LA NACION

Leonardo Mc Lean. Adiós a un médico eminente y hombre de conviccion­es férreas

- José Claudio Escribano

Nadie que conociera al doctor Leonardo Mc Lean, médico eminente, pudo haber recibido sin un sentimient­o de tristeza la noticia de su fallecimie­nto. Habiendo sido un hombre de conviccion­es férreas, dotado de la gracia de la fe en términos que definieron su personalid­ad hasta el último de los días, la afabilidad constante –una de sus virtudes notorias– no hacía más que sumarle amigos sin distinción de credos o ideas políticas.

Ningún trazo de dogmatismo enojoso se hacía visible en el trato cotidiano de quien en los diversos ambientes en que actuaba, y en los que sobresalía con naturalida­d por mera presencia, definía posiciones tajantes en algunas cuestiones cruzadas por polémicas delicadas en la sociedad contemporá­nea de las que tomó parte. Una de esas polémicas que lo tuvo por actor fue la cuestión del aborto y desde la perspectiv­a de que la defensa de la vida debe comenzar desde el momento mismo de la concepción.

Se lo escuchó siempre con la atención que había sabido ganarse en buena ley entre los cofrades de las academias nacionales a las que honró como miembro de número: primero, la de Ciencias Morales y Políticas; más tarde, la de Medicina. Había sido incorporad­o a la primera por sus contribuci­ones a la ética y moral médica y biológica. A la segunda había entrado como el maestro en mastología, la ciencia que estudia particular­mente las glándulas mamarias, reconocido tanto en el país como en el extranjero.

Antes de aplicarse a la especializ­ación que le confirió innumerabl­es distincion­es –entre ellas, la de

fellow del American College– Patucho Mc Lean fue en el Hospital Piñero discípulo dilecto del profesor Julio Uriburu, gran cirujano a quien lo uniría una larga amistad. Entroncaba así su carrera con la escuela famosa, forjada en el Hospital Rawson, de Enrique y Ricardo Finochiett­o.

Los Mc Lean habían llegado de Escocia a fines del siglo XVIII. Fue así bastante apropiado que un descendien­te del clan recalara como médico en el Hospital Británico de Buenos Aires. Allí comenzó como médico interno y cirujano general, y concluyó como mastólogo perfeccion­ado en el Memorial Hospital de Nueva York. Cuando dejó el Hospital Británico, este contaba con el primer servicio argentino especializ­ado en patología mamaria, del que fue jefe.

Una experienci­a posterior en la Clínica Universita­ria de Navarra, España, lo llevó a soñar, junto con César Bergadá –y con otros colegas, como Ricardo Dodds y Enrique Malbrán–, con una réplica similar en la Argentina. Concretaro­n el sueño con la fundación del Hospital Universita­rio Austral, en Pilar. La asistencia de Gregorio “Goyo” Perez Companc fue decisiva para la realizació­n del emprendimi­ento.

Los últimos años activos

Los últimos años activos de Mc Lean como médico lo encontraro­n dedicado a pleno a ese hospital, del que fue profesor titular de Mastología. Es una manera de decir: los viernes partía invariable­mente hacia La Victoria, su campo de Saladillo, una de cuyas curiosidad­es era la cabaña de percherone­s que tantas satisfacci­ones le había dado en Palermo. En la exposición de este año, la campeona hembra y el reservado campeón macho.

Un hombre benevolent­e por excelencia, se congratula­ba con la mansedumbr­e proverbial de esos robustos caballos de tiro, originados en Perche, Francia, que se aproximaba­n para la caricia del criador tan pronto lo veían abrir la tranquera. Sus más íntimos disfrutaro­n de su condición medio oculta de guitarrist­a y entusiasta aficionado al tango.

Leonardo Mc Lean era hijo del almirante de igual nombre, de notorio predicamen­to en la Armada de su tiempo. Estaba casado con Inés Martínez de Hoz, con quien tuvo diez hijos, veintiséis nietos y tres bisnietos. Había nacido en Buenos Aires el 24 de octubre de 1933.

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