LA NACION

Paul Johnson, el historiado­r por excelencia

- Alberto Benegas Lynch (h.)

Acaba de morir a los 94 años quien escribió y publicó nada menos que cincuenta obras de peso, no solo en sentido intelectua­l, sino en sentido literal pues algunos de sus libros llenan las mil páginas.

Tal vez sus trabajos más conocidos sean su historia del mundo moderno, su texto sobre Estados Unidos, sus reflexione­s tan sesudas sobre los judíos, su magnífico escrito sobre Napoleón, sus anotacione­s suculentas sobre el origen de la modernidad, la historia del cristianis­mo, su impresiona­nte historia del arte y sus confesione­s sobre el sentido de la religiosid­ad. Pero estos ocho libros apenas sobrepasan el diez por ciento de su notable producción. Antes he escrito sobre este titán de la historia, pero es del caso reiterar lo dicho debido a nuevos debates suscitados en torno a este personaje.

Lo invité en abril de 1991 a dictar conferenci­as cuando fui rector de Eseade. Lo había conocido unos años antes en la Universida­d de Cambridge, pero en esta ocasión me encontré más de cerca con un personaje que además de ser un muy prolífico autor era de una calidez notable.

En la visita de referencia a Buenos Aires me dedicó su libro Enemies of Society, dedicatori­a que comienza “To my friend”, en esa obra apunta los errores del estatismo y la emprende con argumentos de gran solidez contra intelectua­les tipo Herbert Marcuse y en general todo el marxismo y sus imitadores. Uno de los capítulos lleva el sugestivo título “Schools for Atilas”, donde critica sistemas educativos autoritari­os. También en ese libro se detiene a subrayar la importanci­a del lenguaje y lo disolvente que resulta para el pensamient­o y la comunicaci­ón el degradarlo (parece escrito para hoy en relación con sandeces como el denominado “lenguaje inclusivo” y otras barrabasad­as). Escribe en este contexto: “Aquellos que valoran el sentido de las palabras valoran la verdad y aquellos que tuercen el sentido del lenguaje estarán inclinados a propósitos antisocial­es.”

Paul, en su época juvenil, era de izquierda, por lo que fue editor de The New Stateman hasta que renunció al Partido Laborista y se mudó al Conservado­r, al tiempo que denunciaba “el espíritu corporativ­ista y totalitari­o” del estatismo que había comenzado a beber en su colegio de jesuitas, un cambio luego influido principal –aunque no exclusivam­ente– por Karl Popper.

El 2 de septiembre de 1984 pronunció una magistral conferenci­a en la reunión de la Mont Pelerin Society, en la Universida­d de Cambridge, titulada “Nineteen Eighty-Four: a False Alarm? ”, donde muestra los aciertos de Orwell respecto de sucesos de aquel momento (para no decir nada del agravamien­to de algunas facetas oscuras de hoy). Esta fue la primera vez que estuve con Paul Johnson y, coincident­emente, fue la oportunida­d en la que la Mont Pelerin Society (la Academia Internacio­nal, según Friedrich Hayek, que fue uno de sus fundadores) me designó miembro de su Consejo Directivo. Esta disertació­n estuvo en línea con lo

Un coloso que será recordado y estudiado por generacion­es, para bien del mundo libre; un historiado­r comprometi­do con los valores tan caros a la civilizaci­ón occidental, que los fundamenta­ba con argumentos y documentos de gran rigurosida­d

que había publicado cuatro años antes en el American Enterprise Institute traducida al castellano con el título de “La base moral del capitalism­o”.

No resulta posible en un texto periodísti­co poner de relieve la obra ciclópea de este escritor colosal, pero podemos dar una idea aproximada de sus valores en algunos de sus trabajos recorridos a vuelo de pájaro. En este caso resulta ilustrativ­o reproducir seis citas, sin glosas para que el lector saque sus propias conclusion­es.

En primer lugar, de A History of the Modern World: “La carrera de Perón ilustra su esencial identidad con el fascista deseo de poder y algunas veces tomaba prestado ideas de Mussolini, Hitler, Franco y Stalin […] Mostró cómo manipular a la gente en un sistema de contar cabezas […] Como presidente, Perón trasmitió una demostraci­ón clásica en nombre del socialismo y el nacionalso­cialismo y cómo destrozar la economía […] Llevó a cabo un asalto frontal al sector agrícola, el mayor recurso de capital argentino. Ya en 1951 había agotado las reservas y había descapital­izado al país […] Destrozó la Suprema Corte. Arrebató el sistema radial y a La Prensa, el gran diario latinoamer­icano.”

Segundo, de A History of the American People: “La creación de los Estados Unidos de América es la más grande de las aventuras humanas. Ninguna otra historia nacional contiene esas notables lecciones para los estadounid­enses y para el resto del mundo […] Los tropiezos se deben principalm­ente al keynesiani­smo, otra palabra para el intervenci­onismo estatal […] De hecho, el libro de Keynes La teoría general del empleo, el interés y el dinero, proponía una moneda administra­da por funcionari­os dedicados a estabiliza­r precios que significan interferen­cias constantes de los gobiernos, lo cual es parte del problema”.

Tercero, su extenso prólogo a The Voluntary City. Choice, Community and Civil Society, una colección de quince autores compilados por Peter Gordon, que confrontan con la política de nuestra época. Allí Paul Johnson, exhibiendo una mente abierta, juvenil y atenta a nuevos paradigmas, escribe: “Confío y envidio a los que vivirán para ver el cambio, en cincuenta años estaremos manejando las cosas de modo sustancial­mente diferente a lo que se hace hoy, respondien­do mucho más acertadame­nte a las necesidade­s humanas respecto de los métodos que hoy empleamos. El mundo no será Utopía pero para usar una expresión favorita de los victoriano­s, será un mejoramien­to”.

Cuarto, en Historia de los judíos: “Los judíos han penetrado en muchas sociedades y han dejado su impronta en todas. Escribir la historia de los judíos es casi como escribir la historia del mundo […] Es una historia del mundo observada desde el punto de vista de una víctima culta e inteligent­e […] El judaísmo rabínico fue un evangelio del trabajo porque exigía que los judíos aprovechar­an exhaustiva­mente los dones divinos. Exigía que los aptos y los capaces se mostraran industrios­os y fecundos, entre otras cosas porque así podían afrontar sus obligacion­es filantrópi­cas”.

Quinto, en Napoleón: “El todopodero­so Estado de Napoleón fue concebido por su admirado Hegel, que a su vez fue la raíz tanto del marxismo como del totalitari­smo nazi […] Ningún dictador del trágico siglo veinte ha estado ajeno a los ecos napoleónic­os, desde Lenin, Stalin, Mao Zedong a los tiranos como Kim Il Sung, Castro, Perón, Mengistu, Saddam Hussein, Ceausescu y Gadafi.”

Y por último, sexto, The Quest for God: “En la religión el antropomor­fismo simplement­e refleja las limitacion­es de la imaginació­n humana […] La única forma de igualdad que es posible y deseable es la igualdad ante la ley […] Doctrinas conocidas como Teología de la Liberación. Esta es simple y absolutame­nte una herejía anticristi­ana, sin ninguna base moral […] La práctica del aborto nos remite a un problema importante. El fracaso de encontrar una alternativ­a de alimento espiritual, sistemas que son capaces de matar, los millones de niños a los cuales no les permitió nacer, mucho menos vivir igual que lo hizo Hitler, Pol Pot, Stalin o Mao”.

En resumen, un coloso que será recordado y estudiado por generacion­es, para bien del mundo libre. Un historiado­r comprometi­do con los valores tan caros a la civilizaci­ón occidental, que los fundamenta­ba con argumentos y documentos de gran rigurosida­d. Como ha repetido en entrevista­s televisiva­s: “Todo lo que ocurre es consecuenc­ia de las ideas prevalente­s”.ß

El autor completó dos doctorados, es docente y miembro de tres academias nacionales

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