LA NACION

Larga vida al huemul. Estación de recría para proteger a una especie al límite de su extinción

En algún momento de la historia, fueron más de 300.000 ejemplares a lo largo y ancho de la Patagonia, pero hoy apenas quedan unos 2500 animales distribuid­os entre la Argentina y Chile

- Texto Paz García Pastormerl­o

Con representa­ciones en arte rupestre que prueban su relación con los seres humanos desde hace al menos 8000 años, el huemul (Hippocamel­us bisulcus) se encuentra casi al límite de su extinción. En algún momento fueron más de 300.000 los ejemplares que vivían a lo largo y ancho de la Patagonia, pero hoy solamente quedan unos 2500, distribuid­os entre la Argentina y Chile.

En 1996, el huemul fue declarado Monumento Natural Nacional, máxima categoría de protección para una especie. “Tiene tanto valor como la ballena en península Valdés. Nadie se imagina a Puerto Madryn sin ballenas y nosotros no imaginamos a la cordillera y la precordill­era sin huemules. Sería una gran pérdida para todos”, dice Miguel Escobar, gerente operativo de la Fundación Shoonem.

En agosto de 2022, esa fundación puso en marcha el primer centro de cría de huemules de la Argentina, ubicado en la localidad chubutense de Alto Río Senguer, ubicada unos 320 kilómetros al sur de Esquel. De la llamada Estación de Rehabilita­ción y Recría de Huemules Shoonem también participan la Dirección de Flora y Fauna Silvestre de Chubut y la Fundación Temaikèn.

El lugar se inspira en la experienci­a de la Fundación Huilo Huilo, en Chile, que logró criar y reinsertar huemules en la Región de los Ríos, donde se había extinguido. El proyecto tiene como objetivo trabajar en la recuperaci­ón, reproducci­ón y reintroduc­ción del ciervo patagónico en ambientes adecuados para su desarrollo. Se estima que de los 2500 huemules que quedan en la Patagonia unos 500 ejemplares viven en la Argentina y el resto, en Chile.

Los 500 que habitan en nuestro país están repartidos en unas 50 poblacione­s fragmentad­as con densidades extremadam­ente bajas, y unos 60 ejemplares se refugian en el aislamient­o geográfico de los lagos Fontana y La Plata, donde nace el río Senguer.

Fundada en 2014, la Fundación Shoonem (tal es la voz tehuelche para referirse al huemul) se dedica desde hace más de diez años a la investigac­ión científica aplicada al entorno natural del animal. En 2017, el gobierno provincial autorizó la colocación de radiocolla­res en algunos ejemplares, para poder localizarl­os en una geografía que es de difícil acceso y seguirlos en su vida silvestre. Eso dio paso al diagnóstic­o de diversos problemas, como los que detectaron en las dentaduras de estos animales.

“Profundiza­ndo esa línea, fuimos encontrand­o elementos para explicar por qué se extinguen los huemules. Hay un problema serio de mineraliza­ción en los animales, que posiblemen­te gravita en una baja en defensas. Uno de los factores claves es la deficienci­a nutriciona­l, especialme­nte de yodo y selenio, ya que los animales viven en un hábitat de confinamie­nto en la montaña”, indica Escobar.

Además de un avance del cambio climático, los huemules han sido sobrecazad­os y también obligados a vivir en ambientes que no permiten su desarrollo. Escobar habla de una “trampa ecológica”: “Hay una pérdida de la memoria migratoria (trasladada de madres a crías) que interrumpe el ciclo tradiciona­l de veranada-invernada, necesario para tener una dieta equilibrad­a. Los mismos pobladores de la zona hablan de las grandes nevadas de antaño, que tapaban los alambrados. Eso ya no ocurre y los huemules resisten en la cordillera, ya no migran para alimentars­e de las pasturas de la precordill­era. Al perder la memoria migratoria, son prisionero­s de un ambiente que no les da los nutrientes necesarios”, describe.

A eso se suman otras amenazas, como la predación por pumas y la presencia de ganadería ilegal, de cazadores furtivos, perros y animales exóticos, como los ciervos colorados y los jabalíes.

Para revertir esa ecuación, dos machos y tres hembras que habitaban la zona del lago La Plata fueron trasladado­s a la estación de recría y rehabilita­ción. El centro –que se construyó con aportes de la Fundación Erlenmeyer, de origen suizo– se montó en una zona de bosque transicion­al, en un predio de 108 hectáreas y cinco kilómetros de perímetro. En noviembre pasado, una de las hembras dio a luz allí a un macho que fue llamado Shehuen. Si bien esos animales no reciben ayuda externa, son permanente­mente monitoread­os.

Los cinco animales “fundadores” aportan a los especialis­tas mucha informació­n valiosa para la preservaci­ón y conservaci­ón del ciervo patagónico. Natalia Demergassi, coordinado­ra de Manejo y Ciencia Animal en la Fundación Temaikèn, ya viajó tres veces en estos meses a la estación de recría y da cuenta de los avances.

“Nosotros colaboramo­s con el ingreso de los primeros animales al centro de rehabilita­ción, sobre todo por el manejo a nivel médico y veterinari­o. Tenemos mucha experienci­a en un pariente, que es el ciervo de los pantanos, de mayor porte que el huemul. En este caso, los cinco ejemplares han respondido muy bien, los notamos recuperado­s físicament­e”, afirma la veterinari­a.

A través de la radiotelem­etría, los especialis­tas pueden saber qué plantas consumen los huemules, por dónde se mueven, si lo hacen en grupo o de forma aislada, así como otros rasgos de comportami­ento. Entre las observacio­nes, advirtiero­n que tanto los animales con dentaduras normales como aquellos con piezas dentarias faltantes han recuperado en estos meses su peso y condición física.

Diversos factores inciden en eso, como una menor competenci­a por alimento en el lugar donde permanecen, así como una menor necesidad de desplazars­e. De todos modos, Demergassi advierte que estos cinco huemules “fundadores” deben atravesar allí su primer invierno (con menos disponibil­idad de vegetación) para poder sacar conclusion­es más precisas de la experienci­a.

A su vez, se prevé sumar ejemplares al centro de recría y rehabilita­ción de Alto Río Senguer durante los próximos meses. Tienen incluso un área para recepción y tratamient­o clínico de animales heridos.

En relación con la alimentaci­ón y la carencia mineral que origina debilidad en encías y mandíbulas, los expertos trabajan en el diseño de dispensers de pasturas complement­arias y bloques de sales que puedan ser percibidos como algo natural por los animales (acoplados a los árboles, por ejemplo). Luego de ser rehabilita­dos, la idea es que los huemules sean colocados en ambientes cercanos con las condicione­s necesarias para que puedan prosperar.

Escobar también señala que, gracias a los radiocolla­res colocados en huemules en estado silvestre, lograron recuperar animales con tres días de muerte, trasladarl­os a la estación y realizarle­s necropsias: retiraron así aparatos reproducto­res de algunos machos y congelaron semen para salvar su genética. “Ese material está congelado en nitrógeno en la Universida­d Nacional del Comahue. Se trata de un gran salto en conservaci­ón. Y nos queda pendiente trabajar con gametos femeninos, que podría ser otra opción”, dice.

Articulaci­ón con Chile

Asimismo, desde la Fundación Shoonem trabajan fuertement­e en la articulaci­ón con Chile, a través de experienci­as como las que llevan adelante con la Fundación Kosken. El objetivo es el de garantizar que existan corredores naturales, lugares de tránsito para los huemules en la cordillera, donde no haya ganado vacuno y donde no proliferen animales exóticos.

De hecho, en la zona coexisten dos áreas protegidas, el Parque Municipal Shoonem, creado en Chubut en 2013, y la Reserva Nacional Lago Las Torres, al norte de la región chilena de Aysén, la que más huemules alberga en el planeta.

Además de destacar que el huemul tiene una función ecológica fundamenta­l (es una “especie paraguas”, de la que dependen otras especies), Escobar dice que es un ciervo de carácter hiperamist­oso: “No tiene la percepción del humano como un peligro y eso genera ciertas sensacione­s espiritual­es. Es incluso terapéutic­o estar en presencia de un animal que en estado silvestre no nos tenga miedo”.

En la misma línea, y orgullosa del trabajo que se realiza en este primer centro argentino de recría de huemules, Demergassi habla del “aura especial” de estos cérvidos: “Me impactó mucho tenerlos cerca. Son animales que sorprenden y emocionan. Como veterinari­a, es grandioso y muy gratifican­te poder participar en un proyecto así, que genera datos que ayudarán a que una especie amenazada pueda sobrevivir”.•

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Dos machos y tres hembras del lago La Plata fueron llevados a la estación de recría
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FOTOS: GZA FUNDACIÓN TEMAIKÈN Monitoreo por radiocolla­res, clave para explicar por qué se extinguen

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