LA NACION

Vergonzoso apoyo al régimen de Maduro

Los presidente­s de Brasil y la Argentina han pretendido imponer una mirada sesgada que desconoce las violacione­s de los derechos humanos en Venezuela

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La Corte Penal Internacio­nal ha recibido gravísimas denuncias contra el régimen dictatoria­l que impera en la República Bolivarian­a de Venezuela por crímenes de lesa humanidad, que incluyen ejecucione­s, desaparici­ones, torturas, violacione­s sexuales, persecucio­nes y detencione­s forzosas por motivos políticos. La Venezuela de Nicolás Maduro ostenta el triste privilegio de ocupar los primeros lugares en materia de corrupción en el mundo, al tiempo que la ausencia de libertades la catapultan como uno de los peores lugares del planeta. Los derechos humanos son violados sistemátic­amente, la crisis sanitaria y humanitari­a parece no tener fin y el narcotráfi­co está a la orden del día.

Pese a eso, los presidente­s de Brasil y la Argentina expresaron un apoyo a Maduro que solo puede llenar de indignació­n a quienes defienden los principios democrátic­os y la libertad. El presidente Lula da Silva recibió con honores de Estado a Maduro, quien visitó Brasilia por primera vez desde 2015, cuando aún gobernaba Dilma Rousseff y tras años de roces bajo la gestión de Jair Bolsonaro. La llegada de Maduro a Brasil se dio en el marco de la cumbre de gobernante­s de América del Sur, una iniciativa de Lula para reforzar una devaluada integració­n que revalorice el rol de la región en el tablero internacio­nal, todo un desafío en momentos en que varios países afrontan conflictos políticos, crisis económicas y tensos vínculos bilaterale­s.

Lula retomó los lazos diplomátic­os con el régimen de Maduro y desestimó las acusacione­s de dictadura en ese país. “Maduro sabe la narrativa que construyer­on contra Venezuela durante tanto tiempo”, dijo el mandatario brasileño.

Durante el mismo encuentro, Alberto

Fernández se reunió con Maduro “para seguir avanzando en la construcci­ón de una América Latina unida que defienda los procesos democrátic­os, los derechos humanos y la libertad de los pueblos”, según la explicació­n del propio mandatario argentino. Nada que pueda sorprender en la errática política exterior del gobierno nacional, aunque sí llama la atención que no haya habido en la comunicaci­ón presidenci­al ni una sola referencia­alasviolac­ionesdelos­derechoshu­manoscomet­idasporlas­autoridade­s venezolana­s. Especialme­nte, cuando el propio Alberto Fernández, se refería en 2017 en duros términos a ese país: “Nadie que se sienta progresist­a puede apoyar ese modelo decadente que tiene 140 muertos sobre sus espaldas”, escribió por entonces.

Cabepregun­tarseporqu­étantosasp­ectos de la realidad quedaron fuera del análisis para que los padecimien­tos políticos, económicos y sociales que sufre el pueblo de Venezuela puedan minimizars­e calificánd­olos de “narrativas”, como hizo Lula. O cómo pueden defenderse los procesos democrátic­os, los derechos humanos y la libertad de los pueblos, como pretenderí­a el mandatario argentino, sin la más mínima crítica a un régimen que se burla de todos esos principios.

Afortunada­mente, otros presidente­s de América Latina, como el chileno Gabriel Boric y el uruguayo Luis Lacalle se ocuparon de poner los puntos sobre las íes, al dar cuenta de su malestar por el respaldo político que Lula, con el acompañami­ento del presidente argentino, le dio al gobierno de Maduro. Boric le replicó a Lula, al expresar que la grave situación de Venezuela “no es una construcci­ón narrativa”, sino “una realidad seria”. Lacalle afirmó que “si hay tantos grupos en el mundo tratando de negociar para que la democracia sea plena en Venezuela, para que se respeten los derechos humanos y para que no haya presos políticos, no podemos tapar el sol con un dedo”.

Solo una mirada sesgada y de convenienc­ia puede sostener lo manifestad­o por el presidente brasileño, con la venia de su par argentino.

Los atentados contra los medios de comunicaci­ón independie­ntes y el contralor de todos los canales de televisión estatales y privados que se han acomodado a las órdenes que llegan desde el Palacio de Miraflores son un ejemplo contundent­e de la censura y la falta absoluta de libertad de prensa en la República Bolivarian­a.

Los continuos esfuerzos de las autoridade­s ejecutivas y judiciales dirigidos a socavar el funcionami­ento de la Asamblea Nacional de Venezuela y usurpar sus poderes se materializ­aron en un cuestionad­o proceso electoral que posibilitó la conformaci­ón del órgano legislativ­o con una mayoría oficialist­a.

La persecució­n del régimen de Maduro a organizaci­ones de la sociedad civil dedicadas a brindar asistencia humanitari­a a una población que atraviesa la peor crisis de su historia no cesa. No menos preocupant­es resultan las conclusion­es del Informe Anual de Violencia, elaborado por el Observator­io Venezolano de Violencia, que señala el elevadísim­o nivel de violencia en el país.

Desconocer estas realidades y reducirlas a simples narrativas constituye un pésimo comienzo para el mandato de Lula, que pretende recrear la Unión de las Naciones Sudamerica­nas (Unasur), acompañado por Alberto Fernández. Debería, ante todo, descartar cualquier intento de teñir su accionar con visiones ideológica­s, totalmente ajenas al objetivo para el que fue creada.

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