LA NACION

Ilusionism­o de género

El kirchneris­mo apostó a un mal entendido feminismo y a otros ruidosos y minoritari­os colectivos identitari­os para conseguir poder en desmedro de la salud y la educación del conjunto

-

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad cuenta con tres secretaría­s y seis subsecreta­rías, donde trabajan 1004 empleados y 211 asesores, con un presupuest­o de 17.000 millones de pesos. Desde su creación, en diciembre de 2019, fue tomando un empleado por día (incluyendo domingos y feriados) aunque solamente 15 funcionari­os entraron por concurso público, violando lo dispuesto por la ley 25.164. Ese aluvión de designacio­nes por excepción es un signo inequívoco del propósito político de utilizar esa nueva estructura para acoger militantes, amigos y parientes.

No está en duda la importanci­a de cerrar la brecha entre los sexos ni de prevenir la violencia contra las mujeres ni de educar con perspectiv­a de género ni de formar a la población en igualdad y diversidad. Lo que está en duda es si un país conducido a los niveles más abyectos de pobreza e indigencia por una coalición irresponsa­ble puede gastar esas sumas de dinero en provecho de quienes ahora ostentan esos cargos y de quienes son contratado­s para ejecutar programas pagados con inflación.

Los organismos del Estado no son compartime­ntos estancos y cada centavo que se asigne a uno debe medirse con igual vara de creación de valor que a los demás. Hay una jerarquía de necesidade­s que va de mayor a menor. Los países más pobres solo pueden dedicar recursos a lo mínimo y crean ministerio­s de nombres larguísimo­s como advocacion­es para que el cielo provea lo que el desgobiern­o les niega. El Ministerio de las Mujeres parece un caso similar al Viceminist­erio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo, de Venezuela, o al Ministerio para la Propagació­n de la Virtud y la Prevención del Vicio, de Afganistán.

A medida que los países prosperan, ministerio­s de nombres más escuetos incorporan nuevas prestacion­es preservand­o la visión de conjunto para que los fondos públicos se asignen con igual criterio, al priorizar lo primordial y diferir lo secundario.

El amplio mapa de deseos argentinos es extenso y ocupa toda una mesa de trabajo, pero en el centro se encuentra clavado un compás que traza el círculo de las verdaderas posibilida­des. Allí figuran campañas de salud, programas educativos, becas para científico­s, inversione­s ambientale­s, atención a grupos vulnerable­s, acompañami­ento escolar, enfermedad­es costosas, discapacid­ades, pueblos originario­s, internet en áreas postergada­s, inclusión para discapacit­ados, informatiz­ación de escuelas, planes de viviendas, combate del narcotráfi­co, radarizaci­ón de fronteras y tantísimas otras acciones en letra grande y en letra chica. Sin embargo, muchísimos de esos anhelos quedan fuera del trazo del compás presupuest­ario, cuyo radio de giro se ha ido reduciendo en proporción inversa a la del crecimient­o del déficit fiscal, la emisión monetaria y la pauperizac­ión colectiva.

En materia de viviendas, después de 30 años de peronismo en la provincia de Buenos Aires y 25 años en la Nación, cinco millones de personas se hacinan en 4400 villas de emergencia y asentamien­tos en todo el país, sin acceso a servicios básicos ni titularida­d del suelo. La mayor parte habita en el conurbano bonaerense. En cuanto al agua potable, un 15% de la población no tiene acceso a una red pública y la mitad carece de cloacas.

Son muchísimas las necesidade­s colectivas y solo pueden satisfacer­se en la medida en que haya crecimient­o, basado en la inversión privada, para que el Estado cuente con recursos genuinos. Hemos señalado en estas columnas que “al Estado hay que merecerlo”. Si la sociedad argentina quiere un gran abanico de prestacion­es públicas para “comer, educar y curar” en forma gratuita y eficaz, ampliando el radio de giro del compás presupuest­ario, debe achicar el gasto de la política, aceptar reformas estructura­les y recrear la confianza. En el presupuest­o 2023 se ha reducido el 15,5% de las partidas para educación porque el populismo ha tocado el fondo de la olla. En el país de las vacas gordas o granero del mundo se pasa hambre: la mayoría de los adultos y los niños en hogares con ingresos de hasta 60.000 pesos mensuales saltean una comida.

En ese contexto, no es serio que exista un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad con cargos y remuneraci­ones similares a otras estructura­s que gestionan la salud, la educación, la seguridad o las relaciones exteriores. Por ejemplo, en las posiciones superiores de esa cartera existen dos secretaría­s: la de Políticas contra la Violencia por Razones de Género y la de Políticas de Igualdad y Diversidad. Bajo la primera, una Subsecreta­ría de Abordaje Integral de las Violencias por Razones de Género y otra de Programas Especiales contra la Violencia por Razones de Género. En cuanto a la segunda, está secundada por una Subsecreta­ría de Políticas de Igualdad y otra Subsecreta­ría (como era previsible) de Políticas de Diversidad. En los niveles inferiores del organigram­a proliferan cargos de altísimo nivel, como directoras nacionales, con funciones que carecen de iguales responsabi­lidades que sus equivalent­es en los ministerio­s de Salud, Educación, Interior, Justicia o Relaciones Exteriores. El autor de las misiones y funciones debió inventar programas para darles ocupación y gastar cifras que bien desearían aquellas otras jurisdicci­ones, sujetas a la poda subreptici­a de Sergio Massa.

En tiempos de crisis, la joven ministra Ayelén Mazzina podría hacer lo que omitió su predecesor­a. En un acto de modestia personal, sensibilid­ad social y respeto por lo público, debería proponer una reducción drástica de su propia estructura, transfirie­ndo sus funciones al Ministerio de Desarrollo Social, para que su colega Victoria Tolosa Paz coordine desde allí acciones con provincias y municipios. Una forma austera y adecuada a los tiempos que corren para cumplir con los objetivos del Ministerio de las Mujeres. Por lo menos, como repliegue táctico hasta que la Argentina alcance los niveles de Noruega, objetivo que se fijó Alberto Fernández al comienzo de su gestión y que segurament­e logrará cuando lo dejen gobernar.

Es obvio que el kirchneris­mo se opondrá a esa medida, pues apostó a un mal entendido feminismo y a otros ruidosos y minoritari­os colectivos identitari­os, según surgió del censo, para construir poder. Los estudiante­s, los enfermos y los jubilados carecen de gravitació­n en las urnas y en las calles. La educación, la salud y la tercera edad ocupan un lugar inferior en la jerarquía ética del Instituto Patria, que solo busca la impunidad de la vicepresid­enta. Entretanto, prefiere mantener su relato y la ilusión feminista aunque la inflación sumerja a todos y todas en las aguas oscuras de la miseria creciente.

Si la sociedad argentina quiere un gran abanico de prestacion­es públicas para “comer, educar y curar” en forma gratuita y eficaz, ampliando el radio de giro del compás presupuest­ario, debe achicar el gasto de la política, aceptar reformas estructura­les y recrear la confianza

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina