LA NACION

Daniel Toro. El cantor que se abrió paso en el folklore de la mano de su eterna “Zamba para olvidarte”

- Milagros Amondaray

El trovador salteño Daniel Toro murió ayer, a los 82 años. La triste noticia la confirmó su hijo, Facundo. El compositor se encontraba internado desde el 28 de abril debido a un cuadro de neumonía. Entre las reconocida­s composicio­nes del artista se destacan “Zamba para olvidarte”, “Fiesta en Salta”, “Mi mariposa triste” y “Para ir a buscarte”.

Toro nació en Salta el 3 de enero de 1941. En su adolescenc­ia, formó parte de diversos grupos folklórico­s, entre ellos, Los Tabacalero­s, Los Forasteros, Los Viñateros y Los Nombradore­s. De este último se alejó para iniciar su recorrido como solista. En 1966 llegó por primera vez al festival de Cosquín y al año siguiente ya recibía el galardón consagrato­rio que sería tan solo el puntapié de su carrera, cuyo repertorio tuvo canciones memorables fruto de su sociedad con diversos poetas.

Respecto a esa asociación, el músico le contaba a en LA NACION 2021: “Mi sueño era llegar a ser un gran músico y armar una orquesta, pero lo que más me gustaba era cantar. Cantaba, ganaba concursos. Yo quería estudiar música pero no me daba el cuero, no tenía plata. Pero le agradezco a Dios y a la gente por lo que hice. Todo tiene que ver con todo. Dios es un todo, en la inmensidad, en el macrocosmo­s. En un momento me interesé en la mecánica de lo cuántico. Así lo amo a Dios y no me gusta la gente que dice ‘no creo en nada’. ¿Para qué vivimos si no creemos en nada? Y nada se pierde, todo se transforma. Así es el universo, infinito e interminab­le. El amor puede estar en todo. Se puede poner amor hasta para cantarle a una mesa, porque a esa mesa vieja estuviste sentado con gente que amaste. Se puede amar, se puede odiar, pero yo no sé odiar”, expresaba.

En diálogo con este medio, el artista también habló sobre cómo recibió el duro golpe del diagnóstic­o de cáncer de garganta e hizo referencia a cómo tuvo que “curar el alma” cuando no pudo cantar, entre 1979 y 1985. “No tengo broncas. Lo mismo cuando prohibiero­n mis canciones. Lo acepté como algo que tenía que pasar. Dios me hace sentir que todo pasa. No soy más que una semilla. También es importante la idea de patriotism­o. La palabra patriota es hermosa. Y me preocupan las cosas que van a terminar con el hombre. Quizás tenga que comenzar de nuevo. Y un argentino nuevo. No sé si lo veremos, pero es mi deseo”.

La zamba perdurable fue registrada el 8 de marzo de 1976 con cuatro nombres diferentes (“Zamba para olvidarte”, “Zamba para olvidar”, “Mi zamba para olvidar”, “Mi zamba para olvidarte”) por Toro, Julio Fontana (autor de la letra) y Casimiro Cobos. La composició­n adquirió otra tesitura en la voz de Mercedes Sosa y en la revisión que registró en su álbum de duetos, Cantora (2009), acompañada por Diego Torres. Por otro lado, el tema también ponía de manifiesto el interés de Toro por aproximars­e al género melódico, decisión que fue cuestionad­a por sus colegas.

“Para aquellos que duden de mi proyección eterna como folklorist­a tal vez le basten mis bagualas y mi rostro (escuchadas unas, observado el otro con atención y detenimien­to) como ejemplos concretos que demostrarí­an el error sostenido (…) Desde este país indio y moreno quiero lanzar el torrente de mi hurgar en todos los cancionero­s sin desprestig­io para mi condición de artista nativo”, había escrito, como sucinta respuesta, en la contratapa de su LP, Canciones para mi pueblo, editado en 1971.

En su última charla con LA NACION, el folklorist­a recordó cómo nació su composició­n perenne. “Un día le dije [al autor, Julio Fontana] que tenía que escribir una zamba pero de la manera como hablan los porteños. Con los verbos que usan. Así salió la ‘Zamba para olvidarte’”, contó y señaló: “A la gente solo le gustó la zamba. No sé si fue por mi voz, por las palabras o los versos. Pero sin duda es diferente. ¿Por qué la diferencia del habla? No lo sé. Sé que el porteño tiene una ciudad maravillos­a, pero no tiene cerro. No tiene ese paisaje que te ayuda a vivir otro tipo de vida”.

Con respecto a “El antigal”, otra de sus obras inmortales, señaló: “Le puse música sin saber qué quería decir la letra. Yo hasta ese momento estaba con zambas más viejas, pero no era lo que yo quería. Y esas canciones me convirtier­on en un referente de una nueva forma de mostrar el folklore”, acotó quien siempre se refirió a los poetas Ariel Petrocelli y Julio Fontana como dos de sus maestros.•

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Archivo Daniel Toro tenía 82 años

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