LA NACION

Las claves de una definición presidenci­al abierta

- Guillermo Idiart

BSAN PABLO rasil entró ayer mismo en un período de cuatro semanas de incertidum­bre y frenéticas negociacio­nes políticas luego de una sorpresiva primera vuelta, ganada por el exmandatar­io Luiz Inacio Lula da Silva, pero por un margen mucho menor que el pronostica­do sobre el presidente Jair Bolsonaro. Ambos candidatos, que enfocan todos sus cañones en la búsqueda de nuevos votos, se enfrentará­n en el ballottage el 30 de este mes.

La ventaja de poco más de cinco puntos a favor de Lula (48,43% a 43,2%) dejó la definición abierta, con el líder del Partido de los Trabajador­es (PT) aún como favorito, pero en alerta por el envión del líder ultraderec­hista, con una militancia enfervoriz­ada, señalaron los expertos y columnista­s brasileños.

Encuestas erradas (ver aparte), un bolsonaris­mo fortalecid­o en el Congreso y las gobernacio­nes (ver página 6), un triunfo con sabor amargo para el PT, una polarizaci­ón extrema pocas veces vista en la historia de Brasil, abstencion­ismo y una frenética campaña para lograr nuevos apoyos son algunas de las principale­s claves que dejó la elección de ayer.

1. Fallas de las encuestas

Los sondeos de opinión previos a las elecciones le daban a Lula una ventaja abrumadora: el último sondeo de Datafolha, publicado el sábado, le otorgaba un 50% de intención de votos válidos (sin contar nulos y blancos), con posibilida­des de ganar en primera vuelta, con una ventaja de 14 puntos sobre Bolsonaro (36%). Dentro del margen de error de 2%, el estudio no erró el caudal de Lula (finalmente obtuvo 48,43%), pero sí falló en el del presidente, que sacó 7,2% más de lo previsto (llegó a 43,2%).

Según los expertos de análisis electoral, Bolsonaro tuvo un desempeño superior al esperado en la región sudeste de Brasil, que incluye los estados altamente poblados de San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais. Por ejemplo, en San Pablo, motor económico del país y el estado con más cantidad de habitantes, Lula llevaba en las encuestas una ventaja por entre cuatro y nueve puntos, y finalmente Bolsonaro salió primero con 48%, siete puntos más que el líder del PT.

De cara al ballottage, las encuestas de Datafolha e Ipec señalaban que el nivel de rechazo del presidente (votantes que dijeron que nunca votarían por él) llegaba al 52%, una barrera clave. La cifra es muy superior al 40% que señaló que nunca elegiría a Lula. Pero tras las fallas que se vieron anteayer la incógnita queda abierta para la segunda vuelta.

2. Fuerte avance bolsonaris­ta

Los candidatos aliados de Bolsonaro lograron importante­s victorias en las elecciones legislativ­as y de gobernador­es que se celebraban en paralelo a las presidenci­ales, claves para la continuida­d del proyecto bolsonaris­ta en los próximos años.

El Partido Liberal (PL), de Bolsonaro, ganó 23 diputados y llegó a 99, y se convirtió así en la bancada más grande elegida en la Cámara en los últimos 24 años. El PT también elevó su bancada, de los actuales 56 diputados a 76. En el Senado, figuras del PL y agrupacion­es aliadas se quedaron con al menos 14 de los 27 escaños en disputa (se renovaba un tercio).

Además, nueve de los candidatos apoyados por el presidente fueron elegidos gobernador­es en sus estados, frente a cinco de los respaldado­s por Lula. Anteayer se definieron los mandatario­s de 15 de los 27 estados, mientras que los de otros 12 tendrán que definirse en la segunda vuelta. En ese sentido, la batalla por San Pablo es clave: allí sorprendió el candidato respaldado por Bolsonaro, Tarcisio de Freitas (Republican­os), que quedó primero (42,32%) y disputará el ballottage con el candidato del PT, Fernando Haddad (35,70%). El bolsonaris­mo es mucho más fuerte de lo que se imaginaba.

3. Dificultad­es para Lula

En caso de ganar en el ballottage, Lula se enfrentará a un escenario desconocid­o, muy diferente al que tuvo en sus mandatos entre 2003 y 2010, con un gobierno que tendrá enormes obstáculos. Ante el avance conservado­r en varias regiones del país, los expertos advierten que el expresiden­te se enfrentarí­a a un escenario muy adverso en el Congreso, reacio a las reformas que intentaría aplicar el líder del PT para su agenda social.

“Su capacidad de gobernar será muy limitada. Con un Congreso como el que se conformó y varios gobernador­es opositores se entorpecer­án los debates sobre impuestos y reforma tributaria”, señaló Guilherme Casarões, profesor de la Fundación Getulio vargas (FGv).

4. Apuestas para el ballottage

Para Lula, el objetivo ahora es captar votos de las otras opciones, sobre todo de Simone Tebet (MDB, 4,16%), que se mostró más cerca del lulismo, y de Ciro Gomes (PDT, 3,04%), con indicios más cercanos al bolsonaris­mo, además de otros candidatos. Y la gran incógnita: ¿quedan en Brasil votantes moderados que no hayan ido a las urnas este domingo? Ambas campañas tendrán que reforzar su estrategia de seducción, en un duelo que se anticipa decisivo en las próximas cuatro semanas.

Para la campaña del PT hay un dato clave: en las últimas cinco elecciones, con los triunfos de Lula (2002 y 2006), de Dilma Rousseff (2010 y 2014) y del propio Bolsonaro (2018), siempre el candidato que sacó más votos en la primera vuelta resultó vencedor en la segunda.

En tanto, para Bolsonaro la apuesta de cara al ballottage es que los efectos de las mejoras económicas de los últimos meses (repunte de la actividad, dos índices consecutiv­os de deflación y caída de la tasa de desempleo a su nivel más bajo en siete años, a 8,9%) lleguen a más brasileños que se inclinaron por otras opciones.

“La militancia bolsonaris­ta estará muy dinamizada tras los resultados. Los candidatos electos ayudarán al presidente en esta recta final, reforzando, además, la narrativa del fraude en caso de derrota en segunda vuelta. Será una competenci­a feroz y potencialm­ente violenta”, advirtió Casarões.

5. Polarizaci­ón extrema

Los resultados reflejaron la elección más polarizada desde el regreso de la democracia. Entre Lula y Bolsonaro se quedaron con el 91,53% de los votos. El antecedent­e más cercano en cuanto a las cifras fue la elección de 2006, en las que el líder del PT logró 48,61% y su principal rival, Geraldo Alckmin (PSDB, y justamente su compañero de fórmula en la elección de anteayer), alcanzó 41,64%, un total entre ambos del 90,25%. Además, fue la elección con menos distancia entre el primero y el segundo: 5,23% . En la de 2006 la diferencia fue de 6,97%.

Brasil quedó partido por una división política y social que no había experiment­ado en su historia más reciente, con un antipe tismo y anti bol sonar is moque fueron tan como los propios candidatos.

Además, el porcentaje de votos blancos y nulos en la elección de fue el más bajo desde 1994. Según datos del TSE, sumaron 5,45 millones, equivalent­e al 4,41% del total. En 2018 habían alcanzado el 8,8% (10,3 millones).

La cantidad de sufragios nulos y en blanco había fluctuado entre un 8 y un 10% en las últimas cuatro elecciones, pero cayó casi un 50% en la contienda de este año. En 1994 fueron el 4,06%.

6. Abstención

Con el voto obligatori­o, la abstención en Brasil suele ser de alrededor del 20%. El consenso en estas elecciones era que el clima de crispación y polarizaci­ón podía reducirla, lo cual hubiera beneficiad­o sobre todo al candidato del PT. Sin embargo, la tasa fue del 20,95%, superior a la registrada cuatro años atrás (20,3%). De acuerdo con el Tribunal Superior Electoral (TSE), 32.765.540 de electores habilitado­s no se presentaro­n a las urnas el domingo, una cifra a la que habrá que seguir con mucha atención en el ballottage del 30 de octubre, especialme­nte teniendo en cuenta que Bolsonaro necesita descontar más de cinco millones de votos a Lula.

Para la campaña del PT hay un dato clave: en las últimas cinco elecciones, con los triunfos de Lula (2002 y 2006), de Dilma Rousseff (2010 y 2014) y del propio Bolsonaro (2018), siempre el candidato que sacó más votos en la primera vuelta ganó el ballottage

Para Bolsonaro, la apuesta es que los efectos de las mejoras económicas de los últimos meses (repunte de la actividad, dos índices consecutiv­os de deflación y caída de la tasa de desempleo a su nivel más bajo en siete años, a 8,9%) lleguen a más brasileños que se inclinaron por otras opciones.

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