Los amateurs argentinos apuestan al golf universitario: estudian en EE.UU. y sueñan con el PGA
Aumenta la tendencia por elegir formarse en universidades norteamericanas; cómo viven allí los chicos que sueñan con ser estrellas del mañana en este deporte
Es una decisión crucial. El momento de apostar, de jugársela. De creer que están dadas las condiciones para triunfar. Y si al final el talento deportivo no es suficiente, contar con una profesión que permita un sustento sólido para la vida laboral. Los golfistas argentinos que participaron en el último Latin America Amateur Championship en Puerto Rico, y muchos otros aficionados de nuestro país, atraviesan una etapa clave para su futuro en este deporte. Uno de los caminos es incorporarse a universidades de los Estados Unidos con programas de golf, maquinaria que nunca se detiene en pos de formar jugadores y jugadoras para los mejores circuitos profesionales. ¿Qué es lo que viven estos chicos cuando abandonan sus casas para cristalizar el sueño de campeones?
Seis de los ocho representantes nacionales que actuaron en el LAAC, todos entre los 20 y los 23 años, cursan actualmente en algún claustro norteamericano, con distintas experiencias y realidades. Manuel Lozada, Mateo Fernández de Oliveira –el campeón en el Grand Reserve Golf Club– y Segundo Oliva Pinto son alumnos de la Universidad de Arkansas, aulas por donde pasó el pintoresco John Daly, campeón de dos Majors. Lozada tiene 20 años, es cordobés y sigue la carrera de Sports Management: “Para ingresar en Arkansas, primero armé mi currículum y empecé a mandar mails. Al mismo tiempo jugué torneos en Estados Unidos para que me vieran los coaches en vivo, más allá del intercambio virtual. Me fue bastante bien y tuve la chance de conocer a un par de entrenadores; así me contacté. Cuando tuve las opciones, me fijé en el calendario de torneos, las instalaciones de la universidad para entrenarse y el nivel del equipo. También, lógicamente si me gustaba la ciudad, el clima y qué tal era la facultad a nivel académico”.
Lozada, nacido en Villa Allende, relata cómo es el día a día de la vida universitaria: “Se extraña mucho siempre, pero estamos todo el día a full entrenándonos en la cancha y asistiendo a clases a nivel académico. No tenemos ni un segundo libre. Mientras dura la temporada, entre el estudio y los torneos, no tenés ni tiempo para pensar en tu casa y se hace todo muy llevadero. Pero reconozco que me dan muchas ganas de estar en Córdoba de vez en cuando”.
En la rutina de un día promedio, se levantan entre las 7 y las 8, desayunan y asisten a clases hasta el mediodía, con distintas materias. Después almuerzan en el complejo donde se alimentan todos los atletas de la universidad y de allí se dirigen a la cancha, con el objetivo de practicar para los torneos. “Normalmente salimos a jugar partidos hasta las 18, para luego arrancar con el gimnasio. Finalmente, a cenar y a dormir”, explica Lozada, que detalla: “Puede haber clases donde asisten 40 o 300 personas. En la universidad hay 35.000 alumnos en total y al golf juegan 11. Tenés deportistas de todo tipo de disciplinas y estudiantes convencionales; los que estamos en golf somos un subgrupo muy pequeño”.
Fernández de Oliveira, que con su triunfo en el LAAC jugará tres Majors este año, encara ya el último semestre en Arkansas y se graduará en mayo, en la carrera de Comunicación. “Soy de esta idea: si el día de mañana el golf no me funciona o no será mi medio de vida, trabajaré en una profesión relacionada con el deporte, del que soy muy fanático. Por eso es que tengo un plan de hacer un Master en una universidad de Estados Unidos”. El sanisidrense recomienda: “Para ir a la universidad, tenés que buscar un lugar que te cierre no desde lo golfístico, sino del lugar en donde vas a estar, de con quién vas a pasarla y de las condiciones de vida. Muchos se enfocan en encontrar lo mejor que pueden respecto del golf, pero terminás yendo y capaz que no te convocan al primer torneo ni al segundo; el equipo viaja, vos te quedás y decís ¿Qué hago acá? Estoy lejos de
mi casa y de mis amigos. No le terminás sacando provecho, en lugar de ir a otra universidad en donde jugarías la mayoría de los torneos”.
Mateo, que proyectaría hacerse profesional en el segundo semestre, luego de jugar el Masters, el US Open y el Open Británico, advierte: “Para mí, el college no es para todos. Un chico como Abel Gallegos (campeón del LAAC en 2020 y ahora en el Korn Ferry) no la hubiese pasado tan bien. La realidad es que cada jugador es diferente y necesita un proceso distinto. Capaz que a Abelito no le resultaba y a mí me calza perfecto; tomamos dos caminos separados intentando llegar al mismo lugar en el golf”. Y grafica: “Cuatro años no es poco tiempo y nadie quiere estar todo ese período renegando y sufriendo. En realidad, a los que les pasa eso no terminan la carrera. En mi caso, con el estudio nunca tuve un problema; siempre fui responsable y me hice cargo de lo que tengo que hacer, de estar al día. Tampoco me costó estar lejos de mi familia porque viajo desde muy chico”.
Los chicos juegan unos diez torneos interuniversitarios al año y cada facultad presenta a cinco jugadores por certamen de los once o doce que tiene el coach a disposición. Tras cada vuelta del certamen, se descarta un score del quinteto. El formato general de la competencia universitaria consta de una primera etapa de Conferencias, donde se miden universidades de la misma zona. Luego se clasifica para los Regionales y, finalmente, las mejores 30 definen el título en los Nacionales, bajo la modalidad medal play para los primeros 36 hoyos y los cruces match play decisivos entre los últimos ocho equipos. “La cultura universitaria de golf en Estados Unidos es muy importante, tanto que en varios jugadores del PGA Tour podés ver en sus bolsas de palos el logo de la universidad donde se graduaron de más jóvenes”, aporta el coach argentino Hernán Rey, que enfatiza: “El sentido de pertenencia a sus facultades es enorme a lo largo del tiempo, y estas competencias se viven apasionadamente”.
En el enorme campus de Arkansas hay 60 edificios de departamentos. Los chicos argentinos duermen en apartamentos de cuatro personas, cada uno con su habitación y su baño. “La universidad es tan grande que no sabés si vivís dentro o fuera del complejo, pero estás a cinco minutos de las clases y a diez de la cancha de golf. Hay miles de opciones”, enumera Lozada, que al igual que otros de sus compañeros volvió a la Argentina en la última semana de noviembre, cuando termina el semestre universitario, y pudo disfrutar de los festejos del Mundial de Qatar en el país.
Según el nivel golfístico, es posible obtener una beca completa en la universidad, con lo que el jugador se ahorrará unos 40.000 dólares al año, lo que paga un alumno convencional en Arkansas de manera anual. En otros casos, la beca puede cubrir hasta un 70% de los gastos, pero ese porcentaje puede aumentar en la medida que el alumno obtenga buenas calificaciones en las clases y logre un buen promedio general, además de elevar su rendimiento en el fairway y el green. El cordobés Segundo Oliva Pinto, de 23 años, tiene todos los gastos cubiertos. Hace unos años se animó a un cambio: pasó de UNC Wilmington, en Carolina del Norte, a defender el escudo de los Razorbacks de Arkansas: “Fue un salto de calidad muy importante y que me acercó a un nivel superior para poder ser profesional; quería estar más próximo al PGA Tour. Y en cuanto a lo académico, la universidad es muy buena: estudio Ciencias Políticas y me va bastante bien”.
Oliva Pinto vivió una insólita y desafortunada situación mientras disputaba los octavos de final del US Amateur 2020, que se realizó en Bandon, Oregon. Su caddie cometió el error garrafal de tocar la superficie del búnker con la mano, una clara infracción de la Regla 12.2b. Si bien negó enfáticamente haber tanteado la arena con sus dedos, la evidencia del video llevó a los oficiales de la USGA a concederle el hoyo y el triunfo por uno arriba a su rival, Tyler Strafaci. Más allá del desencanto, Oliva Pinto aceptó la penalización con hidalguía, una actitud que fue elogiada por la máxima entidad estadounidense de golf y por los medios locales, más allá de que la culpa había sido de quien le llevaba los palos. “No me arrepiento de nada y disfruté de aquella experiencia, de cualquier manera. Con el caddie volví a hablar: lo que le pasó le pegó muy fuerte porque su sueño era ser caddie en el PGA Tour. Y apenas tuvo el incidente, él sabía que jamás iba a conseguirlo. Además, recibió muchos mensajes en las redes donde le dedicaban insultos. Por ahí algunos me dicen: ‘Yo lo hubiese c… a
trompadas’, pero veníamos con una buena energía y terminó siendo una lástima”.
En la universidad de North Texas hay dos argentinos que participaron en el LAAC, Diego Prone y Vicente Marzilio, miembros del equipo verde de los Mean Green Eagles. “Llegué a Texas casi sin hablar inglés, prácticamente en cero. Antes de entrar recurrí dos meses a la empresa IMG, jugué un par de torneos en Florida y ahí aprendí un poco del idioma. Sabía que eso me iba a ayudar”, cuenta Prone, de 21 años, oriundo de Pilar y formado en el club Los Lagartos. Respecto del idioma, Marzilio apunta: “Llegué con una base de inglés, pero en los dos últimos años estudié mucho, sobre todo para exámenes difíciles como el SAT o el TOEFL. Aunque nada que ver la forma en que hablo ahora a lo que era a mi arribo. Además, estoy de novio con una chica texana desde hace nueve meses que juega al golf en el equipo, eso me ayudó un montón a soltarme con el inglés. Al principio estás incómodo porque no te llegan las palabras, hasta que de pronto todo empieza a fluir”. El joven de Hindú Club, que ganó mucha confianza al ganar su primer torneo de Conference, se refiere a las responsabilidades que requiere la universidad en cuanto a los estudios: “He tenido momentos académicos en los que estuve nervioso y cometí macanas en algunas clases. Pero lo que hicieron fue enseñarme a ser más responsable. En algún trabajo me saqué un cero y en ese momento parecía un episodio muy importante, pero finalmente no fue tan grave”.
Pronesueñaconseremprendedor y tener el conocimiento de cómo llevar adelante un negocio; es la carrera que está estudiando: “Me pareció que un camino universitario era lo mejor para mi futuro, es lo que hace la mayoría. La voy llevando bien, hay clases más fáciles y más difíciles. Es un curso que dura cuatro años y termino en mayo de 2024 Después, quiero llegar al PGA Tour con tarjeta”. Marzilio culminará sus estudios para la misma fecha: “Voy a hacerme