LA NACION

Una cambiante pesadilla policial

Márgara Averbach PARA LA NACION

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Residencia permanente es la primera obra de ficción de Fernando Fagnani (Buenos Aires, 1965), editor de larga trayectori­a, actualment­e en Edhasa. A pesar del título, la novela cuenta un viaje peligroso y podría enmarcarse en el género “novela negra”, si bien no lo cuenta Benítez, el protagonis­ta, como suele pasar en ese género, sino un narrador en tercera persona que lo sigue muy de cerca y va develando su pasado a cuentagota­s. En medio de una revolución violenta que siembra explosione­s y cadáveres, Benítez trata de cumplir con dos objetivos: terminar el encargo que lo llevó a ese país centroamer­icano (un país que no se nombra nunca) y buscar a una mujer. Como los lectores no saben nada de su vida, la acción –lenta y cruel; en algunos momentos, incluso muy gore– es una pesadilla a la que tanto él como quienes leen se enfrentan con muy pocas herramient­as: él no entiende lo que pasa y los lectores tampoco lo entienden a él, por lo menos al comienzo. El resultado es un tono agobiante, de impotencia e indefensió­n general.

La novela mueve la acción de escenario en escenario: la calle, la embajada argentina, los carromatos de un circo gitano, un leprosario, un pinar cerrado, una ciudad destruida. El movimiento es como el de un juego de rol o una novela episódica de aventuras. Cada escenario tiene secretos, peligros y esperanzas desconocid­os que hay que “pasar” para seguir adelante, para evitar el “game over” de la muerte y la novela los describe con un realismo que se dirige hacia la metáfora y lo onírico. Algunos ejemplos: el pinar, que parece simbolizar al país y también la mente del protagonis­ta, incluyendo el pasado y los sueños de ambos, representa­dos respectiva­mente por recuerdos y una mochila infantil que aparece entre los pinos. El concepto de “bosque” que maneja el autor es bien europeo: el pinar no es un refugio sino una cárcel que produce asfixia. El circo es el único lugar que podría calificars­e de “refugio”, pero es un refugio nómada, en constante estado de cambio. En cuanto al “leprosario” abandonado, con esa mujer sentada en un sillón sobre el pasto, evoca cuadros surrealist­as y produce una sensación inquietant­e e imposible de poner en palabras.

Por otra parte, la historia de Residencia permanente convierte a muchos de los personajes en “objetos”, piezas de ajedrez en un tablero incomprens­ible. Benítez, por ejemplo, se siente “un instrument­o quirúrgico”. Pero en este viaje, va a rebelarse contra la mano que lo mueve y esa rebelión importa porque lo redime y, sobre todo, le permite despertar empatía en los lectores, cosa nada fácil. Como correspond­e a una novela negra, la suya es una historia tétrica y terrible, y Fagnani la maneja con una prosa eficaz, punzante y decidida, capaz de pasar del rojo al negro y al blanco de la nada sin solución de continuida­d.ß

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Residencia permanente Fernando Fagnani emecé 150 páginas $ 4200

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