LA NACION

“Me gusta ser una inspiració­n”

La tunecina, Nº 7 del mundo y dos veces finalista de Grand Slam, siente estar cumpliendo una “misión”: contagiar y masificar el deporte en su región

- TEXTO Sebastián Torok - Enviado ESPECIAL

PARÍS.– La masiva revuelta civil y religiosa producida en enero de 2011 en las calles de Túnez, bautizada como la Revolución de la Dignidad (o de los Jazmines), en reclamo de “pan, libertad y justicia social” y potenciada tras el suicidio a lo bonzo de Mohamed Buazizi (un vendedor ambulante al que la policía le había incautado su puesto de trabajo), terminó provocando la caída del régimen de Zine el Abidine Ben Alí, autócrata de esa porción africana durante más de dos décadas. La dimensión de las protestas denominada­s como “primaveras árabes” luego se extendería­n –con mayor o menor éxito– en otros países de la región. Aquel, sin dudas, fue un hecho histórico e inspirador para otras naciones en busca de la democracia.

Ese mismo año, en junio, una tenista tunecina de 16 años sacudió el deporte africano ganando el torneo junior de Roland Garros. La adolescent­e, que la temporada anterior había perdido la misma final del Abierto francés, pisó fuerte en el polvo de ladrillo parisino y lanzó un mensaje: “Llegué al circuito para ser número uno y poner a África y al mundo árabe en el mapa tenístico”. En un deporte generalmen­te dominado por Europa y Estados Unidos, con presencias cíclicas de latinoamer­icanos y asiáticos, África siempre estuvo postergado. Claro que es un continente con prioridade­s y conflictos demasiado severos como para que surjan nuevas raquetas en el alto nivel. Pero aquella chica de cabello oscuro y mano prodigiosa hizo una advertenci­a que, una década después cumplió.

Ons Jabeur, esa jugadora que celebró en la versión juvenil del torneo del Bois de Boulogne, tardó hasta 2016 para entrar en el top 100 profesiona­l y llegó al top 50 recién a principios de 2020. Sin embargo, llegó el momento del famoso clic y concretó una maduración explosiva en 2022, al ganar su primer torneo de la serie WTA 1000 (en Madrid), antes de estar muy cerca de lograr su anhelo de la infancia: lograr el título de Wimbledon (perdió la final con la kazaka Elena Rybanica). Dos meses después llegó a otra definición grande, en el US Open, y esta vez perdió con la dominante número uno, la polaca Iga Swiatek.

“Me veo como si estuviera en una misión. Digamos que elegí inspirar a la gente. Elegí ser la persona que soy. Quiero compartir mi experienci­a todos los días y tener más, más y más generacion­es aquí es lo que más añoro”, explica Jabeur, actual número 7 del ranking del Hologic WTA Tour, N° 2 en julio pasado. Rompió el molde: se encumbró como la primera tenista árabe, hombre o mujer, en llegar al top 10. Se transformó en un estímulo, en una bandera que marca el camino para los tenistas árabes y africanos. Nacida en Ksar Hellal, un rincón mediterrán­eo de 50.000 habitantes, tiene un enorme sentido de la pertenenci­a y es un orgullo para un país que, a diferencia de otros que profesan la religión musulmana, la mujer tiene un lugar valioso en la sociedad. Jabeur, incluso, fue inmortaliz­ada en un sello postal en Túnez y nombrada como Campeona de la Paz, un premio ganado anteriorme­nte, entre otros, por Lionel Messi.

Jabeur, definitiva­mente, puso a África y al mundo árabe en el mapa del tenis de súper elite. ¿Qué significad­o le otorga a ese logro y qué responsabi­lidad extra le genera? “Es un honor para mí representa­r el continente y dar motivación a otras generacion­es para estar listas, activarse y lograr otras cosas de las que marca la tradición. Espero seguir haciendo eso, espero poder seguir dando el ejemplo de los grandes. Me siento bien siendo una suerte de embajadora”, le dice Jabeur a la nacion, antes de su desafío por la segunda ronda de Roland Garros (tras vencer a la italiana Lucia Bronzetti, su próxima rival será la local Oceane Dodin). Si las dificultad­es físicas que la molestaron en las últimas semanas le permiten competir libremente, es, sin dudas, una de las favoritas a llegar lejos en este Abierto de Francia (llegó a los octavos de final en 2020 y 2021). Está casada con Karim Kamoun, un exesgrimis­ta profesiona­l que también es su preparador físico.

–El tenis femenino actual es muy físico y con tiros planos. Pero vos rompés con el molde siendo una tenista muy creativa, que lanza drop shots, que tiene revés con slice y otras exquisitec­es. ¿Qué valor le das a la improvisac­ión en el juego, a la capacidad de inventar sobre la marcha?

–Es parte de mí, es parte de mi carácter. Creo que refleja mi manera de ser. Me gusta ser impredecib­le y hacer esos tiros me inspira y me da mucha alegría en el court, así que seguiré haciendo esto y tal vez inventar otros golpes.

–Precisamen­te por esta caracterís­tica que tenés, es que Gabriela Sabatini te elige desde hace mucho tiempo como una de sus jugadoras favoritas. El año pasado en el US Open pudiste conocerla personalme­nte. ¿Cómo fue ese encuentro?

–Me encanta Sabatini. Es una persona increíble e, incluso, mejor en persona. La vi, fue muy amable. Fue una atleta increíble. Espero poder cruzarla de nuevo y pedirle algún consejo para el tenis.

–El tenis, históricam­ente, fue dominado por europeos y estadounid­enses. África hoy te tiene a vos. ¿Cuánto creció la práctica del tenis en África en estos años?

–Hay muchos deportista­s que quieren ser profesiona­les y hay más jugadores africanos en el mundo. Sé que puedo ayudar a motivar y estoy segura que durante los últimos tres años están surgiendo más tenistas. Este es un gran momento para nosotros, para enviar un mensaje de que nada es imposible, de que lo hicimos nosotros, así que ellos lo pueden hacer. Crecí jugando campeonato­s árabes y europeos, pude conocer a muchos jugadores talentosos que luego no llegaron a lo más alto. Sé lo que es venir desde abajo. Mirando hacia atrás, cuando pienso en esos campeonato­s árabes, creo que fue un gran momento de mi vida porque había tanta honestidad, amateurism­o, podíamos jugar hasta tres partidos al día y realmente no nos importaba. Fue un período fantástico, lo recuerdo bien, jugué en Zimbabwe, en Marruecos, en Egipto, en Argelia… Sé que en esos sitios hoy me tienen como ejemplo y me alegra.

–En 2011 tu carrera se impulsó. ¿Cómo viviste tu evolución deportiva mientras ocurrían hechos sociales tan valiosos en Túnez? ¿Cómo describirí­as aquellos tiempos de cambios profundos en el país?

–Sí, muchas cosas geniales ocurrieron en 2011 cuando las fronteras, de alguna manera, se abrieron. Creo que eso abrió más puertas para mí y me hizo creer que podía ser una buena tenista internacio­nal. Aquellos sucesos me dieron mucha motivación y la gente empezó a seguirme aún más.

–¿Qué tan importante es ese respaldo de Túnez para desarrolla­rte

con absoluta libertad en el circuito internacio­nal?

–Las mujeres de Túnez tienen sus derechos y por eso muchas han logrado cosas importante­s, en cargos de jerarquía. Para mí, ser la primera mujer en hacer otra cosa, como en el tenis, me inspiró a hacer más y más. Eso es lo que quiero: no me conformo. Somos un país independie­nte y la mujer tiene su lugar. La gente me reconoce más en Túnez, por supuesto, y me sigue. Y cada vez hay más tunecinos que vienen a ver mis partidos. Es un honor.

–Profesás la fe musulmana. ¿Cómo hacés para reajustar la celebració­n del Ramadán y el ayuno con tu calendario?

–Creo que como jugadora profesiona­l de tenis es difícil hacer el Ramadán a la perfección, pero lo intento. Es como si no lo pusiera en práctica los días en los que tengo que competir y lo retomo luego. Es lo que siempre intenté hacer. Yo también le doy mucha importanci­a a la salud mental: suelo hacer cursos para manejar la mente y para mi respiració­n. Hago meditación.

–“Nunca hay que mezclar política y deporte”, decís habitualme­nte. ¿Cómo te afectan las diferencia­s que existen en el vestuario con las rusas y bielorrusa­s por la guerra que ocurre en Ucrania?

–Es una situación muy difícil para muchos jugadores. No podemos ignorar lo que está pasando en Ucrania. Es una pena. No sólo en Ucrania, sino en Palestina y en otros países también. Para mí, no mezclar la política y el deporte es algo que siento. El deporte debe significar la paz y espero que podamos enviar un mensaje muy poderoso a todo el mundo. Nuestro sueño ahora mismo es que un día termine la guerra. Nada bueno puede salir de allí. Las diferencia­s se discuten de otra manera.●

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La tunecina Ons Jabeur, responsabl­e de poner a África y al mundo árabe en el mapa tenístico de elite; en 2011, a los 16 años, impactó con la conquista junior en Roland Garros+
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