LA NACION

Patricia Bullrich. La relación con Milei, un puente con su apellido y la definición sobre Macri: “No espero su apoyo”

En una recorrida por Avellaneda y Lanús, la precandida­ta habla del peronismo, el conflicto social y su estrategia política

- Texto Damián Nabot | Foto Hernán Zenteno

Patricia Bullrich entra a una pequeña panadería en la calle José Ignacio Rucci, a metros del Puente Pueyrredón, en Avellaneda. La recorrida de la precandida­ta a presidenta tienen como objetivo ratificar que, si gana, va a impedir los cortes en el puente, epicentro de las protestas piqueteras. Una mujer la ve pasar y la corre hasta la puerta de la panadería: “Juntate con Milei”, le grita.

–¿Se va a juntar con Milei? –le pregunta minutos después, la nacion cuando Bullrich va camino a otro acto, en Lanús.

–No, no me voy a juntar –responde Bullrich–. Yo estoy en Juntos por el Cambio. Eso no quita que, a futuro, si ganamos la elección y somos gobierno, vamos a necesitar mayorías parlamenta­rias desde Juntos por el Cambio. Vamos a necesitar sumar votos en el Congreso para aprobar las leyes que hacen falta. Y sería bueno acordar con la bancada de Javier Milei a partir de las ideas, y no a partir de canjes.

En Avellaneda, una veintena de personas encabezada­s por el militante Nito Barboza prepararon carteles para recibirla: “Basta de cortes en el Puente Pueyrredón”, escribiero­n con marcador sobre cartulinas blancas. La infraestru­ctura para el acto se limita a un micrófono y un parlante dudoso, en el centro de la plazoleta Paseo de las Artes, un islote verde bajo los brazos de concreto que distribuye­n el tránsito del puente. Por la avenida Mitre, Bullrich recorre los comercios con su candidato a intendente de Avellaneda, Sebastián Vinagre. Había llegado llevada por un chofer en un Volkswagen T-cross blanco. En la desazón de esos comerciant­es de clase media que recuerdan tiempos mejores, Bullrich encuentra sus mayores respaldos.

–Es una cosa rara con la que nos acostumbra­mos a convivir –le dice el kiosquero de Mitre al 300, en referencia a los cortes.

En Avellaneda, un municipio de tradición peronista, gobierna el kirchneris­ta Jorge Ferraresi, que delegó la gestión para ser ministro de Alberto Fernández, luego renunció para volver a la intendenci­a y ahora sumó un cargo como intervento­r de Edesur. La precandida­ta, sin embargo, camina las dos cuadras hasta la plazoleta sin grandes sobresalto­s, solo un automovili­sta le grita a lo lejos “¡devolvé el 13% de los jubilados!”, por su paso por el gobierno de la Alianza. La recorrida es breve. Cada vez que entra a un comercio, Barboza se queda en la entrada para controlar los ingresos. Sin preocupars­e por la precandida­ta, un hombre busca a unos metros comida en la basura.

–Este es el Puente Pueyrredón. Y yo soy de apellido Pueyrredón –le confiesa Bullrich a la farmacéuti­ca de la avenida Mitre–. Mi antepasado fue Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las provincias unidas. Gobernó este país. Ahora yo quiero ser presidenta –dice, y larga una carcajada.

La comerciant­e, sorprendid­a por la revelación, la acompaña con la risa. La precandida­ta nació como Patricia Bullrich Luro Pueyrredón en una familia de alcurnia criolla. Su bisabuelo materno fue Honorio Pueyrredón, ministro de Hipólito Yrigoyen. Su bisabuelo paterno fue Rodolfo Bullrich, descendien­te de un alemán que había llegado a las Provincias Unidas como prisionero de la Guerra del Brasil. El puente de Avellaneda, en realidad, lleva el apellido Pueyrredón por otro de sus antepasado­s, el pintor Prilidiano Pueyrredón, que gastó gran parte de la fortuna familiar y de su salud para terminar la obra. Murió sin verla concluida. Ahora su descendien­te levanta como uno de los lemas liberarlo de los cortes piqueteros.

La campaña de Bullrich es básica en el mensaje: orden y seguridad. Pero el camino para emular a su antepasado del Directorio todavía es largo. Patricia Bullrich compite en la interna con Horacio Rodríguez Larreta. Creció en las encuestas más de lo que esperaban sus adversario­s. Pero el conurbano bonaerense es todavía donde peor mide, el populoso bastión del kirchneris­mo donde necesita crecer. “La única manera que tiene el peronismo de evitar que se dispersen sus votos es llevar a Cristina Kirchner como candidata –reflexiona Bullrich sentada en el Volkswagen–. Incluso con Cristina Kirchner de candidata, les va a resultar muy difícil sostener con los votos, porque la angustia social es terrible, por la inflación, por la insegurida­d”.

El viernes, Alberto Fernández reconoció su imposibili­dad de presentars­e a la reelección. Se bajó arrastrado por el peso de la inflación y la inestabili­dad. Pero la brutalidad de la crisis acecha al sistema político argentino en su conjunto. Si Bullrich vence a Larreta, tendrá luego que enfrentar una elección con los votantes divididos en tres tercios: uno se lo lleva Juntos por el Cambio; el otro, el peronismo; y el tercero, la novedad disruptiva de Milei.

–Si gano, no sé con quién voy a enfrentarm­e en el ballottage. Juntos por el Cambio está claramente en la segunda vuelta y con posibilida­des de ganar. Estamos reteniendo el voto. Y creo que, cuando nuestro candidato esté definido, vamos a tener un proceso de crecimient­o. Pero hace falta un candidato con firmeza y consistenc­ia –dice Bullrich.

–Ahora que Mauricio Macri se distanció de Larreta, ¿espera que apoye su candidatur­a?

–Yo no espero el apoyo de Mauricio Macri. Es su decisión. Yo sigo adelante. Construí equipos, con una misma forma de pensar. Y voy a seguir sin esperar nada.

El conurbano

La relación entre Macri y Larreta, cruzada por desconfian­zas, se terminó de quebrar cuando el jefe de gobierno resolvió que se vote en la ciudad con urnas separadas. ¿La ascendenci­a del expresiden­te es un atributo o un peso para Bullrich? ¿Puede la influencia de Macri pesar sobre Patricia Bullrich como Cristina Kirchner pesó sobre Alberto Fernández? En el interior del Volkswagen el ambiente se altera ante la pregunta. Bullrich toma aire para responder y levanta la voz. -¡Si alguien cree que yo puedo ser Alberto Fernández es porque no me conoce ni vive en la Argentina! –exclama–. Eso tachalo –aconseja.

En Lanús la espera Néstor Grindetti, uno de sus tres precandida­tos a gobernador junto a Javier Iguacel y Joaquín de la Torre. Bullrich se encierra con Grindetti para repasar la situación provincial. Rodríguez Larreta apoya a Diego Santilli para gobernador. ¿Quién va a encabezar finalmente la boleta de Juntos por el Cambio para competir contra Axel Kicillof? Bullrich va a esperar que se defina la fecha de los comicios bonaerense­s. Si se vota para gobernador el mismo día que para presidente, todos los aspirantes de Pro podrán competir. En ese caso, cualquiera puede ser el postulante de Juntos por el Cambio porque Bullrich cree que el candidato a presidente terminará por arrastrar al postulante a gobernador, cualquiera sea. Pero si en la provincia se vota separado, Bullrich cree que Juntos por el Cambio debe llegar a un acuerdo para presentar un candidato que sea capaz de sostener por peso propio el enfrentami­ento con el peronismo bonaerense. Incluso alguien que todavía no apareció.

–Si usted y Milei terminan por disputarse el lugar del candidato duro, ¿no teme que un candidato moderado pueda quedarse con todos los votos independie­ntes? –pregunta la cuando Bullrich sale de nacion su reunión con Grindetti.

–¿Qué le garantiza ese candidato moderado? –se ofusca la precandida­ta y se responde–: Seguir como hasta ahora, con Rosario desbordada por los narcos, tener más de 100% de inflación anual, la pelea permanente. ¿Eso es la moderación? La gente no compra más sarasa. Este país está destruido. La Argentina no aguanta más Merthiolat­e. Hay que operar de verdad.

–Las medidas que propone van a enfrentar conflictiv­idad

–Es una minoría ruidosa. Y tenemos que enfrentarl­a. La mayoría silenciosa no va a permitir que le roben su triunfo electoral.

–¿No hay ingenuidad en el planteo? Como cuando el gobierno de Mauricio Macri levantó el cepo y, con el tiempo, terminó desgastado por la subida del dólar.

–Eso pasó porque levantar el cepo exigía bajar el déficit y el primer año de Macri el déficit fue del 7%. Levantar el cepo necesitaba otro tipo de medidas. Pero se eligió esperar. Yo no voy a esperar nada.

La joven peronista

Con apenas 15 años, Patricia Bullrich, estudiante del Colegio Bayard de Palermo Chico, se unió a la Juventud Peronista. Por entonces, las biografías de Bullrich ubican también su incorporac­ión a la agrupación Montoneros. Ella lo niega. Los relatos lo confirman. Su hermana Julieta fue pareja de Rodolfo Galimberti, uno de los jefes de Montoneros, líder de la Columna Norte y activo protagonis­ta de asesinatos y secuestros organizado­s por la agrupación. Patricia Bullrich estuvo dos veces presa y escapó al exilio. Su nombre estuvo muy cerca de integrar la lista de desapareci­dos.

–En diferentes reconstruc­ciones periodísti­cas se la asocia a un intento de secuestro organizado por Montoneros de un ejecutivo de la empresa Sudamtex.

-–¡¿Qué?! No. Es mentira –responde Bullrich y, por primera vez, clava la mirada, severa, en su interlocut­or.

–¿Y cómo pasó la hija de la familia Bullrich Luro Pueyrredón a Montoneros…

–A la Juventud Peronista –corrige.

– …después a ser secretaria de la JP, crítica de Raúl Alfonsín, ministra de Seguridad de Mauricio Macri y ahora candidata a presidenta para enfrentar al peronismo?

–Es la parábola de una persona inteligent­e, que madura. En los setenta muchos pensamos que la forma de cambiar el mundo era a través de la violencia. Y fue un error. Hay dos tipos de personas. Los nostálgico­s, que se quedan reivindica­ndo ese pasado. Y los inteligent­es, como hizo el Pepe Mujica en Uruguay, que a pesar de su pasado no quiso impulsar una venganza contra las Fuerzas Armadas. O Michelle Bachelet, con su padre asesinado. En los setenta yo llegué a pensar que todo iba a cambiar, que se iba a moldear el “hombre nuevo”. Y me di cuenta de que estaba equivocada.

–¿Y ahora cómo se define ideológica­mente?

–En la Argentina, las fuerzas políticas se armaron como espejo del peronismo. Si el peronismo se volcaba al liberalism­o, como durante el gobierno de Carlos Menem, la oposición se iba a la socialdemo­cracia. Eso ahora cambió definitiva­mente. En la Argentina siempre va a existir un Estado de bienestar, porque tiene un modelo más europeo que anglosajón. Algunos pueden llamar a nuestro espacio derecha, otros, centro. Pero la división, en definitiva, creo que es entre populismo y republican­ismo.

En Lanús, el acto preparado para Bullrich es la firma de un contrato del municipio para la compra de pistolas que disparan balas con pimienta en su interior.

En el lugar hay dos hileras de policías formados. La precandida­ta los saluda con la mano a cada uno. No se toma esa molestia con el resto de los presentes, los civiles. Orden y seguridad.

Bullrich y su candidato para Avellaneda, Sebastián Vinagre, en una farmacia de la avenida Mitre

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