calle. He recibido amenazas y siempre tengo un móvil que me sigue y que sabe la hora a la que llego y me voy de mi casa. Cómo puede ser que hayan cometido semejante crimen y anden libres. El Estado es responsable porque en Santiago están matando a nuestros hijos; hay muchas causas contra la policía y las familias seguimos marchando y reclamando, pero lo único que hacen es apañarlos”, se queja Laura.
Mauro había dejado los estudios y trabajaba como vendedor ambulante. Tenía cuatro hijos y, en palabras de su madre, “todo el mundo lo conocía y sabía que era bueno”.
“Solo pido justicia, porque lo que le hicieron a mi hijo no se lo deseo a nadie. Lo trataron como a un perro, nadie merece morir así. Sigo luchando para que no haya un Mauro más, porque en Santiago no tienen piedad; hay muchos pibes desaparecidos, hay muchas muertes, pero todas quedan impunes”, concluyó Laura Coronel.