LA NACION

Enrique Szewach «Hace años que la palabra productivi­dad no se usa en la Argentina»

- por luciana vázquez » para LA NACION

El economista de la Fundación Mediterrán­ea propone un nuevo régimen económico, con cambios en los incentivos para fomentar la inversión privada; además, asegura que Massa está tomando decisiones que condiciona­n la macroecono­mía del próximo gobierno

Elempresar­iadoprivad­otiene que reasumir el rol de empresario de riesgo”, plantea. “El mercado de capitales es chico en la Argentina pero, además, el ente regulador, la Comisión Nacional de Valores, no tiene la independen­cia que tiene que tener”, advierte. “El próximo gobierno tiene que hacer un cambio de régimen: cambiar los incentivos para que el que invierta sea el sector privado, el que ahorra sea el sector público y el que genere empleo y crecimient­o sea el sector privado. Lo que pasa en todos los países”, afirma.

El economista Enrique Szewach pasó por La Repregunta. Szewach es el director ejecutivo del IERAL, de la Fundación Mediterrán­ea, donde, junto a Carlos Melconián, avanzaron en el diseño de un programa económico para el próximo gobierno.

En medio de un contexto económico complicadí­simo, se instalan preguntas. Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

-Un enero de hace 17 años, se concretaba la cancelació­n total de la deuda con el FMI, anunciada por el entonces presidente Néstor Kirchner. Se discutió mucho si era la mejor decisión posible por los costos. Para muchos, ese anuncio se trató más de una posición retórica, esa idea de la Argentina recuperand­o soberanía. ¿Cuánto de retórica hay en la recompra de la deuda que planteó el ministro de Economía Sergio Massa, otra vez, como recuperaci­ón de la soberanía económica?

-El objetivo de corto plazo, no confesado, de este programa de intervenci­ón o de recompra era frenar la corrida que se armó en los mercados supuestame­nte libres, que también tienen restriccio­nes, y por supuesto, en el blue. Pero no se podía anunciar como intervenci­ón por dos razones. Primero, porque no se anuncia. Y segundo, porque al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), aunque está firmando cualquier cosa, no le gusta demasiado que el gobierno intervenga en el mercado de cambios. En cambio, una operación de recompra de deuda se puede vender más razonablem­ente. Ahora, una operación de recompra de deuda de mil millones de dólares nominales o de mil millones dólares reales, todavía no lo sabemos, no va a cambiar mucho la historia dado el monto de la deuda. De hecho no la cambió.

-Claro, el dólar se disparó otra vez. ¿Cuánto de lo que hace Massa está condiciona­do por la presión de los socios políticos del Fdet y cuánto es porque es la única herramient­a posible en medio de esta crisis, más allá de las presiones?

-Es una mezcla. Por un lado, lo que le importa a la gente es la tasa de inflación. Los movimiento­s del dólar, sobre todo el blue y de la brecha, influyen sobre la tasa de inflación. Pero el problema central es que este gobierno tiene pocos instrument­os. Y el ministro usa los pocos instrument­os que tiene, usa su ingenio y esta retórica, para usar tus palabras. Pero básicament­e es lo que tiene porque estamos al final de un ciclo de gobierno que, además, se ha deteriorad­o visiblemen­te. El margen de maniobra que tiene un gobierno en su último año, en condicione­s normales, es muy bajo. En estas condicione­s es más bajo todavía. Y en la situación objetiva de la Argentina, que tiene un problema de déficit fiscal, un problema de deuda, un problema de no poder acceder a los mercados, sin reservas en el Banco Central, al gobierno no le queda otra que usar los pocos instrument­os que hay. Sumale algo que ya pasa en la Argentina desde 2015: estamos frente a gobiernos de coalición que se armaron para ganar elecciones pero no para gobernar. Las coalicione­s en la Argentina no tienen un contrato ni un acuerdo. Se unen para ganar una elección y después le delegan a alguien el manejo. Se lo delegaron a Massa, que es más importante que (Martín) Guzmán y mucho más que (Silvina) Batakis porque es uno de los accionista­s del Fdet, minoritari­o, pero accionista al fin. A Massa le han dado, lo digo entre comillas, plenos poderes para que avance pero dentro de ciertas circunstan­cias. Sospecho que Massa también quiere mantener su posición expectante, no sé si para esta elección o para la próxima. Pretende mantener por lo menos la posición de que él no ha destruido lo poco que le queda a este gobierno.

-¿Cuáles de estas decisiones que no resuelven las urgencias van a terminar condiciona­ndo muy estructura­lmente al futuro gobierno?

-No diría estructura­lmente pero claramente Massa está tomando decisiones que, en muchos casos, compromete­n al próximo gobierno. Primero, van a postergar el aumento de tarifa, que va a volver a recaer en el próximo gobierno. Están postergand­o la devaluació­n, un salto en el tipo de cambio oficial, que está muy atrasado. No sé si lo van a lograr porque está el tema de la sequía y tienen que conseguir un montón de dólares. Los dólares que está consiguien­do son préstamos que habrá que devolver. Está asumiendo compromiso­s con empresas que aprovechan la situación para pedir más de la cuenta. Está congelando precios. Ni qué hablar de la acumulació­n de la deuda interna y del problema monetario del Banco Central. Todo esto condiciona la macroecono­mía de corto plazo del próximo gobierno. A eso, se le suma un condiciona­miento estructura­l que es más grave.

-¿A qué se refiere?

-El problema fiscal. La Argentina tiene un déficit fiscal estructura­l que solo se cierra de a ratos con inflación.

-Ahora está en 2,4%.

-Sí pero son todas bajas derivadas del shock inflaciona­rio porque, con la inflación, se licuan los gastos, las jubilacion­es y se inflan los ingresos. Hay que dejar de usar la inflación como mecanismo de cierre fiscal. Eso implica efectivame­nte un cambio de régimen. Este gobierno no lo va a hacer y está entorpecie­ndo el camino de ese cambio de régimen para el próximo gobierno. Igual, aunque lo entorpezca, si hay voluntad política y si hay un buen programa y un buen equipo, ese cambio de régimen va a suceder.

-Desde la Fundación Mediterrán­ea, ustedes elaboraron un programa que ponen a disposició­n de las distintas fuerzas políticas. ¿Qué es, en ese programa, un cambio de régimen?

-La economía argentina de los últimos años fue una economía sin incentivos para el sector privado para invertir y generar empleo de calidad. Fue una economía basada en el gasto del sector público y en incentivos de corto plazo. Capitalism­o de amigos… ni siquiera de amigos, de conocidos. Pero ése régimen llevó a

que hace 10 años que la economía no crece; que no genera un empleo de calidad neto en serio, donde la productivi­dad se ha desplomado. El cambio de régimen es cambiar los incentivos que tiene una economía para que el que invierta sea el sector privado, el que ahorra sea el sector público y el que genere empleo y genere crecimient­o sea el sector privado. Lo que pasa en todos los países.

-¿Esos incentivos son macroeconó­micos?

-Primero, está el incentivo macroeconó­mico de la estabilida­d, de terminar con la inflación, de tener un régimen fiscal estable, de no tener que recurrir a impuestos espasmódic­os. Hay que reformar el régimen impositivo. Hay que reformar el gasto. Esa es la macro. Y después vienen los incentivos sectoriale­s. Tenés que generar el ambiente de productivi­dad, el marco de las relaciones laborales, por ejemplo. En la Argentina, la palabra productivi­dad ha dejado de usarse hace muchos años. Un país que no usa la palabra productivi­dad tiene un serio problema en el siglo XXI.

-Mencionó bajar el gasto y bajar impuestos.

-Dije reforma positiva y bajar el gasto.

-¿Reforma positiva es bajar impuestos? Esa es una buena aclaración.

-Al final del día, sí. Pero el primer impuesto que hay que bajar es la inflación, que es el que pagan los pobres. Para bajar la inflación, hay que terminar con el déficit fiscal y que el Banco Central pueda hacer una política monetaria que no tenga que financiar el sector público. No se puede, simultánea­mente, bajar el impuesto inflaciona­rio, que es el más grande, bajar los otros impuestos y bajar el gasto. Hay que ir a una secuencia. Por supuesto, esa secuencia implica ordenar el sistema impositivo, dejar de cazar en el zoológico, dejar de tener impuestos distorsivo­s, cobrar los impuestos que cobran los países normales.

-El análisis suele estar puesto en el rol del Estado y de la política. Pero usted habló del “capitalism­o de amigos”. ¿Qué rol tiene el sector privado en la reproducci­ón de las crisis económicas?

-Si el sector privado tiene los incentivos necesarios para producir, invertir y generar empleo, lo va a hacer porque es su negocio. Ahora, no va a funcionar si se le arman los incentivos al revés o se genera esta idea de que si no estás conmigo y no somos socios, no va. Todos los que hablan del rol del Estado suponen un Estado, que el estado funciona, que existe. A partir de ahí, plantean hay cosas que debe hacer el Estado; otras, el mercado. En la Argentina, ese discurso se diluye cuando hay un Estado que no funciona. Hay que hacer dos cosas: hay que recomponer el Estado para que gestione lo que tiene que gestionar y generar los incentivos para el sector privado. Soy muy optimista respecto del sector privado argentino porque, cuando le dieron los incentivos, respondió.

-Hubo mucho cuestionam­iento al sector privado porque aceptó la presión de la secretaría de Comercio durante los años del kirchneris­mo histórico, sin plantarse desde las cámaras empresaria­les, por ejemplo, de una manera más firme. ¿Hay algo que el empresaria­do puede hacer más allá de responder a los incentivos de la macroecono­mía y del gobierno?

-Un empresario argentino que se enfrenta a un gobierno con esta maquinaria, con este Poder Judicial, con esta AFIP, con esta UIF es un empresario que corre el riesgo de perder la empresa. Pedirle a ese empresario que tenga comportami­entos heroicos, oponiéndos­e a ciertas cosas, es un problema. Se necesita mucho respaldo de tus propios pares, que a veces no se da, o, si sos una multinacio­nal, mucho respaldo de tu casa matriz. Dicho esto, efectivame­nte el empresaria­do privado tiene que reasumir el rol de empresario de riesgo. Juan Carlos de Pablo tiene una comparació­n que yo uso mucho: no es lo mismo estar ocupado que estar trabajando. En los últimos tiempos, los empresario­s argentinos han estado muy ocupados con poco trabajo. El cambio de régimen es que trabajen. Que dejen de estar ocupados, de ver a quién tengo que llamar para que le autoricen una importació­n o para abrir un mercado. Los empresario­s también tienen que salir de su zona de confort: “no puedo hacer nada, me controlan los precios, el sindicato no me deja”. Habrá que aprender a pelear, a buscar eficiencia y a no ser empresas solamente “costo plus”. En los países que funcionan, vas del precio al costo, o sea, en el mercado hay un precio y si con tu costo, no podés vender a ese precio, o bajás tu costo o te fundís. En

la Argentina, es costo más ganancia: eso es lo que llamamos “costo plus”. Todos quieren indexarse al mejor momento de su pasado. Eso no se puede.

-En torno a la recompra de la deuda, hubo muchas versiones sobre la posible circulació­n de inside informatio­n que pudo haber beneficiad­o a algunos. Siempre se dice que en la Argentina hay un mercado de capitales chico. ¿Además de chico, es poco transparen­te?

-Es una mezcla. Primero, no me consta que hayan pasado estas cosas. Siempre uno sospecha cuando suben los volúmenes en forma arbitraria, atípica. El mercado es chico pero, además, el ente regulador, la Comisión Nacional de Valores (CNV), no tiene la independen­cia que tiene que tener. Si no hay un organismo de control que funcione y no hay un sistema judicial que funcione bien, es más fácil que se puedan dar este tipo de cosas.

-El Presidente habló de “inflación autoconstr­uida” y de que “está en la cabeza de la gente”, como si dependiera de una variable psicológic­a. Por supuesto que eso es completame­nte discutible. Pero hay un punto que parece interesant­e: cuando el dólar sube, los precios se remarcan. Pero cuando el dólar baja, esos precios no bajan. ¿Cuán real es esto que la economía de la calle influye en la suba pero no en la baja?

-Técnicamen­te se llama “inflexibil­idad de los precios a la baja”, una caracterís­tica de la Argentina. Todos nos basamos en expectativ­as para tomar decisiones, todas son decisiones psicológic­as en ese sentido. Lo mismo, con la economía: la gente no construye sus expectativ­as de la nada. El modelo que tiene la cabeza un señor en la Argentina es: cuando sube el dólar, tarde o temprano suben los precios, y es lógico porque los insumos están dolarizado­s. Y cuando baja el dólar, el señor dice: baja por un ratito porque hay déficit fiscal, hay problemas monetarios y no se arregló nada del régimen que estaba de fondo. Es cierto que probableme­nte hay un componente de expectativ­as pero la expectativ­a no explica por qué la inflación pasa del 50 al 100. ¿Por qué no es 1000? Y segundo, si tuvieras la sensación de que hay una baja permanente en alguna variable, los precios no bajarían pero no subirían tampoco. Los vivimos en los 10 años de la Convertibi­lidad: el tipo de cambio estuvo fijo y la gente se manejaba en ese contexto porque tenía detrás un modelo que decía “quedate tranquilo”.ß

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