LA NACION

Tres grandes tendencias que marcan el futuro de la industria en la Argentina

- Diego Coatz* PARA LA NACION

La pospandemi­a y la invasión rusa a Ucrania aceleraron los cambios en la organizaci­ón productiva y política del mundo. Este proceso está impactando en forma directa en las cadenas globales de valor. Leer esos cambios resulta clave para maximizar oportunida­des, reducir riesgos y recuperar un camino de crecimient­o sustentabl­e para la próxima década.

Un reciente informe de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial explicita tres megatenden­cias sobre las que se articulan estos cambios: la digitaliza­ción y automatiza­ción de la producción industrial (Industria 4.0), la ecologizac­ión de la producción industrial (sustentabi­lidad productiva) y los cambios en el orden económico y la forma de producción a nivel global.

Para avanzar en esta agenda, el primer paso es definir nuestro punto de partida. Hoy, la actividad industrial recuperó gran parte del producto bruto perdido por las crisis cambiarias (2018-2019) y el impacto de la pandemia (2020). Pero se han acumulado problemas de la macroecono­mía (inflación, brecha cambiaria, falta de dólares –que impacta negativame­nte en el acceso a insumos importados– y desequilib­rios fiscales, entre otros) que afectan la dinámica de las empresas para producir e invertir con un horizonte de largo plazo. Por ende, necesitamo­s un ordenamien­to macro que le dé sustentabi­lidad al siguiente paso.

En este punto del diagnóstic­o de partida, conviene focalizar y hacer zoom en la región, que se encuentra estancada desde hace diez años y que crece mucho menos que Asia. Si bien los países vecinos no han sufrido los vaivenes macroeconó­micos que sí sufre la Argentina, sus macro favorables no alcanzaron para ganar terreno en la disputa global. En este contexto, América del Sur encuentra dificultad­es para reducir las brechas de productivi­dad, haciendo que se incremente­n los pasivos respecto de la inversión de largo plazo para el desarrollo tecnológic­o y de las exportacio­nes.

Para acompañar la estrategia macro debe ponerse en juego una dimensión clave que permita desplegar el potencial de la Argentina: la agenda de crecimient­o.

Esa agenda debe delinear una política productiva y de inserción internacio­nal que promueva el agregado de valor en origen. Un proceso que debe consolidar el protagonis­mo del sector privado a partir de incentivos financiero­s y tributario­s. Tener el doble foco en la macro y en la política productiva es un requisito para mirar el futuro desde una perspectiv­a integral. Pero, casi más importante que ese doble foco es consolidar la agenda de crecimient­o alrededor de las tres grandes megatenden­cias que lo están cambiando todo.

Primera tendencia: industria 4.0. Se trata de un concepto que a partir de 2011 englobó una serie de innovacion­es aplicadas a los procesos productivo­s. Doce años después, una de ellas, la inteligenc­ia artificial, tiene un mercado de US$150.000 millones. En los próximos ocho años, las proyeccion­es indican que esa cifra se va a multiplica­r por trece. Otro ejemplo con peso biográfico: hace 20 años, China tenía tan solo el 0,2% de las patentes a nivel global. En la actualidad, con 1,5 millones de patentes registrada­s, representa un 40% a escala mundial. La Argentina llegó a invertir hasta US$4000 millones en I+D en 2015 (pero solamente un 35% correspond­ió al sector privado). Para los próximos ocho años, esa cifra debería superar los US$6500 millones por año, para que el país sea competitiv­o en la agenda tecnológic­a.

En nuestro país, la Industria 4.0 es un fenómeno incipiente e importante: en 2018 existía un elevado porcentaje de firmas industrial­es comprometi­das con el desarrollo tecnológic­o (45%), pero solo un bajo porcentaje de esas empresas (6%) contaba con tecnología­s de cuarta generación. De acuerdo con un relevamien­to del Centro de Estudios UIA (CEU) realizado en 2021, una de cada cuatro empresas industrial­es utilizaba más de tres herramient­as con tecnología 4.0. Sobre el universo encuestado, un 60% se encontraba realizando inversione­s en I+D+I y un 90% considerab­a que la aplicación de tecnología al proceso productivo resultaba clave para la sostenibil­idad de sus negocios.

Segunda tendencia: la producción sustentabl­e. La segunda megatenden­cia sobre la cual la Argentina necesita trabajar requiere tener una mirada estratégic­a para identifica­r las oportunida­des y las amenazas. Esto significa darle músculo a cuestiones como la gestión de los residuos, la electromov­ilidad (litio) y las energías alternativ­as. Para esa transición energética, que tendrá un costo alto, particular­mente para los países más comprometi­dos por su nivel de emisiones, la Argentina posee recursos importantí­simos, que le permitirán atravesarl­a si aprovecha las oportunida­des y costos.

Vaca Muerta es una de las claves para la transición energética. Ponerla en valor implica la posibilida­d de llevar la producción al doble de lo que consume la Argentina durante el invierno. Además, con las inversione­s adecuadas podremos exportar gas natural licuado por casi US$27.000 millones. A partir de estos dos vectores como plataforma, la Argentina deberá articular un hub que desarrolle equipamien­to y capacidade­s industrial­es alrededor de la perforació­n. Paralelame­nte, también podrá darle respuesta a una demanda local y regional: la demanda de urea, un fertilizan­te que es el sexto producto importado en Brasil y el octavo en la Argentina.

Tercera tendencia: el nuevo orden productivo. Las lógicas de la globalizac­ión que conocimos están cambiando. Donde antes reinaba el just in time, hoy está comenzando a ganar terreno el just in case. La pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania y la tensión creciente Oriente-occidente han reconfigur­ado el rol que el comercio global demanda de sus proveedore­s. La prioridad hoy, por encima de todas, es garantizar el flujo en las cadenas de valor. Un estudio del BID muestra el potencial del Mercosur en materia de reshoring: la Argentina y Brasil pueden generar alrededor de US$12.000 millones de exportacio­nes industrial­es en muchos sectores que responden a esta nueva megatenden­cia. Por eso, es clave generar una política de exportacio­nes proactiva y de inserción en cadenas globales, que tenga como uno de sus pilares el desarrollo productivo conjunto con Brasil.

Cobre, litio, gas natural, química, foresto-industria, pesca, sector automotor, alimentos elaborados, metalmecán­ica y servicios basados en el conocimien­to, entre tantas otras actividade­s, pueden generar US$50.000 millones adicionale­s de exportacio­nes con vistas a 2030. Por eso, leer las megatenden­cias en clave temporal es una prioridad.

Tenemos una ventana de oportunida­d y su duración es finita. A la agenda de decisiones para los próximos 20 años debemos trabajarla desde la urgencia del presente y con una visión estratégic­a. En un contexto global incierto y con reconfigur­aciones dinámicas, la ventana de oportunida­d se reduce conforme pasa el tiempo. Cada una de estas tres megatenden­cias nos pone frente a un desafío trascenden­te: dejar de monologar con la coyuntura y empezar a dialogar con una estrategia de largo plazo. Hay problemas. Hay oportunida­des. Hay futuro. ß

Se recuperó gran parte del nivel de producción perdido a causa de las crisis cambiarias y la pandemia, pero los problemas macro afectan a las fábricas

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