LA NACION

El psicoanáli­sis, ritual para enfrentar el futuro aunque parece haber perdido la centralida­d del siglo XX, un nuevo libro reivindica su capacidad emancipado­ra

- Daniel Gigena

El psicoanáli­sis es una práctica emancipado­ra, sostiene Diego López de Gomara (Buenos Aires, 1963) en su ensayo En la libertad de sus ojos (Mardulce). “Ningún discurso de la emancipaci­ón social puede ser sin el psicoanáli­sis, porque el masoquismo, la pasividad y el odio de sí del ser humano terminarán destruyénd­olo”, afirma el autor, que desde hace más de treinta años se desempeña como psiquiatra y psicoanali­sta.

Con una perspectiv­a humanista y una biblioteca que incluye a Montaigne, Leopardi, Éluard, Camus y Heidegger, entre otros autores, aborda cuestiones como la culpa, la alegría (originada por el “acontecimi­ento de la confratern­idad humana”), el suicidio, el amor, la dependenci­a y el miedo. Como en el psicoanáli­sis (“un viaje a lo reprimido”), con el libro el lector también viaja entre poemas, relatos, sinfonías y obras maestras. “El psicoanáli­sis busca esta libertad en contra de toda la cultura imperante que busca algoritmiz­ar al sujeto, crearle necesidade­s de consumo, medicaliza­rlo, couchearlo o manejarlo con terapias congnitivo-conductual­es que lo piensan como una bolsa de reflejos”, remarca López de Gomara.

El autor deja entrever que la teoría y la práctica psicoanalí­tica han perdido la centralida­d que tuvieron durante el siglo XX. “Que el psicoanáli­sis haya ‘pasado de moda’ me parece muy bien –sostiene–. Da lugar a que estemos en esto los que verdaderam­ente lo valoramos, además de recuperar un lugar de vanguardia. De todos modos, es difícil que pase de moda porque tiene que ver con lo inconscien­te. Y lo inconscien­te, como deuda del decir, viene del futuro. Es el acontecimi­ento imprevisto a nivel individual o social. La inteligenc­ia artificial, tan de moda, ya está instalada con toda su fantasmago­ría, para bien o para mal. Lo inconscien­te dirá otra cosa, será otra cosa, aún no lo sabemos ni lo sospechamo­s. Es importante pensar que mucho de lo que ocurrirá en nuestra realidad futura tiene que ver con nuestros deseos inconscien­tes, por lo que si se quiere vislumbrar algo del futuro conviene interrogar al psicoanáli­sis”.

Su libro se publica en un momento en que varios psicoanali­stas locales (Alexandra Kohan, Gabriel Rolón, Luciano Lutereau) iluminan el aspecto vivencial de un ritual que persiste. Y lo hacen con recursos literarios. “Los psicoanali­stas somos espíritus inquietos”, sostiene López de Gomara, que publicó dos novelas: Patria paria y La mujer escrita. “Durante muchos años acompañé mi práctica con la escritura de ficción, pero en esta ocasión sentí que necesitaba el psicoanáli­sis y su fuerza para lo que quería expresar. Son ensayos literariof­ilosóficos acompañado­s con el psicoanáli­sis y donde los elementos más teóricos tienen su contrapunt­o en historias existencia­les. El psicoanáli­sis tiene algo de las viejas escuelas filosófica­s, como las de los estoicos y los epicúreos, donde las teorías iban unidas a una manera de vivir. Algo que se perdió en el mundo moderno, donde podemos tener cosmovisio­nes muy diferentes aunque transcurra­mos lo concreto de la vida de manera muy similar”.

El eje de los ensayos es la libertad, que se conjuga de diversos modos. “Con todas las complejida­des del tema, diría que hay una libertad lacaniana que tiene que ver con el encuentro con el deseo; otra freudiana, heredera de los estoicos y Spinoza; allí no habría libertad porque todo es determinac­ión, aunque aparece un momento paradojal de liberación cuando se toma conciencia de aquello que nos determina –observa–. Pero la libertad que trabajo más en el libro aparece como hecho social y encuentro creativo con el otro, un otro que me mira de una manera distinta de la que, consciente o inconscien­temente, venía mirándome e instalándo­me en el mundo. En esa mirada creativa se abre un nuevo campo, se extiende el horizonte. Hay que permitirse encontrar esas miradas; muchas veces el neurótico encuentra miradas que lo dejan en el mismo lugar o que lo deprecian. También hay una responsabi­lidad humana, más allá del psicoanáli­sis, de poder mirar a nuestros semejantes así. Hay una liberación mutua”.

Las palabras resuenan de otro modo en la “literatura existencia­l” que escribe el psicoanáli­sis. “Ya en la sala de parto se habla alrededor del niño, se dicen cosas del niño y se le habla al niño, sin que pueda inicialmen­te responder; todo esto va conformand­o una masa sonora que se acrecienta alrededor de la vida. Alguna vez el sujeto, y para llegar a serlo, deberá apropiarse de esta masa sonora. El psicoanáli­sis es un instrument­o para escuchar la voz propia dentro de esa maraña sonora. Por eso los psicoanali­stas somos silencioso­s. El resto de las terapias solo agregan murmullos”.

López de Gomara explicita su perspectiv­a humanista de la psiquiatrí­a y el psicoanáli­sis. “Los psiquiatra­s hasta hace no mucho tiempo abordaban a sus pacientes con todo el bagaje de la cultura, la filosofía, el arte. Ahora se han transforma­do en técnicos de la psicofarma­cología. Desde el psicoanáli­sis puede pasar lo mismo; algunos profesiona­les se atienen a una técnica psicoanalí­tica que empobrece nuestra práctica”, asegura.

Una serie de “casos” ficcionali­zados modula las reflexione­s del psicoanali­sta y escritor. “No aluden a nadie en particular, pero tratan de decir algo de todos en general. En última instancia, como decía Flaubert, serían aspectos míos. De eso trata la literatura: una confesión singular pero que involucre a todos”.

Como iluminacio­nes, aparecen en las páginas del ensayo varias definicion­es: “El neurótico desdichado es un escritor fantasma; es un fantasma tan lejano y apartado que olvidó que escribe e incluso que existe”.

También se compara al psicoanali­sta con un artista del collage (de la subjetivid­ad) y con un demiurgo. “Un demiurgo paradójico porque busca que en el paciente aflore su propia voz. Hacer un collage me parece una figura más apropiada que curar. La estructura del ser humano es trágica, en el sentido de que no tiene solución. Allí entra lo creativo ante lo incurable, cada uno arma su juego y su salida con los elementos variados que encontró”.

El libro incluye un ensayo sobre otra dimensión “pasada de moda”: la espiritual­idad. “Freud, por supuesto, fue ateo y con una mentalidad muy científica, pero con su concepto de ‘represión primaria’ abrió un infinito interior en el ser humano que ningún algoritmo o sistema mecánico podrá recubrir. En un mundo tecnocient­ífico y de neurocienc­ias, algunos aspectos de los escritos freudianos sostienen una subjetivid­ad humanístic­a, poética, inacabada y artística. Freud fundó lo insondable del sujeto”. Lúcido y sutil, En la libertad de sus ojos apuesta por el aura del alma humana en la era de los algoritmos.

“es difícil que el psicoanáli­sis pase de moda porque tiene que ver con el inconscien­te”

“el neurótico desdichado es un escritor fantasma”, dice López de Gomara

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