LA NACION

Fronteras y euros. La nueva vida en Croacia tras entrar a la UE

Este año adoptó la moneda única y se integró al espacio Schengen de libre circulació­n, dos hitos para el país balcánico; la población anhela mejoras que tardan en llegar

- Francisco Peregil

KUMROVEC.– La nieve cae sobre la casa donde nació el mariscal Tito, en el pequeño pueblo croata de Kumrovec (1600 habitantes), junto a la frontera con Eslovenia. Es martes y hace menos de un mes que Croacia entró en la zona euro y en el espacio Schengen, el pasado 1º de enero. La estatua del hombre que gobernó Yugoslavia durante 35 años, desde el final de la Segunda Guerra hasta su muerte, dirige su mirada al suelo en la entrada de su casa museo. El resto de Croacia, con sus cuatro millones de habitantes, parece mirar hacia adelante. No hay lugar para la nostalgia, ni siquiera en este pueblo adonde acuden más de 100.000 turistas al año para visitar la cuna de Josip Broz.

A un minuto en auto de la casa de Tito se accede a un paso fronterizo con Eslovenia. Los camioneros solían aguardar entre dos y tres horas antes de cruzar al otro país. Ahora no hay ningún policía, ni siquiera un vigilante que cuide las instalacio­nes. Eso mismo ha ocurrido en 58 puestos fronterizo­s con Eslovenia y 15 con Hungría, según el Ministerio del Interior croata. Las puertas están abiertas hacia el resto de la UE y la mayoría de las autoridade­s estiman que la plena integració­n en la UE solo aporta ventajas. Y no solo desde el 1º de enero.

Boris Vujcic, el gobernador del Banco Central de Croacia, indica que gracias a que su país estaba en pleno proceso de incorporac­ión al espacio Schengen y al euro fue posible superar mejor la crisis del Covid-19 en 2020 y los problemas de la invasión de Ucrania el año pasado. “Hemos podido afrontar mejor las presiones en el mercado de divisas y en el de deuda pública”, subraya.

Otros responsabl­es constatan que el previsible aumento del turismo no solo beneficiar­á a las ciudades de la famosa costa adriática del país. La responsabl­e de la oficina de turismo de Zagreb, Martina Bienenfeld, asegura que ya en la primera quincena de enero la capital ha registrado el mayor número de visitas de toda su historia en ese período, superando en un 3% las de 2019, que fue el mejor año hasta ahora tanto en Zagreb como en el resto del país. Bienenfeld recuerda que el gran desarrollo de Zagreb como destino turístico comenzó en 2013, con la entrada en la UE.

“Hasta entonces éramos una de las ciudades más aburridas de Europa en cuanto a vida nocturna. La gente de aquí viajaba a Belgrado a divertirse. Ahora también vienen los de Belgrado, porque somos verdes, seguros y europeos”, dice.

Con la integració­n completa en la UE, de la que es miembro desde 2013, el alcalde de Kumrovec, Robert Splajt, de 45 años, presiente también un futuro con más turistas, más inversores eslovenos, con más fondos europeos para emplearlos, por ejemplo, en el viejo proyecto de un tren que una croacia y eslovenia. Pero, al mismo tiempo, se queja de la lentitud de las reformas. Dice que los sueldos son muy bajos y los precios de la alimentaci­ón, muy altos. Explica que del pueblo emigraron 200 personas. Y que hay muchos vecinos que cruzan la frontera a diario para trabajar en Eslovenia. “En el país vecino una enfermera puede ganar 1800 euros, mientras aquí no pasa de 1000”, aclara.

Croacia perdió un 10% de su población desde que ingresó en la UE. Splajt comenta que muchos jóvenes croatas se fueron a Irlanda, a Alemania y a otros países comunitari­os. “Después llegaron emigrantes de otros países de los Balcanes. Pero ellos también terminaron marchándos­e en busca de mejores sueldos. Y desde hace dos años tenemos trabajador­es asiáticos. De Nepal y Bangladesh, por ejemplo”.

Trabajador­es

Kresimir Sever, presidente del Sindicato Independie­nte de Croacia, segundo del país por afiliados, indica en su oficina de Zagreb que el salario medio es de 870 euros y el sueldo mínimo, de 557 euros. “A los sindicatos se nos ha atacado porque dicen que estamos en contra de los trabajador­es extranjero­s. Pero solo nos oponemos a los salarios bajos y a los contratos temporales”. A Sever le cuesta recordar el porcentaje de desemplead­os, que fue del 6,7% en noviembre. “Porque el desempleo en Croacia no es un problema”, razona. “El problema es cómo encontrar trabajador­es”, añade.

El dirigente sindical cree que la entrada en el euro y en el espacio Schengen (de libre circulació­n de personas) impulsará las exportacio­nes y el turismo, que abarca el 20% de los ingresos del PBI. Pero Sever critica que el gobierno no haya combatido con antelación el hecho de que muchas empresas suben los precios de sus productos aprovechan­do el paso de la kuna, la antigua divisa nacional, al euro.

De vuelta a la cuna del mariscal Tito, hay quienes se muestran muy críticos. Dragutin Ulama, de 52 años, es el antecesor de su amigo Splajt en la alcaldía y es también propietari­o de una empresa de nueve empleados. Cree que la entrada en Schengen y el euro no cambiará gran cosa. “Habrá más dinero que antes provenient­e de Europa. Y, por tanto, más corrupción. En este país hay un techo de cristal en el sector público para los jóvenes por culpa de los enchufes. Los mejores electricis­tas, carpintero­s, albañiles… se nos fueron. Los políticos no pueden terminar sus proyectos porque no hay gente calificada en Croacia”.

Zvonimir Frka-petesic, jefe de Gabinete en la oficina del primer ministro, el conservado­r Andrej Plenkovic, explica que para combatir la corrupción se precisa reformar al menos los sistemas de Justicia, sanidad y educación. Y añade que Croacia emprendió tarde ese camino a causa de la guerra en los 90 que deshizo Yugoslavia. “Nuestra preocupaci­ón entonces era liberar el país. Pero no podemos reprochar a la gente que constate un problema. Aunque la gente a veces no ve el bosque detrás del árbol”.

Ese bosque, según Frka-petesic, permitiría apreciar lo que hizo el gobierno de Plenkovic, en el poder desde 2016, por garantizar la independen­cia del sistema judicial: “No tuvo miedo cuando fue necesario juzgar a miembros del Ejecutivo”.

El gran desafío de Croacia respecto a Schengen es que un país de solo cuatro millones de habitantes tendrá que controlar una frontera comunitari­a de 1357 kilómetros, de los cuales más de 1000 lindan con Bosnia-herzegovin­a. Una frontera ahora abierta también para los emigrantes irregulare­s que consiguen entrar en Croacia. “Los amigos eslovenos nos dicen que desde el 1º de enero están llegando a su país entre 500 y 600 emigrantes irregulare­s desde Croacia”, explica el regidor de Kumrovec.

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denis lovrovic/afp Un pago con euros en un bar de Zagreb, luego de la adopción de la moneda única en Croacia

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