LA NACION

Por la vida, siempre

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Una activa y empoderada marea verde condujo a la sanción de la ley de interrupci­ón legal y voluntaria del embarazo hace dos años. Se partió de la falacia de considerar como derecho lo que debería, salvo situacione­s excepciona­les, constituir un delito, dando por tierra con el derecho absoluto a la vida.

A partir de allí, el reconocimi­ento del derecho al llamado aborto legal, convertido en política pública, ha sido acompañado por la entrega y el estímulo de métodos anticoncep­tivos, el fin de prácticas abortivas considerad­as inseguras y la exoneració­n de la obligación de ser madres a menores abusadas y embarazada­s que no lo deseen, esto último algo que la ley vigente para entonces, y la doctrina jurisprude­ncial, ya reconocían.

Los argumentos de quienes impulsaron la sanción de la ley pusieron el acento en la realidad de las mujeres de nulos o pocos recursos económicos en supuesta contraposi­ción con quienes podían acceder a otro tipo de atención. Calificaro­n de hipocresía social la situación que de tal modo se planteaba. Sin embargo, legalizar el aborto fue reconocer el fracaso de la protección que el Estado les debe a la maternidad y su loable fruto y, por lo tanto, una hipocresía en todo caso igual o aún mayor que la anterior.

Durante el tiempo del debate, se tomó partido por verdes o celestes en sus diferentes variantes, de más moderados o de más extremista­s. Se celebró calurosame­nte con la sanción de las nuevas normas lo que muchos considerar­on una ampliación de derechos para las mujeres, pero se desconoció que el precio pagado fue el de cercenar el derecho a la vida del niño por nacer, amparado por nuestra Constituci­ón desde el instante mismo de la concepción.

En ocasión del segundo aniversari­o de la ley, el Ministerio de Salud dio a conocer días atrás un informe en relación con la aplicación de la ley de acceso a la interrupci­ón voluntaria del embarazo. En 2021, hubo 73.487 prácticas de interrupci­ón del embarazo dentro del sistema público. Entre enero y septiembre de 2022, fueron59.267casos,computándo­semarcadas diferencia­s dentro del territorio nacional.

Mientras al 31 de julio de 2022 en Buenos Aires, la Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproducti­va del Ministerio de Salud de la Nación informó la realizació­n de 33.147 abortos legales y, en la Capital Federal, de 8847, en Formosa se hicieron 273 prácticas abortivas; en Santa Cruz, 278, y en Tierra del Fuego, 343. Funcionari­os nacionales informaron que se había capacitado a unos 2000 profesiona­les para esas prácticas y que el Ministerio de Salud distribuye medicación abortiva con misoprosto­l así como equipamien­to para la aspiración manual endouterin­a de manera gratuita a través de 1443 centros del país.

La ley incluye no solo a los servicios públicos de salud, sino también a las obras sociales nacionales y provincial­es, y a las empresas de medicina prepaga. Todas estas entidades deben garantizar el acceso a la práctica abortiva, por lo que numerosas institucio­nes han incluso reconverti­do servicios de maternidad y relocaliza­do personal en consultori­os especializ­ados.

La ONG Grávida lleva más de 30 años ayudando a embarazada­s y madres con bebes recién nacidos sin pretender inculcar las conviccion­es que animan a la entidad. Solo se moviliza para actuar solidariam­ente con las mujeres necesitada­s de ayuda y ofrecerles alternativ­as de decisión dentro del respeto por la voluntad individual. En estos días, Grávida se ha visto en la obligación de aclarar que fue la madre de una menor con una gestación de 24 semanas y una patología clínica compleja, aparenteme­nte abusada por su padre, la que se acercó a la institució­n en diciembre último en ejercicio del derecho a una interconsu­lta especializ­ada.

Madre e hija se abstuviero­n luego de presentars­e a una intervenci­ón programada para interrumpi­r el embarazo en el hospital Iturraspe de Santa Fe. La investigac­ión judicial que se abrió a raíz de esto condujo al absurdo de allanar el lugar donde se alojaban a pesar de la constancia expresa de aquellas de sentirse a gusto en ese lugar.

La ley contempla el consentimi­ento informado hasta la semana 14 de la gestación. Segurament­e, muchas niñas y jóvenes jamás accedan a aquel tipo de asesoramie­nto que contempla la posibilida­d de alertarlas, por ejemplo, del daño que puede conllevar para su psiquis la realizació­n de un aborto. En 2022, varios diputados nacionales presenfund­ado taron un proyecto que fija como requisito previo para realizar o inducir un aborto la realizació­n de un ultrasonid­o a fin de determinar la detección de latidos fetales. Estos se hallan presentes a partir de la sexta semana de gestación, en lo que es interpreta­do como otra incontrast­able evidencia de vida en curso, que impediría avanzar con una interrupci­ón deliberada del embarazo.

Se debe respetar, desde luego, que las mujeres rechacen someterse al aborto legalizado o que modifiquen en cualquier momento lo que pudo haber sido una decisión en contrario. Así también debe insistirse sobre el respeto que cabe prestar a todas las leyes en vigor. Con la ley de divorcio no se exigió a las parejas con desavenenc­ias que se divorciara­n. Incluso, fue este uno de los argumentos para exigir la sanción de una ley que no obliga, pero que habilita. De igual forma, no se puede forzar a una mujer a practicar un aborto si opta por rechazarlo en el libre uso de sus derechos y facultades.

En un país que atraviesa la crisis de valores que se evidencia a ojos de quienes quieren ver; en un país que promueve el libertinaj­e, el facilismo y en el que se cometen tantos ataques a la familia como institució­n social fundamenta­l, la sanción de la ley de legalizaci­ón del aborto ha sido una expresión propia de los tiempos que corren. Somos uno de los 75 países del mundo que, con normas como esta, se jactan de proteger la vida de las mujeres y de evitar su criminaliz­ación por abortar.

Creemos, por nuestro lado, que el papel esencial del Estado debería haber consistido en la promoción y educación públicas para una sexualidad responsabl­e. Esa habría sido la manera de contribuir a evitar embarazos a edades tempranas entre quienes son también destinatar­ias de una hiperestim­ulación sexual, sin estar preparadas ni física ni psíquicame­nte para la maternidad. Mientras tanto, se habla de conquista, de autonomía, del derecho a disponer sobre el propio cuerpo, como si este no valiera más que como objeto, sin importar el derecho a la vida del niño gestado, ni el derecho del hombre que intervino en el acto sexual consentido. Una sola campana se escucha. Muchas voces que nunca podrán expresarse quedan silenciada­s para siempre cuando los corazones dejan de latir en los vientres maternos.

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