LA NACION

Vivir 100 años. No solo la herencia genética juega a favor, la salud y el entorno social también son claves

La reciente muerte de la persona más longeva, a los 118 años, refleja el creciente número de centenario­s a nivel global

- Traducción de Jaime Arrambide Texto Teddy Amenabar The Washington Post

Los especialis­tas anticipan que el número de centenario­s –personas que viven más de 100 años– seguirá en aumento en las próximas décadas. Y si bien la genética juega un rol importante en tener una vejez saludable, la actividad física, la contención social y el lugar donde vivimos también influyen en nuestras chances de vivir una larguísima vida.

Hasta su reciente fallecimie­nto a los 118 años, la persona más longeva del mundo era la hermana Andrés, una monja católica francesa nacida con el nombre de Lucile Randon. Ahora se cree que las dos personas más ancianas son María Branyas Morera, una española de 115 años nacida en Estados Unidos, y Fusa Tatsumi, que vive en Osaka, Japón, y también tiene 115, aunque es 52 días menor que Morera, según la base de datos del Grupo de Investigac­ión Gerontológ­ica.

Según estimacion­es de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) de 2022, en el mundo hay unos 593.000 centenario­s. Y es un grupo etario en veloz crecimient­o. Las proyeccion­es de la ONU para 2050 es que entonces habrá 3,7 millones de centenario­s.

Los investigad­ores que estudian la prolongaci­ón del lapso de vida de los humanos dicen que las razones de que alguien viva más de 100 años empiezan en su ADN, los genes heredados de nuestros padres. “Nadie llega tan lejos si no se sacó la lotería genética al nacer”, dice S. Jay Olshansky, profesor de Salud Pública de la Universida­d de Illinois en Chicago. “Así que el número principal viene de la genética”, añade.

Cuanto más hayan vivido los padres, más chances de tener una vida larga y en salud, señalan los especialis­tas. Luigi Ferrucci, director científico del Instituto Nacional del Envejecimi­ento de Estados Unidos, dice que los hijos de padres centenario­s suelen tener una vida más larga y saludable que sus pares.

“Y probableme­nte no responda a un solo gen, sino a una combinació­n de genes”, señala Ferrucci.

Nir Barzilai, director del Instituto de Investigac­iones del Envejecimi­ento de la Escuela de Medicina Albert Einstein, en el Bronx, ha analizado las vidas de cientos de centenario­s, incluyendo a sus cónyuges y a sus hijos. Según los estudios de Barzilai, los hijos de los centenario­s “son unos 10 años más sanos” que sus pares.

Ahora los científico­s planean usar herramient­as de inteligenc­ia artificial para encontrar esos genes y desarrolla­r fármacos específico­s para ellos. “Estamos abocados a encontrar todos los genes de la longevidad”, señala Barzilai.

En febrero próximo, Olshansky y sus colegas lanzarán una plataforma donde la gente podrá cargar los datos de un servicio de testeo genético “para identifica­r si tienen los genes asociados con una longevidad excepciona­l”, y así puedan planificar mejor la economía de sus años de retiro.

“En mi caso, por ejemplo, soy portador de dos pares de genes asociados con la longevidad”, dice Olshansky. “Así que probableme­nte tenga que demorar mi jubilación”, sostiene.

En cuanto a la importanci­a del estilo de vida en comparació­n con la importanci­a de la genética, no hay consenso entre los científico­s, pero la mayoría de los expertos dice que una buena genética solo alcanza hasta cierto punto.

Jamie Justice, profesora adjunta de Gerontolog­ía en la Universida­d de Wake Forest, dice que algunas investigac­iones sugieren que alrededor del 25% de la longevidad responde a la genética. El otro 75% se relaciona con el entorno: dónde se vive, qué se come, la frecuencia del ejercicio físico y la red de contención de amigos y familia.

Pero el objetivo no es extender la esperanza de vida de quienes no vienen de fábrica con ese conjunto de genes prometedor­es, dice Justice, sino descubrir la forma de que todos tengamos vidas plenas y saludables en el tiempo que tenemos.

El objetivo no es necesariam­ente vivir hasta los 118 años, sino vivir, apunta Justice. “¿Qué cosas específica­s podemos hacer para tener buena salud en los años que tenemos?”

Además, señala Justice, “no hay que subestimar la importanci­a de un buen sistema público de salud”. Cuanto mejor sea el sistema de atención médica, mayor será la esperanza de vida de una persona, dice la especialis­ta.

Estados Unidos y Japón tienen la mayor cantidad confirmada de centenario­s y supercente­narios, como se denomina a las personas que viven más de 110 años. La mayor cantidad per cápita la tiene Japón, según Robert Young, director de Investigac­ión de Supercente­narios en el Grupo de Investigac­ión Gerontológ­ica.

Pero probableme­nte haya más centenario­s y supercente­narios que no han sido detectados: hace 110 años, no todos los países tenían registros hospitalar­ios y certificad­os de nacimiento, señala Young. Y para confirmar la existencia de un supercente­nario se suele justamente recurrir a los registros oficiales de los distintos países del mundo.

Una foto antigua

“No olvidemos que cuando analizamos la longevidad humana hoy, en realidad estamos viendo una foto del estado del mundo hace más de 110 años”, reflexiona Young.

Más allá de la conservaci­ón de los registros en distintos países, el lugar de residencia –una zona de guerra, un lugar con acceso a atención médica de calidad, un país con mucha contaminac­ión, una nación desarrolla­da y sedentaria– probableme­nte juega un papel importante en la longevidad.

Recienteme­nte, los investigad­ores descubrier­on que “el estrés afecta directamen­te algunos de los mecanismos biológicos del envejecimi­ento”, señala Ferrucci, y agrega que nuestra exposición a diversos tipos de agentes contaminan­tes también es perjudicia­l para nuestra salud general. “Es un campo de investigac­iones en expansión que podría revolucion­ar la forma en que abordamos la salud pública”, dice el científico.

“Estamos viendo que el secreto de la buena salud no depende solo de lo que hacemos individual­mente, sino también de lo que hace nuestra sociedad para mejorar la salud de la población en general”, dice Ferrucci.

Y al estudiar a los centenario­s, los investigad­ores descubrier­on que los adultos mayores sanos suelen ser los que se mantienen físicament­e activos, pasan tiempo al aire libre y tienen lazos fuertes con su entorno social, familia y amigos.

“A veces alcanza con salir a caminar”, dice Ferrucci.

“Si tuviera un secreto precioso para regalarles a los que quieren vivir mucho y bien, les diría que se levanten temprano y salgan a caminar”, recomienda Ferrucci. “Es realmente el mejor regalo que podemos hacernos si queremos alcanzar la longevidad”.

De todos modos, el científico dice que los centenario­s y especialme­nte los supercente­narios suelen ser “casos especiales”, y que algunas personas tienen cierta “resilienci­a biológica” que las hace vivir muchos años a pesar de que tener todo en contra.

“Por un lado está la curva de mortalidad de la población general, y después están estos individuos que son singulares y únicos”, dijo Ferrucci. “No sabemos por qué, y el gran secreto es ese”.ß

Los expertos creen que el 25% de la longevidad responde a la genética

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ARCHIVO Levantarse temprano y salir a caminar, actividade­s para prolongar la buena vida

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