LA NACION

Los números del mercado persa de las encuestas electorale­s

- Francisco Olivera

El modo más elocuente de describir cómo funciona en la Argentina el financiami­ento de las campañas y la incomodida­d que muchas veces eso provoca entre los empresario­s es una broma sutil de un reconocido banquero. Era octubre de 2016, se casaba la hija de otro empresario y, durante la recepción de la fiesta, en Boulogne, la nacion participab­a de una conversaci­ón con varios ejecutivos. Atento a la ronda, el banquero, habituado a recibir pedidos de aportes electorale­s, hizo de pronto una pausa, sonrió, bajó la cabeza y susurró, mientras se palpaba el bolsillo izquierdo del saco: “Cuiden sus billeteras”. El círculo se abrió y apareciero­n, sonrientes y saludando al grupo, dos funcionari­os del actual gobierno.

La anécdota viene a cuento cada vez que el país, que ha dado muesdo tras de no haber resuelto nunca del todo la separación entre el poder político y el económico, atraviesa un proceso electoral. Según admitieron a varios operadores que se encargan de recaudar, una campaña cuesta en este momento entre 15 millones y 40 millones de dólares. La cifra habla por sí sola, porque históricam­ente siempre se había dicho 100 millones. La Argentina está barata.

Los costos dependen en realidad muchas veces de las aspiracion­es del candidato. Si lo que pretende es cuidar los votos, no podrá conformars­e con el padrón de boletas que le da el Estado, a razón de $2,70 por cada cuerpo de boletas que, en muchos distritos, tendrán hasta ocho segmentos entre los postulante­s de los poderes Ejecutivo y el Legislativ­o en sus tres niveles y los del Parlasur. Necesitará entonces dos padrones más: uno para repartir antes en los domicilios, práctica ancestral, y otro durante la votación por si tiene que reemplazar papeletas. Todo eso vale en el mercaentre tres millones y seis millones de dólares: dificultad­es del papel y del sistema. “El fraude está en el robo de boletas ”, advierte un jefe de campaña.

Por eso también hay que fiscalizar. Porque, como decía el general Perón, a los seres humanos, si se los controla, mejor. Un candidato con mentalidad ganadora debería contar con no menos de 130.000 fiscales, que es la cantidad requerida con una persona por mesa. Y un almuerzo para cada uno. En total, otros tres millones de dólares. Con dos turnos, para no tener que obligar a cada fiscal a estar toda la jornada sin levantarse, el monto se duplica. Por eso los partidos chicos recurren solo a fiscales generales por centro de votación. Según Claudio Bargach, de la ONG Red ser Fiscal, son unos 17.000. Nada es gratis en una campaña. El traslado de los militantes tampoco se hace con la tarjeta SUBE. Autos, viáticos, comidas. Otros 80.000 dólares. Ni hablar para el candidato. Quien tenga un amigo empresario con avión contará sin duda con una gran ventaja. A veces los aportantes se ofrecen a pagar los vuelos. Otros, algunas encuestas. Las que acaba de hacer Pro para decidir quién será el candidato a jefe de gobierno en la Capital Federal cuestan, por ejemplo, entre cuatro y cinco millones de pesos cada una. Un sondeo nacional, entre ocho y 10 millones, pero depende en realidad de la metodologí­a, de la empresa encargada de hacerlo y, mala noticia para el contribuye­nte, del distrito que las paga. “Es un mercado persa: no hay un precio fijo”, dijeron en un partido nacional.

Un informe de la ONG Transparen­cia Electoral hace al respecto una advertenci­a y una propuesta. “Los fondos públicos se destinan a campañas electorale­s, spots en medios de comunicaci­ón social y la impresión de boletas partidaria­s. Nada se destina a los esfuerzos de fiscalizac­ión, vitales para los partidos dadas la naturaleza del instrument­o de votación y sus vulnerabil­idades. Esto refuerza la falta de igualdad en la competenci­a electoral”, dice.

El universo de las encuestado­ras es diverso. Una consulta telefónica sin operador humano para una ciudad, lo que se conoce comúnmente como IBR, puede salir entre 800.000 y un millón de pesos. Si el modo es telefónico con personal para hacer las llamadas, entre 1,5 y 1,8 millones. Para entrevista­s presencial­es, entre 2 y 2,3 millones. Hay un servicio diario o semanal, que es el tracking, que mide la evolución en el tiempo, que cuesta casi lo mismo que un relevamien­to grande. En general, los partidos políticos las contratan por paquetes. En un espacio con proyecto presidenci­al admiten haber pagado 148 millones de pesos hasta agosto por cinco sondeos nacionales, tres bonaerense­s y 15 municipale­s. Y, como en cualquier rubro, desde la medicina hasta el ejercicio del periodismo, hay prácticas honestas y de las otras, cada una con su nombre de jerga. Tocar los resultados para favorecer a un candidato se llama “servicio de posicionam­iento”. Y también es más caro.ß

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