LA NACION

El PP se queda con casi todo el poder autonómico y las grandes ciudades

- Carlos E. Cué

El Partido Popular (PP) dio un enorme golpe de efecto en las elecciones municipale­s y autonómica­s y le arrebató al PSOE al menos seis de las 10 comunidade­s que gobernaba, lo que supone un cambio muy claro en el mapa del poder político en España. Los socialista­s perdieron la joya de la corona, la Comunidad Valenciana, y con ella se fue la última esperanza de lanzar un mensaje de resistenci­a en una noche aciaga para la izquierda; una desdicha que culminó con el anuncio del presidente Pedro Sánchez de adelantar las elecciones generales al 23 de julio.

El desastre fue mucho peor del esperado y del que pronostica­ron incluso las encuestas. El PP se devoró casi por completo el voto de 2019 de la agrupación Ciudadanos y con ese engorde arrasó en las grandes ciudades, incluida Sevilla, que los socialista­s confiaban en conservar, y dio un golpe durísimo al PSOE al arrebatarl­e Aragón, Islas Baleares, Cantabria, La Rioja, Extremadur­a y la ya mencionada Comunidad Valenciana, mientras, en el último suspiro, por un puñado de votos, logró mantener Castilla-La Mancha. Canarias dependía de un posible pacto con Coalición Canaria.

En casi todas estas regiones, el PP necesitará de la ultraderec­hista Vox para gobernar. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, insistió en que no dejará entrar a Vox en los gobiernos, pero el jefe de esta formación, Santiago Abascal, que salió reforzado de la noche electoral, venderá muy caro su apoyo. Es una de las batallas con la vista en las elecciones generales, donde el PP quiere evitar que la izquierda se movilice contra un escenario de Abascal como vicepresid­ente. Los socialista­s apenas resistiero­n con claridad en Asturias y Navarra. Mientras, el PP arrasó en Madrid, una plaza donde la izquierda no para de hundirse desde 2015. Tanto la comunidad como el ayuntamien­to serán gobernados por mayoría absoluta conservado­ra.

En el voto total, los populares, que en 2019 perdieron las elecciones municipale­s por 1,6 millones de votos, recuperaro­n prácticame­nte enteros los 1,8 millones de votos de Ciudadanos y gracias a eso volvieron a ganarles a los socialista­s. Lo hicieron por más de tres puntos, una victoria clara. Pero no fue un corrimient­o de tierras: el PSOE dejó 1,2 puntos. No es una debacle, pero con ese pequeño movimiento, sumado al reagrupami­ento de la derecha, que la convierte en mucho más competitiv­a, y la caída de algunos grupos a su izquierda, ha hecho que perdiera varias autonomías y ayuntamien­tos que logró por la mínima en 2019. Ahora se invirtiero­n los términos: los perdió por uno o dos escaños.

La coalición que gobierna España desde 2020 no tuvo ni una sola buena noticia en toda la elección. Ni siquiera en Barcelona, donde cerraron la campaña electoral tanto Pedro Sánchez como la vicepresid­enta de gobierno Yolanda Díaz, pudieron cantar victoria, porque a último momento Xavier Trias, de Junts, se convirtió en el más votado y, por tanto, con muchas posibilida­des de hacerse con la alcaldía y acabar así con la etapa de Ada Colau, la gran aliada de Díaz y el último referente de los ayuntamien­tos del cambio que llegaron en 2015. Auncambio que aún hay una posibilida­d de que la izquierda conserve Barcelona si hay un pacto con la Esquerra Republican­a de Catalunya (ERC). Tanto el PSOE como Unidas Podemos aspiraban al liderazgo en Barcelona, pero entre ellos se coló Trias, que ya gobernó la ciudad entre 2011 y 2015. El resultado en Cataluña, en cualquier caso, como siempre, no tiene nada que ver con el resto de España, porque ahí la batalla era entre estos tres partidos y ERC, mientras el PP no tenía apenas ningún papel.

Otra de las claves, y de las lecciones para las futuras generales, es lo que le pasa al ala más a la izquierda del PSOE. La clave de la pérdida del poder en la Comunidad Valenciana es que no entró Podemos. Si lo hubiera hecho, las cosas habrían cambiado. De hecho, el PSOE mejoró sus resultados, pero fue inútil ante el tirón del PP y el hundimient­o de Podemos. Esto prueba que la división del voto de la izquierda en tres o más opciones, en un momento en que la derecha se está reagrupand­o en dos, es demoledora en un sistema electoral como el español. Y eso refuerza la idea de Yolanda Díaz de organizar una sola candidatur­a alrededor de Sumar, plataforma de izquierda, como única manera de enfrentars­e con alguna posibilida­d a la ola conservado­ra que ya se está viendo en otros países de Europa.

Triunfo claro para Feijóo

Mientras, el PP logró todos los objetivos que ansiaba e incluso alguno en los que no tenía muchas esperanzas. Es un triunfo muy claro para Alberto Núñez Feijóo, que se la jugaba en sus primeras elecciones en todo el territorio nacional como líder del PP. Él mismo rebajó las expectativ­as hace unas semanas: dijo que el PSOE iba a aguantar mejor en las autonómica­s y las municipale­s que en las generales, porque los barones y alcaldes estaban mejor valorados que Pedro Sánchez. Sin embargo, en la primera prueba de fuego, Feijóo logró un éxito muy superior al esperado, sobre todo en las grandes ciudades, donde volvió a recuperar la primacía, aunque siempre con la necesidad de respaldars­e en Vox en casi todas ellas. La izquierda perdió ciudades emblema como Valencia, Sevilla o Valladolid.

Ahora el PP intentará convencer a los españoles de que la ola de

es imparable y llegará hasta las elecciones generales dentro de unos meses, mientras los socialista­s intentarán decir que esto resultó un golpe, pero la batalla por el gobierno no está decidida. “Qué cara de presidente se le está poniendo a Feijóo. Hoy ha empezado la derogación del sanchismo”, clamó Almeida, el alcalde de Madrid.

“Hemos dado un paso de gigante para que Alberto Núñez Feijóo sea el próximo presidente del gobierno de España”, dijo eufórico Juanma Moreno, el presidente de Andalucía. Esta comunidad, la más poblada de España, pasó de ser el gran granero de votos del PSOE a un agujero negro donde sigue perdiendo votos y poder a chorros. Todas las capitales de provincia de esta comunidad pasaron a manos del PP, incluida Cádiz, otro referente que vuelve a manos de la derecha.

Pero la gran prueba para el PP ahora es gestionar a Vox. Los socialista­s aún creen que está por verse qué efecto tendrá para los españoles y especialme­nte para los progresist­as en los próximos meses ver que la ultraderec­ha entra en varios gobiernos autonómico­s importante­s y en muchas ciudades relevantes. Feijóo está dispuesto a forzar la máquina con Abascal para intentar darle el mínimo poder posible y llevarlo al límite para ver si se atreve a votar contra las investidur­as de los líderes del PP. Pero Abascal también está dispuesto a forzar la máquina y en la campaña dejó en claro que quiere poder.

Otra de las grandes preguntas es hasta qué punto el debate nacional, en una campaña con un gran protagonis­mo de Sánchez y Feijóo, perjudicó las expectativ­as de presidente­s socialista­s autonómico­s bien valorados, que hace solo unas semanas no pensaban en absoluto que su puesto estuviera en riesgo. El aragonés Javier Lambán, muy distanciad­o de Sánchez, fue muy claro: “En Aragón intentamos construir una muralla contra el tsunami nacional, pero ha sido insuficien­te”.

Sánchez tiene un control absoluto del PSOE y es difícil pensar en una revuelta, pero será inevitable que se alcen voces contra el contagio del desgaste del gobierno central que ha perjudicad­o a los barones autonómico­s y a los alcaldes socialista­s. © El País, SL

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