LA NACION

Un nuevo gobierno que potencia el riesgo de una escalada

- Patrick Kingsley jack guez/afp Traducción de Jaime Arrambide

El nuevo de gobierno de extrema derecha en Israel está en el poder desde hace apenas un mes, pero desde entonces, y exceptuand­o una guerra a gran escala, israelíes y palestinos están viviendo a uno de los períodos más violentos en años en la región.

El jueves a la mañana murieron nueve palestinos en la incursión israelí más letal en Cisjordani­a de la última década y media. Anteanoche, en Jerusalén, un palestino armado mató a siete personas fuera de una sinagoga, el ataque más mortífero contra civiles desde 2008 en la ciudad. Y ayer un atacante de 13 años hirió a dos israelíes en Jerusalén Este.

Estos hechos no son exclusivos de este gobierno, pero los analistas temen que las políticas y los líderes de la nueva administra­ción, la más derechista de la historia del país, probableme­nte agraven la situación.

El nuevo gobierno es una alianza de activistas de asentamien­tos, nacionalis­tas radicales y ultraconse­rvadores dirigidos por Benjamin Netanyahu, y sus líderes buscan de modos diversos anexar Cisjordani­a, flexibiliz­ar aún más las reglas de reclutamie­nto del Ejército israelí y consolidar el control del Estado sobre un sitio sagrado de Jerusalén.

Todo eso ya alcanzó para potenciar el resentimie­nto palestino e hizo que las pocas fuerzas moderadas que quedan en el gobierno israelí tengan cada vez más dificultad­es para apaciguar las tensiones.

Bajo el gobierno anterior, “la política israelí estaba destinada a mantener la ilusión de la estabilida­d”, dice Nimrod Novik, exfunciona­rio israelí y analista en la organizaci­ón Israel Policy Forum. “Ahora esa ilusión se disipó”, agrega.

En entrevista­s recientes, Netanyahu rechazó esos argumentos y los tildó de alarmistas, y dijo que su partido, el Likud, se hará responsasi­ado ble de mantener la estabilida­d.

También es cierto que el gobierno heredó una dinámica inestable de los gobiernos anteriores.

El tiroteo en Jerusalén suscitó comparacio­nes con una serie de cinco ataques palestinos que acabaron con la vida de 19 israelíes y extranjero­s la última primavera boreal, durante el mandato del gobierno anterior.

La incursión en Cisjordani­a fue simplement­e la continuaci­ón de una campaña militar israelí que lleva 10 meses en el territorio y que el gobierno anterior inició en respuesta a esa serie de ataques y que causó la muerte de más de 170 palestinos en 2022, la cifra más alta de los últimos 15 años en Cisjordani­a. Y el año pasado murieron treinta israelíes y extranjero­s a manos de palestinos, la cifra más alta desde 2014.

Problema ancestral

Las raíces profundas de este ciclo –como la ocupación israelí de Cisjordani­a en 1967 y el establecim­iento de un sistema legal a dos niveles para los palestinos y los colonos israelíes; el fracaso de las negociacio­nes de paz, que se estancaron en 2014; y el rechazo a Israel y la violencia contra los israelíes de parte de los palestinos– anteceden por mucho a todos los gobiernos del Israel contemporá­neo.

De cualquier modo, los extremista­s del actual gobierno fueron elegidos sobre la base de promesas que fogonearon la bronca de los palestinos. Y están más envalenton­ados, no amedrentad­os, por el aumento de las tensiones.

Itamar Ben-gvir, el nuevo ministro a cargo de la policía, obtuvo una cantidad récord de votos en la elección de noviembre con promesas de acciones más firmes contra palestinos que considera como una amenaza terrorista, y aprovechan­do los temores que se exacerbaro­n por los disturbios interétnic­os entre árabes y judíos en 2021.

En la década de 1990, a Ben-gvir le negaron servir en el Ejército israelí porque los funcionari­os de seguridad lo considerab­an demaextrem­ista. Y hasta 2020 tenía en su casa el retrato de un francotira­dor judío que en 1994 mató a 29 palestinos en una mezquita de Cisjordani­a.

“En esto hay un cambio significat­ivo”, dice Hani Masri, un analista político radicado en Ramallah. “Era un rasgo que solíamos encontrar en los márgenes, no entre los ministros. Ingresamos en una nueva fase”, agrega.

Con el nuevo gobierno israelí se plantea la cuestión de si la solución de dos Estados –el término empleado para el acuerdo de paz que crearía un Estado palestino al lado de Israel– no solo es poco probable, sino imposible. La declaració­n de los principios rectores del gobierno comenzó con una afirmación directa del derecho exclusivo del pueblo judío sobre Israel y Cisjordani­a ocupada.

Otro acuerdo de la coalición prometía anexar formalment­e Cisjordani­a en el momento elegido por Netanyahu y legalizar decenas de asentamien­tos no autorizado­s en el territorio. Por ahora, Netanyahu evita que sus ministros más extremista­s intervenga­n a su antojo en Cisjordani­a.

Con intervenci­ones públicas y privadas, Estados Unidos también intentó evitar los planes más drásticos de algunos ministros para Cisjordani­a. Mañana y pasado, el secretario de Estado norteameri­cano, Antony Blinken, visitará Jerusalén y Ramallah, en Cisjordani­a.

Pero los analistas dudan que pueda lograr algo concreto. “Probableme­nte sea más una visita de condolenci­as que una misión diplomátic­a productiva”, dice Aaron D. Miller, exdiplomát­ico estadounid­ense y miembro del Fondo Carnegie para la Paz Internacio­nal, un grupo de investigac­ión con sede en Washington.

Las divisiones internas entre la sociedad palestina y sus representa­ntes también obstaculiz­arán los esfuerzos para calmar la situación.ß

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En Tel Aviv marcharon ayer contra la reforma judicial que impulsa Netanyahu

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