Recetas de Sara Gallardo, una viajera incansable, para convertirse en un turista chic
Vivir de viaje reúne crónicas, tips y cartas de la escritora argentina publicadas, entre 1960 y 1980, en gran parte, en la nacion
Consejos para viajar a la costa bonaerense, Jujuy o Salta, crónicas desde La Habana, Londres y Nueva York, notas para la página de moda La donna é mobile, recetas para turistas que aspiran a ser chic, cartas que relatan cabalgatas y otras aventuras forman parte del equipaje de Vivir de viaje (Fondo de Cultura Económica), volumen con escritos de Sara Gallardo (1931-1988) seleccionados por la doctora en Letras e investigadora Lucía De Leone, quien ya había editado textos periodísticos de la autora de El país del humo. “Siempre me había quedado la idea de la Sara viajera, que a tantos lugares había ido por cuestiones personales o laborales –dijo a la nacion–. Había una viajera interesante para mostrar”.
En uno de los primeros escritos, Gallardo equipara el viaje con la transformación. “No sé si a veces tienen ganas de abandonar el estilo de vida argentino por un rato –bromeó en una nota para Confirmado, en junio de 1970–. Digo, de hacer un viaje. No por vías alucinógenas; esta es una publicación seria; ¿la comprarían si no? Digo, un viaje físico, de esos que según se dice renuevan, levantan, y todo eso”. A diferencia de los turistas y, en particular, de una especie que la avergüenza (los turistas argentinos), la cronista se asume como un “paria pagado por la revista” que tiene “la libertad del linyera y del magnate”.
El libro reúne textos de mediados de la década de 1960 a la de 1980, publicados en Confirmado, Atlántida y, en gran parte, en la nacion, y se suma a la serie de viajeros que dirige Alejandra Laera para FCE, con títulos dedicados a escritores como Victoria Ocampo, Manuel Mujica Lainez y Clarice Lispector.
En el prólogo, “Toda bicha que camina”, De Leone se refiere al modo en que los viajes signaron la obra de la escritora. “Como me dediqué a estudiar a Sara muchos años había hecho un relevamiento en bibliotecas y archivos. Quedaba sin mostrar su faceta de viajera. Revisé los materiales que tenía; la mayoría, inéditos. Hay cartas tomadas como relatos de viaje: hace viajar al que la lee y al que la escribe. También hay una entrevista de Luisa Valenzuela sobre su vida en las sierras cordobesas, donde se instaló con sus hijos entre 1975 y 1978”.
A partir de 1979, Gallardo vive en Europa –Barcelona, Rougemont y Roma– y solo regresa a la Argentina para visitar a su familia o promocionar sus libros. “Se encontraba con personalidades o escribía sobre las últimas tendencias de moda en Milán, el funeral de Borges en Ginebra o sobre Nápoles ‘maradonizada’. Los textos muestran a esta viajera incansable”, dice la compiladora. Por las páginas desfilan Joseph Ratzinger, Gianni Versace, Adolfo Bioy Casares y Giulietta Masina, entre otros.
Vivir de viaje tiene una organización didáctica. “La primera parte incluye crónicas y escritos donde da consejos para viajar, qué valija llevar, no demostrar que se es argentino, todo con ese tono característico de su escritura, irónico, festivo y dramático, y los demás apartados se organizan en función de espacios: Europa, América y la Argentina –describe De Leone–. Encontramos ciertas recetas para el arte de viajar, donde vemos una autocrítica, como cuando se va en trasatlántico a Barcelona en la era de los aviones, con una galga, baúles, sábanas, frazadas y un lavarropas lleno de libros”.
Los viajes de Gallardo por la Argentina evocan los escenarios de sus novelas y cuentos. “Así como se ocupó de que su literatura se ‘federalizara’ en distintos lugares, lo mismo pasa con sus viajes, que despistan todo el tiempo y funcionan como un correlato no ficcional. En un viaje a Salta se encuentra con Lisandro Vega, el nombre evangelizado de Eisejuaz, ante quien ella se rinde y lo convierte en el protagonista de su novela. Ese viaje le permite tener esos materiales en crudo para Eisejuaz, una de las novelas más importantes de los últimos tiempos de la literatura argentina”, dice De Leone.
“Estos materiales tienen una gran vigencia –concluye la investigadora–. No quedaron pegados a la coyuntura. La vigencia la podemos encontrar en el tipo de escritura que nos convence y a la vez nos distancia. No fue lo que se esperaba de ella, lo que su clase esperaba, sino desfachatada, impertinente, a veces políticamente incorrecta. Esa mezcla de tonos y ese afán de meterse con todos los temas la hacen una escritora actual, ese gesto tan contemporáneo que gusta tanto porque ve lo que no se ve tan fácilmente y lo retrata desde la burla, la incomodidad, la jactancia”.