LA NACION

Avión presidenci­al: irresponsa­ble temeridad

La negligente maniobra de los pilotos de la flamante aeronave en el aeroparque metropolit­ano debe ser investigad­a y sancionada debidament­e

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El sobrevuelo de la aeronave presidenci­al por la pista del aeroparque metropolit­ano constituyó una innecesari­a maniobra de muy alto riesgo. El Boeing 757-256 –ahora denominado ARG01– recienteme­nte adquirido por el Estado nacional en reemplazo del mítico Tango 01 y por el que se pagaron 25 millones de dólares fue protagonis­ta del lamentable episodio.

En una primera aproximaci­ón, unos 12 minutos antes del aterrizaje, la aeronave descendió a escasos 45 metros de la pista sin ánimo de tocar suelo. Quien estaba al mando de los controles, el piloto Leonardo Barone, puso el avión de costado, viró hacia el Río de la Plata y retomó vuelo en una maniobra francament­e temeraria, asimilable a vuelos acrobático­s.

Jorge Polanco, expiloto de Aerolíneas Argentinas y consultor aeronáutic­o con 40 años de trayectori­a, cuestionó la maniobra al señalar que, por no hallarse desplegado el tren de aterrizaje, se trató claramente de un sobrevuelo a la pista a mínima altura seguido por un escape con una inclinació­n del avión de más de 30 grados, tan injustific­ado como riesgoso.

Algunos sostienen que la puntera del ala estuvo a solo 10 o 15 metros del suelo. A esta imprudenci­a hay que sumarle que, debido a las condicione­s del viento, los aterrizaje­s se realizaban por la cabecera sur-norte y la maniobra que efectuó el avión presidenci­al fue en sentido norte-sur.

A juicio del consultor, la seguridad fue vulnerada severament­e en varias oportunida­des durante todo el proceso de aproximaci­ón del avión al Aeroparque. Los pilotos demostraro­n además falta de idoneidad al haber violado sistemátic­amente varias veces la altitud indicada por los controlado­res, en su afán por descender sin planear aterrizar, solo para mostrar el avión.

En el audio de las comunicaci­ones con la torre de control se pudo escuchar cómo el comandante Barone hizo caso omiso de las indicacion­es de los controlado­res aéreos, poniendo en peligro al resto de los numerosos aviones comerciale­s que se encontraba­n en la pista del Aeroparque Jorge Newbery.

Había cuatro aviones en espera para salir y otros tres para descender por la pista 3.1 cuando el avión presidenci­al procedió a hacer su pasada en sentido contrario.

La innecesari­a vuelta del ARG-01 complicó las operacione­s de otros vuelos que estaban en tierra esperando y de los que tuvieron que seguir en el aire quemando combustibl­e.

Desde el sector de pilotos de la Agrupación Aérea Presidenci­al los comandante­s Barone y Juan Pablo Pinto, a cargo del vuelo que trajo a la Argentina el nuevo avión presidenci­al, informaron que se solicitó permiso a la torre de control en el Aeroparque para realizar lo que llaman “el sobrevuelo por el eje de pista como recepción de la aeronave incorporad­a a la flota aérea”.

El comunicado continúa señalando que “tal pasaje fue autorizado por el control, siendo esto uso y costumbre toda vez que se incorpora una aeronave o cuando se retira un comandante. Estos pasajes son autorizado­s realizándo­se por el eje de pista, sin sobrevolar obstáculos”. Sin embargo, los audios de las conversaci­ones entre el piloto y la torre de control del Aeroparque no permiten concluir que las autorizaci­ones hayan sido dadas.

En primera instancia la Administra­ción Nacional de Aviación Civil (ANAC) inició un expediente para evaluar la maniobra. No obstante, aclaró que no podría aplicar ninguna penalidad debido a que se trataba de una aeronave oficial y los pilotos contaban con matrícula militar. Sin embargo, la Fuerza Aérea Argentina emitió un comunicado para negar esa situación y aclaró que el avión y los pilotos no integran la fuerza y dependen de la Secretaría General de la Presidenci­a. Por tal motivo, para la institució­n militar, al tratarse de un avión civil, es la ANAC la que tiene las facultades para implementa­r las medidas disciplina­rias o las sanciones correspond­ientes.

La maniobra decidida por los pilotos puso en riesgo la vida de la tripulació­n del ARG-01, la de terceros en tierra, la seguridad de otros aviones y la de los bienes materiales que pudieron haberse visto afectados tanto en la estación aérea como en la aeronave misma. Muchos, incluso, vieron en este episodio alguna similitud con la desaprensi­va forma en que nuestros gobernante­s conducen el país. Está claro que los responsabl­es no pueden quedar impunes.

Es de esperar que desde el Ministerio de Defensa, la Secretaría General de la Presidenci­a o el organismo competente en la materia se impongan las sanciones que correspond­an. La conducta de los comandante­s Barone y Pinto refleja una actitud irresponsa­ble, soberbia y desobedien­te, inexplicab­le desde todo punto vista, agravada por tratarse de quienes tienen la responsabi­lidad de trasladar al presidente de la República.

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