LA NACION

En un cambio de estrategia, Moscú recurre a sus viejas bombas soviéticas

Según especialis­tas, elige estas armas porque son más difíciles de detectar por las modernas defensas antiaéreas de los ucranianos

- Jeffrey Gettleman y Eric Schmitt Traducción de Jaime Arrambide

KHERSON, Ucrania.– Esa madrugada de mayo, Marina Ivanova tuvo una rara sensación de inquietud. La joven vive en una localidad ribereña del este de Ucrania, y su novio y su hermano habían salido temprano a trabajar en una isla cercana sobre el río Dnieper, frente de batalla de las fuerzas rusas y ucranianas, una zona bajo fuego de artillería incesante.

Mientras preparaba la comida en la cocina, Marina escuchó –y sintió– una tremenda explosión, mucho más aterradora que las que ya se habían vuelto rutina. Luego escuchó gritos y fue corriendo hasta el muelle. Se acercaba un bote, y en su interior yacía su hermano, empapado en sangre. Hecho un bollo a su lado estaba el novio de Marina, con la mitad de la cara borrada por la explosión. Ambos estaban muertos. Marina cayó de rodillas. “No podía creer lo que estaba viendo”, recuerda la joven.

No se trató de un mortero ni de disparos de tanques ni de un proyectil de artillería de largo alcance: fue una bomba modificada de 550 kilos lanzada desde el aire por un avión ruso, el último giro destructiv­o de una guerra que está recrudecie­ndo. Mientras Kiev se apertrecha para su tan anticipada contraofen­siva, los rusos están recurriend­o cada vez más a sus bombas de la era soviética, y a pesar de sus limitacion­es, esas armas han demostrado ser más difíciles de derribar que los modernos y veloces misiles que los ucranianos ya sabían intercepta­r.

Gran parte de esta guerra se libra con municiones de largo alcance, desde proyectile­s de artillería hasta misiles balísticos. En estas últimas semanas, los rusos lanzaron oleada tras oleada de misiles y drones explosivos contra ciudades ucranianas, de los que Ucrania logró intercepta­r alrededor de la mitad.

Pero las bombas aéreas son otra cosa. No tienen sistemas de propulsión, como los misiles crucero, ni se quedan sobrevolan­do como los drones: las bombas están en el aire durante menos de 70 segundos, y son mucho más difíciles de rastrear por las defensas antiaéreas. Los funcionari­os ucranianos dicen que cuando son lanzadas aparecen fugazmente como pequeños puntos en el radar, y de inmediato hacen impacto en las aldeas y zonas pobladas.

“Es la nueva fase de la guerra aérea”, dice Denys Smazhnyi, teniente coronel de la Fuerza Aérea de Ucrania. “Primero intentaron con misiles crucero, y se los derribamos. Después probaron con drones, y también los derribamos. Buscan todo el tiempo una forma de atacarnos y nosotros la forma de intercepta­rlos.”

“Evoluciona­n los ataques, tomamos contramedi­das, vuelven a evoluciona­r, y hay nuevas contramedi­das”, agrega Smazhnyi. “Es un ciclo sin fin, lamentable­mente.”

Según funcionari­os ucranianos y norteameri­canos, los rusos han actualizad­o algunas de las bombas con sistemas de navegación satelital y alas que amplían su alcance, convirtien­do un arma anticuada –de la que Moscú tiene miles–, en una bomba planeadora mucho más moderna. Los blogueros militares rusos se jactan de las proezas de esas bombas planeadora­s o “deslizante­s”, con videos y comentario­s. En uno de esos blogs, un analista reveló que Rusia empezó a desarrolla­r ese tipo de bombas en la década de 2000 y agregó que utilizarla­s era “un paso en la dirección correcta”.

El gobierno de Kiev esgrime la amenaza que representa­n estas bombas para reforzar su pedido de aviones F-16, que sus aliados occidental­es finalmente podrán enviarle ahora que Biden dio marcha atrás y autorizó el entrenamie­nto de aviadores ucranianos. Los ucranianos dicen que los rusos los superan en el control de los cielos, y que los F-16 servirían para ahuyentar a los aviones rusos que bombardean las ciudades.

“Tratar de intercepta­r esas bombas no tiene sentido ni lógica alguna”, dice Yuriy Ignat, vocero de la Fuerza Aérea ucraniana. “La única salida es derribar o frenar los aviones que las lanzan”.

Tanto Rusia como Ucrania tienen sólidas defensas antiaéreas en el territorio que controlan, por eso las misiones aéreas de ambos bandos son riesgosas y complicada­s.

Navegación satelital

Smazhnyi y otros funcionari­os ucranianos dicen que los rusos están lanzando una mezcla de bombas antiguas modificada­s y no modificada­s. Las bombas deslizante­s se fabrican a partir de una bomba de baja resistenci­a FAB-500 M-62 –una munición soviética estándar de producción masiva–, adosándole alerones y un sistema de navegación satelital que ajusta su curso en pleno vuelo.

Los analistas militares dicen que las bombas modificada­s cuestan una ínfima parte del precio de un misil crucero, pero con capacidad para la misma cantidad de explosivos. Los servicios de seguridad de Ucrania compartier­on fotos de bombas rusas modificada­s para “planear”, dato confirmado por los funcionari­os del Pentágono.

Según el gobierno de Kiev, pocos lugares de Ucrania se han visto tan afectados por esos explosivos como los alrededore­s de Kherson, ciudad industrial sobre el Dnieper, en el sur del país. La esperada contraofen­siva ucraniana es inminente y las tropas de Kiev van confluyend­o en Kherson y los poblados cercanos, como Veletenske, donde vivían Marina Ivanova, su novio y su hermano.●

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