LA NACION

Los signos vitales de un planeta en crisis

con gran cantidad de datos científico­s, hoy la humanidad es capaz de medir la posibilida­d de su propia extinción

- Daniela Belén Risaro

Hace tiempo que la comunidad científica llegó a un consenso: las actividade­s humanas son la principal causa del calentamie­nto global y el cambio climático es innegable. Pero no todos somos responsabl­es por igual de que el mundo esté al horno. Los países del norte global, principalm­ente China, Estados Unidos y los de la Unión Europea, son los grandes emisores de gases de efecto invernader­o que causan el calentamie­nto del planeta. Bajo este escenario, los eventos climáticos extremos son y serán más frecuentes. nos enfrentare­mos cada vez más seguido a lluvias torrencial­es, olas de calor, olas de frío, sequías e inundacion­es.

¿Cómo podemos realizar esta afirmación y señalar incluso que es incuestion­able? Los datos nos ayudan a encontrar respuestas. La existencia del cambio climático se ha comprobado gracias a un trabajo arduo y constante de observació­n y medición de la naturaleza. Un trabajo que requiere inversión de recursos humanos, financiero­s y tecnológic­os para obtener datos precisos e interpreta­r la complejida­d de los distintos aspectos del cambio climático. Cuando decimos “datos”, nos referimos aquí a los signos vitales de la naturaleza, aquellos que nos permiten evaluar su estado y evolución.

Hoy tenemos una gran cantidad de informació­n que sirve para detectar modificaci­ones en los componente­s del sistema terrestre. La calidad de estos datos puede variar según la fuente y el método utilizado para su recopilaci­ón. Podemos estudiar el clima a partir de observacio­nes en lugares específico­s, observacio­nes remotas y modelos numéricos. Así como no es lo mismo conocer a alguien en persona, a través de una foto o a partir de una reconstruc­ción hecha por una computador­a, con la naturaleza pasa algo similar. En el contexto del cambio climático, la persona, la foto o el modelo nos muestran lo mismo: la situación es grave y empeora.

observar la naturaleza es un ejercicio de medición. Tomar un termómetro y registrar la temperatur­a del aire. Colocar una regla y anotar la altura del río o de los mares. Para acceder a sitios más alejados, son precisos métodos más complejos. Como especie, la humanidad mide desde siempre: medimos la naturaleza para sembrar, para cosechar, medimos para vivir y para sobrevivir. En la actualidad contamos con tecnología­s extraordin­arias para ese fin: por ejemplo, en el medio del océano se utilizan boyas que derivan por los mares llevadas por las corrientes y bucean, midiendo la temperatur­a en diferentes profundida­des. Estos datos revelan el rol crucial del océano en el sistema climático. Durante los últimos 25 años, la cantidad de calor que el océano absorbió equivale a 4000 millones de explosione­s de bombas atómicas de Hiroshima. Sin este mecanismo de captación del calor que le sobra a la atmósfera, el planeta sería inhabitabl­e.

Hay lugares donde es posible medir sin necesidad de “tocar” la superficie terrestre. Los protagonis­tas del sensoramie­nto remoto son los satélites. Actualment­e cientos de ellos orbitan la Tierra y llevan a bordo sensores para observar caracterís­ticas de la naturaleza, como la temperatur­a, la humedad del suelo, la cobertura de hielo y la vegetación, entre otros. Los datos recopilado­s por los sensores que miden la altura de la superficie terrestre indican que durante los últimos 30 años ha habido un aumento constante en el nivel medio del mar. Este incremento trae impactos sobre terrenos costeros e islas, como la erosión de playas, la inundación de zonas bajas y la pérdida de hábitats naturales.

Como si estos instrument­os de medición sobre el espacio no fueran suficiente­s, también tenemos la capacidad de crear representa­ciones de la naturaleza en una dimensión temporal, mediante simulacion­es computacio­nales. Actuamos como deidades capaces de conocer o predecir el estado pasado, actual y futuro del clima a partir de una herramient­a robusta: los modelos climáticos. Un ejemplo práctico de esto son las aplicacion­es para el celular que indican cómo estará el tiempo meteorológ­ico durante los próximos días. Estas apps se basan en modelos de predicción del tiempo que resuelven ecuaciones físico-matemática­s sobre el movimiento de la atmósfera: no todos los modelos son iguales y por eso las aplicacion­es de los celulares pueden tener pronóstico­s diferentes entre sí. Desde ya, los modelos no son perfectos, pero son la mejor herramient­a para espiar el futuro cercano.

Para ver el futuro lejano se requiere comprender el clima a largo plazo, en escalas temporales de décadas a siglos. El instrument­o para esto son las proyeccion­es climáticas que permiten entender la evolución futura del clima suponiendo distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernader­o a la atmósfera. Esto traza distintos futuros posibles para la sociedad y el ambiente. Los modelos climáticos actuales producen una gran cantidad de informació­n, de millones de gigabytes. Este volumen de datos requiere conocimien­tos y herramient­as especializ­adas cada vez más complejas para su procesamie­nto, que la comunidad científica se encarga de analizar.

¿Y qué nos dicen los datos? ¿Qué nos dice nuestra capacidad para procesarlo­s? Las proyeccion­es climáticas muestran que, a corto plazo, se espera un aumento de las inundacion­es en las ciudades y regiones costeras, pérdida de biodiversi­dad en ecosistema­s y una disminució­n en la producción de alimentos en algunas regiones. Además, las comunidade­s vulnerable­s, que son las menos responsabl­es del cambio climático, sufrirán sus peores efectos.

La humanidad tiene una estrecha ventana de oportunida­d para garantizar un futuro habitable y sostenible. no podemos volver atrás la cantidad de gases que se han emitido a la atmósfera desde la Revolución industrial, pero sí podemos controlar que la situación no empeore abruptamen­te. Las acciones tomadas en esta década tendrán consecuenc­ias durante miles de años.

La evidencia es necesaria para responsabi­lizar a los causantes del cambio climático, pero no es suficiente para resolver el problema. Se requieren esfuerzos significat­ivos y colaborati­vos para enfrentar esta catástrofe global. Si no, esta increíble variedad de herramient­as para conocer la naturaleza y el daño que le estamos infringien­do solo nos repetirá lo mismo: por primera vez en su historia, la humanidad es capaz de medir la posibilida­d de su propia extinción. ß

Doctora en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos por la Universida­d de Buenos Aires y científica de Datos en Fundar

El cambio climático está probado por un arduo trabajo de medición

las acciones tomadas hoy tendrán consecuenc­ias durante miles de años

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina