LA NACION

En un contexto bajista y con incertidum­bre creciente, cautela en la toma de decisiones

- Enrique Erize El autor es socio presidente de Nóvitas SA

“¡Qué momento!” es la frase que sintetiza la evolución de Chicago en las últimas semanas. Y era esperable. Las cotizacion­es se derrumbaro­n presionada­s por la secuencia: informe bajista del USDA; supercosec­ha de maíz y de soja en Brasil; geopolític­a que juega en contra, y fondos de inversión en clara posición vendedora.

Así las cosas, el derrumbe de las cotizacion­es tiene explicació­n. Aunque también se explicaron en su momento los 650 dólares por tonelada de junio de 2022 (stocks en EE.UU. angustiant­es) o los 320/350 dólares por tonelada de la soja durante la gestión presidenci­al de Mauricio

Macri (existencia­s muy holgadas en EE.UU.).

Ahora el USDA proyecta cosechas récord de maíz y de soja en Estados Unidos (ciclo 2023/2024) con una franca recuperaci­ón de las reservas. Pero el razonamien­to válido sería: en la secuencia bajista hay tres hechos ciertos y el otro es una proyección. Correcto. En consecuenc­ia, si las proyeccion­es del USDA se cumplen, los precios podrían caer más aún.

Pero es muy importante prestar atención a la tremenda sensibilid­ad del balance de oferta y demanda de EE.UU. (verdadero “termómetro” de Chicago). Si en lugar de los casi 11.400 kilos por hectárea proyectado­s para maíz y los cerca de 3500 kilos por hectárea para soja los rindes caen solo un 5% para el forrajero y un 2,5% (80 kilos por hectárea) para la oleaginosa, las reservas en EE.UU. se ubicarían nuevamente en los niveles que “justificar­on” los altísimos precios de un año atrás.

Notable ¿no? Se nos ocurre que en la cosecha estadounid­ense nos jugamos los precios del ciclo 2023/2024. En definitiva, nos espera un trimestre de marcada volatilida­d y no es sencillo tomar decisiones frente a tanta incertidum­bre. Para ello existen los mercados de futuros y opciones.

Mientras tanto, el productor argentino continúa siendo víctima del “intervenci­onismo mata mercado”. Declaracio­nes de venta al exterior cerradas/ intervenid­as para trigo y maíz; dólar especial para soja (pero con retraso cambiario y “retencione­s” del 31/33%), y valores FOB oficiales absolutame­nte discutible­s. Imposible evoluciona­r así. Para lo que resta del presente año se nos ocurre que los precios del trigo y del maíz se van a ir afirmando/ recuperand­o a medida que avancemos en el calendario por el factor consumo interno.

En el caso de la soja, y más allá de las bajas en las cotizacion­es, es importante que se entienda la razón que explica en gran medida la falta de oferta. A la misma hay que buscarla en el hecho de que el 60/70% de los campos son sembrados por un inquilino, que los alquileres se fijan en soja (aunque se siembre maíz) y que los dueños de los campos no sufrieron la sequía. Por allí “anda la cosa”. Si a ello le agregamos la incertidum­bre económica (rumores de devaluació­n, etcétera) y la política (año electoral) se termina de comprender la actitud de los oferentes.

Al momento de escribir esta nota los rumores en la plaza eran moneda corriente. ¿Se viene un dólar maíz? Sería contradict­orio con las ideas del Gobierno respecto del impacto en los costos para polleros, feedlotero­s, tamberos, etcétera. Otro rumor dio cuenta de la posibilida­d de llevar el dólar soja a 400 pesos, buscando reactivar el ritmo de ventas. Veremos.

Nos espera un trimestre de marcada volatilida­d en el que no será sencillo tomar decisiones

El productor sigue siendo víctima de la intervenci­ón de los mercados

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