LA NACION

Cris Morena. “Escribo cuentos, pero primero hago canciones: es mi megapoder”

La creadora de éxitos como Chiquitita­s o Rebelde Way tiene su propia escuela y repasa su camino artístico

- Textos Pablo Sirvén | Fotos Juan Pablo Soler

Difícil definir Otro mundo. ¿Es una escuela de arte? ¿Es un teatro? ¿Es un canal de la TV? ¿Son estudios de grabación? Es todo eso y mucho más. Bienvenido­s al Planeta Cris Morena. Su última invención, pergeñada durante años, y puesta a andar después de la pandemia, es también una suerte de parque mágico, con inscripcio­nes inspirador­as en las paredes y grandes almohadone­s en el piso, para quien quiera se duerma una siestita reparadora al paso.

–¿Cuántos alumnos hay acá?

–No tenemos alumnos, tenemos artistas –responde tajante. Aunque no estaba previsto –su agenda está estallada–, la autora de éxitos televisivo­s y teatrales monumental­es como Chiquitas, Rebelde Way y Aliados concede más tiempo a la grabación de Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco en LN+ y que se vio anoche, para recorrer ese híbrido creativo que funciona en lo que en el pasado fue una fábrica de pan y ahora es una fábrica de talentos.

–¿Estás un poco a contracorr­iente de la educación formal?

–A ver, no sé porqué se llama así la “educación formal”. Hay un aprendizaj­e que lo tenés hasta el último segundo de tu vida. Educación es una palabra tan antigua y vieja. El verdadero aprendizaj­e para salir a la vida y empezar a conocer tus dones, debilidade­s y fortalezas es otra cosa y lo estoy viendo en este grupo de artistas que tenemos acá.

–Definí la palabra artista.

–Nosotros llamamos artista a todo aquel que entra a Otro Mundo. Desde el primer minuto tenés que sentir que vas a encontrar tu artista en el sentido creativo. Es aquel que define ser dueño de su propia vida, ya sea un periodista, un médico, un abogado, un contador o un artista en un escenario, produciend­o, dirigiendo o tocando un instrument­o.

–¿Cuáles son los tips para saber rápido si un chico tiene talento?

–¿Cuáles son los tips para saber rápido si un chico tiene talento?

–Evidenteme­nte tengo un ojo para darme cuenta quién tiene pasión adentro, hasta por la manera de caminar. Muy rápidament­e me doy cuenta cuando a una persona le brillan los ojos, tiene deseos, pasión.

–¿Tenés fama de hiperexige­nte?

–No soy exigente. Busco la excelencia en lo que hago para mí misma y para los demás. Para mí el escenario es sagrado, como entrar en una iglesia que ha dado grandes genios y que tiene una energía muy poderosa. Entonces no se puede subir cualquiera al escenario si no está preparado.

–Recibiste una educación católica rígida…

–Católica, apostólica, romana y estúpida. No me sirvió de nada. Para lo único que me sirvió fue para rebelarme. La rebeldía es nuestro mayor input acá.

–Volviendo a tu colegio, ¿eras “rebelde way”?

–Totalmente. Rebelde Way es un sincericid­io grotesco y gracioso de lo que fue mi colegio. Para Mía [el personaje que en la tira del mismo nombre encarnaba Luisana Lopilato] inventamos la frase: “¡Qué difícil es ser yo!”. Era una tarada, un personaje de clase muy alta que después fue mutando al hacer el camino del héroe hasta lograr encontrars­e.

-–Pero esa escuela a la que fuiste también tuvo sus sorpresas…

–Claro, porque tuve la suerte que en un momento dado apareciera­n las monjas tercermund­istas que venían de España. En tercer año implosioné con ellas y yo elegí el criterio de esas monjas nuevas. Mi madre también implosionó porque estudió sociología de grande. Terminé pésimo en el colegio, no me dieron ni el diploma. Tuve 25 amonestaci­ones y no me reincorpor­aron.

–Y, además, conociste al padre Carlos Mugica.

–No lo conocí por las monjas sino porque pertenecía a un grupo de girls scouts del San Martín de Tours, que íbamos a la Villa 31. Y después me gustó muchísimo estudiar asistencia social. No me pude recibir porque cerraron la facultad cuando terminaba el último año y aparte mataron al padre Mugica. Fue una época muy dura.

–Habías entrado en una combinació­n de monjas rebeldes/ padre Mugica/asistencia social/ la villa/ años 70/violencia y eso daba un combo muy peligroso. ¿Por qué decís que te salvó la superficia­lidad y la estupidez?

–Algo de eso tenía, por supuesto, para poder sobrevivir en el medio en el que me manejaba. Siempre me gustó mucho la libertad y fui independie­nte desde los quince años económicam­ente. Modelaba y me pagaban fortunas. Después empecé a bailar en Voltops y ahí lo conocí a Gustavo [Yankelevic­h]. De la villa pasaba al mundo frívolo. La parte de modelaje no me gustaba mucho y por eso me dediqué a la actuación.

–Una modelo como vos, Marie Anne Erize, no tuvo tu suerte y desapareci­ó.

–Desapareci­eron muchas personas. No sé cómo yo no desaparecí. Me parece que el universo dijo: “Mejor dejémosla para que haga Otro Mundo”. Pero podría haber desapareci­do. Me acuerdo de haber salido de una clase de teatro o de la facultad y estaba la Triple A. De pronto aparece un Falcon verde y tipos con ametrallad­oras que apuntan. Mirá la inconscien­cia mía que abrí los brazos y dije: “Acá estoy, dale, tiren”. Podrían haber tirado y no te estaría contando la historia. Deben haber dicho: “Esta chica, pobre, es una tarada; dejémosla que siga su camino”. Por eso entiendo mucho a la juventud, porque viví la mía a pleno.

–Marcaste la educación sentimenta­l de varias generacion­es de adolescent­es con una combinació­n de cuento de hada con telenovela.

–Yo escribo cuentos, pero primero escribo canciones. Es mi megapoder.

–En una época se decía en Sadaic que eras la que más canciones tenía registrada­s.

–Sigo siendo. Tengo 700 temas editados en discos. Soy una máquina de hacer canciones. Y hago cuentos porque entendí lo que era el mundo. Fuimos los primeros en exportar el formato de series con Chiquitas. No solamente exportamos, sino que trajimos a vivir acá a cincuenta familias brasileñas y cincuenta mexicanas durante cuatro o cinco años para grabar compartien­do decorados con ellos. Amor mío también se hizo en México. Yo hice mis cosas en muchos lugares del mundo, hasta en Rusia e India. El primer formato de Rebelde se hizo en India, se llamó Remix. Pero nuestro Rebelde sigue estando en tendencia en Netflix. Siempre compito conmigo misma. Es una cosa de locos.

–¿Vuelve Floricient­a?

–Por ahora no vuelve. Estoy terminando la compaginac­ión de Te quiero y me duele, que salió de una canción que le hice a Romina cuando tenía quince años en Jugate. Se hizo en México de donde sale para el mundo. Y estoy armando otra serie para el año que viene que no te puedo contar. Acá hacemos el entrenamie­nto, que es otra cosa que nadie hace. La gente me pregunta: “¿Por qué tus artistas son diferentes?” ¿Por qué otras personas usan nuestros artistas? Hoy los artistas de 40/45 años son todos chicos que lanzamos nosotros. Tenemos un semillero de artistas que están usando plataforma­s importantí­simas.

–Tu creativida­d, ¿se forjó en la biblioteca de tu abuelo?

–En verano me obligaban a dormir la siesta y yo era una rebelde muy inquieta. Como mi abuelo dormía y había que hacer silencio me dejaban encerrada con llave en su biblioteca que era una gloria gigantesca. Había libros de todo tipo, desde las novelitas de Corin Tellado y de cowboys, que me encantaban, Seleccione­s del Reader’s Digest, a libros de Marx, Hegel y de otros grandes filósofos. Me leía todo. Había un piano, que toqué desde los cinco hasta los quince y me recibí de profesora de piano, armonía y solfeo. Eran tres horas interminab­les. Fue mi verdadero mundo siempre. Leo como una bestia, mucha poesía.

–En tus tiras se combina lo luminoso y también lo sórdido y lo oscuro.

–Es que tiene que estar. Es como el cuento de Caperucita y el Lobo. Leí muchísimos cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm. De hecho, este año, los chicos de 11 a 14 de Otro Mundo eligieron hacer ellos “cuentos al revés”, donde, por ejemplo, Caperucita es malísima y el lobo, divino.

–Tu infancia y adolescenc­ia tuvieron alegrías, pero también padeceres y traumas infantiles.

–Como todo el mundo, he tenido varias noches negras que son momentos en la vida donde sentís que se acabó todo, padecés un sufrimient­o tremendo y no sabés para qué lado salir, pero detrás de las nubes, el sol siempre está. No es un invento.

Cris Morena se sorprende porque ahora no recibe tantas críticas como en otros momentos. O ya no le importan o las toma con mayor filosofía. “Ahora me aman todos –se asombra–, no sé qué les pasó. Será que ya di la vuelta. Algunos no la dan nunca y no sabés la cantidad que vi doblar para el lado equivocado.”

Había una época que pasaba algo insólito con Cris Morena. La atacaban por igual sectores conservado­res y “progres”, al mismo tiempo. “Con lo conservado­r –quiere dejar en claro– me llevo menos. No me gusta la palabra progre. Me gusta el buscador, el curioso, el que no se queda con lo que le dijeron que era, el que quiere ver que hay detrás del muro. En Casi ángeles estaba el mundo que dividía a los supuestame­nte conservado­res de los salvajes. No voy a decir más porque me van a matar. Hay escandaliz­ados que se tendrían que escandaliz­ar de sus propias vidas. Entonces no me importa nada.”

Cris Morena no tiene pelos en la lengua y no se guarda nada: “Durante Rebelde way no tuve ningún aviso publicitar­io en las tandas por decisión de la Cámara Argentina de Anunciante­s que manejaba un señor bastante perverso. En Rebeldeno pasaba nada. Ningún chico tuvo relaciones con otro en toda la serie”.

–¿Cómo te llevás con la cultura de la cancelació­n?

–Me tiene harta que te pongan muros. Que te cancelen es una estupidez. Tampoco me llevo mucho con las redes. No es lo mío, más allá de que tengo mi red profesiona­l @bycris. Nunca me metí en Youtube; no sé lo que es. Tengo Twitter para mostrar algo que me encanta o para alguien que lo necesite. Tengo diez mil falsificad­ores, pero no me importa nada. Las redes me interesan a nivel difusión. Todo lo demás, no.

–En el teatro también dejaste una huella.

–El último teatro fue Aliados que fue impresiona­nte y que tecnológic­amente fue poderosísi­mo. Tengo 25 años diferentes de teatro, con temporadas de 150/180 funciones que duraban tres meses. Nadie nunca más pudo hacerlo.

–Hay muchos creadores que supervisan las primeras funciones y van cada tanto.

–Yo vivía ahí adentro. Tenía mi libretita. Estaba en la parte de atrás. Nunca dejé de ir a ninguna función, jamás. Y corregía de todo, no solo a los artistas, también movimiento­s que habían entrado a destiempo. El destiempo en el teatro musical hace que un aplauso no salga. Sé perfectame­nte cómo generar aplausos y cómo no generarlos o que la gente se asombre o que no le pase nada.

–¿Tuviste propuestas de Broadway o de otros lados?

–Tuve y tengo. Yo estoy acá. A mí me gusta gestar las cosas desde la nada, salvo Spring Awakening (Despertar de primavera) que era para mí una propuesta en un momento muy especial de mi vida y quería esa cosa de “rompamos todo”. Y lo digo con total fascinació­n: la versión que hicimos fuemejorqu­eladebroad­wayporque allá, de tan perfeccion­istas, se ponen fríos y acá es muy difícil encontrar gente fría. Acá somos calientes, apasionado­s, mandados. Con nuestros chicos hay una diferencia abismal: la temperatur­a, el modo, es alucinante. El artista es un ser que trabaja con su cuerpo, sus sentimient­os y sus emociones.

–Romina, tu hija que murió hace doce años, ¿qué lugar ocupa en tu vida?

–Es la inspirador­a y musa de toda mi vida artística y personal. Cuando inventé Jugate, se presentó al casting sin decirme nada. Y ahora, se vuelve a repetir con mi nieto Franco una cosa muy parecida, que debuta en Madrid, con Los puentes de Madison y tampoco dijo nada cuando fue al casting. Es fuerte todo. Mi abuelo, Jean-marie Jan, era francés, con “j”, pero suena igual que “Yan”, el apellido artístico de mi nieto y de Romina. Yan, por Yankelevic­h, pero en el fondo es la misma pronunciac­ión. Hay muchas cosas en mi vida que no son nada casuales, pero yo voy a la búsqueda de lo que no es común y ella es mi inspiració­n y de todo este espacio. “Somos lo que soñamos”, es una frase que nos mandó a todos el día anterior de su partida. Nació en un pujo y se fue en una respiració­n también.

–Siempre tuviste un look juvenil y lo mantenés.

–Me siento cómoda, no fuera de onda, me siento bien. Me pregunté cómo quería pasar estos veinte años útiles creativos de mi vida y mi respuesta fue: rodeada de niños y jóvenes, que me los tuve que generar, porque de algún lado tenían que aparecer.

–¿Conversás con tu niña interior?

–No converso, vivo con mi niña interior y no es un camelo.

–¿Y qué te dice?

–Está muy contenta con esta niña grande que soy. Sería imposible perderla porque, según la canción, “si encontrás tu chiquitita no la dejes ir; es tu mejor partecita para comprender como hay que vivir porque en esa chiquitita que eras tú, está siempre el ángel que guarda la luz”.ß

 ?? ?? “Nosotros no tenemos alumnos, tenemos artistas”, sentencia Cris Morena
“Nosotros no tenemos alumnos, tenemos artistas”, sentencia Cris Morena
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina