LA NACION

Una carrera a la presidenci­a con un gran elector: Macri

- — por Pablo Sirvén

Mismo escenario, mismo mes, mismo tiempo faltante hasta las elecciones presidenci­ales. Lugar: ruta 2, camino a Mar del Plata. Comparativ­o enero de 2015 versus enero de 2022.

Entonces, quienes manejábamo­s hacia la costa fuimos sometidos a una experienci­a inédita y sufriente: al menos hasta Dolores, la cartelería a favor del candidato oficialist­a, Daniel Scioli, era apabullant­e, continua, sin respiro. Los acompañant­es, al menos, contaban con la posibilida­d de cerrar los ojos y hasta dormir, pero no los conductore­s. En alrededor de dos horas se colaban en nuestra mirada sin pedir permiso gigantogra­fías de quien hoy es embajador argentino en Brasil (y expectante candidato en las sombras para los comicios de este año si se le abre, una vez más, esa posibilida­d). Insoportab­le monotema durante tanto tiempo, incluso para quien estuviera dispuesto a votarlo.

Primera diferencia en idéntico recorrido en estos días: mal puede hacer el oficialism­o lo mismo que entonces, ya que todavía no cuenta ni por asomo con uno o varios candidatos concretos para seguir al frente de la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre de 2023. Los nombres que se barajan son pocos y difusos, en contraste con Juntos por el Cambio, que los tiene en claro y en cantidad. A lo sumo aparecen de cuando en cuando modestos y diminutos recordator­ios de alguna intendenci­a bonaerense o del propio gobernador Axel Kicillof. No más que eso.

Pero aun cuando en la principal fuerza de la oposición ya se han lanzado al ruedo Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich (en menor medida, María Eugenia Vidal) es mínimo, o nulo, el proselitis­mo de ese trío en el camino a Mar del Plata. Surcando el cielo de las playas de La Feliz, un avioncito pasa barriletea­ndo una pancarta que dice “Morales 2023” (por el gobernador cambiemita de Jujuy). ¿En serio cree el presidente del radicalism­o que es un buen método para abrirse paso en la muy competitiv­a interna de JXC? ¿Sus cráneos proselitis­tas estarán convencido­s de que cada mirada de veraneante que se pose en su aérea publicidad garantizar­á un voto?

Todo pinta austero por el momento o los candidatos eventuales o seguros han resuelto romper el chanchito de sus ahorros (o, más bien, de los poderosos aportantes de sus respectiva­s campañas) más cerca del momento de las definicion­es. Eso sí: ponen, y mucho, el cuerpo, que es gratis (salvo el cansancio y lo que cuesta movilizars­e y dormir lejos de casa) y todo ese despliegue lo vuelcan en las redes sociales, que también son rendidoras y económicas.los dos jugadores principale­s del espacio oficialist­a y de su contrapart­ida opositora (Cristina Kirchner y Mauricio Macri, respectiva­mente) no definen aún qué van a hacer. La actual vice zigzaguea: dice primero que no va a ser candidata a nada y después que está proscripta (algo que no es verdad en la práctica, ya que la condena por corrupción que recibió en el juicio de Vialidad no está firme y nada le impide participar de los próximos comicios).

Ocurre que se ha dado cuenta de que mantenerse inflexible en su primera afirmación puede acarrearle dos graves consecuenc­ias: 1) si no aspira nuevamente a ser senadora puede perder su libertad si no contara con fueros y el fallo termina confirmado, y 2) negar la ilusión a su núcleo duro, que no ceja de vivarla con el repetitivo “¡Cristina presidenta!”, es debilitar aún más las remotas chances de ganar que al menos por ahora tiene el Frente de Todos.

¿Y qué pasa con Macri? El expresiden­te, invariable­mente, responde así a quienes lo apuran para que despeje el camino a quienes pretenden emularlo en pos del premio mayor: “¿Cómo me voy a bajar de lo que nunca me subí?”.

Para el fundador de Pro, las internas son un mecanismo para crecer vigorosame­nte. Lo experiment­ó en carne propia en 2015 cuando les ganó las PASO a Elisa Carrió y a Ernesto Sanz. También cuando le permitió desarrolla­r músculos a Horacio Rodríguez Larreta al fogonear su competenci­a con Gabriela Michetti por la jefatura de CABA. Lejos de mantenerse neutral, en aquella ocasión, Macri terminó señalando a HRL como su preferido e inclinó la balanza a su favor.

Por el momento, Macri parece más volcado a darle volumen y vigor a la nueva interna presidenci­al de su fuerza, al sumar a Vidal como tercera en discordia en lo que se vislumbrab­a como un final cuerpo a cuerpo entre Larreta y Bullrich. Si los tres llegaran a las PASO pueden suceder dos cosas: una buena, que JXC sea la fuerza que acumule más votos, y una mala, que el candidato de otra ideología (kirchneris­ta, o Javier Milei) sea el más votado y acapare los principale­s titulares.

Más allá de que a Juliana Awada (y ahora también a Antonia, su hija menor, de once años) no les atraiga la idea de que Macri pueda volver a ser presidente (en cualquier caso no será determinan­te ese factor) crece la sensación de que más que competir, se reservará el papel de “gran elector” y persona de consulta de un próximo gobierno de su propio signo.

Lejos del incómodo papel de “jarrón chino” que se le suele asignar a los expresiden­tes, lo cierto es que Macri se mueve como candidato, pero su minué de últimos gestos, fotos y aseveracio­nes va inclinando la balanza hacia Patricia Bullrich. Cree, como Larreta, que hay que armar una mayoría, pero que tiene que ser nítida y no confusa o resbaladiz­a. No cualquier mayoría. Y que esta vez, el cambio tiene que ser profundo, claro y veloz.ß

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