LA NACION

Ciudadanos, el partido que pasó de ser la tercera fuerza a la irrelevanc­ia

En las elecciones municipale­s logró apenas 392 concejales de los 2395 que tuvo en su apogeo

- Ricard González

BARCELONA.– Aunque no se ha disuelto oficialmen­te todavía, la decisión del partido Ciudadanos de no concurrir a las próximas elecciones del 23 de julio en España marca el fin de un proyecto político que hasta hace poco aspiraba a reemplazar al Partido Popular como la principal formación de la derecha española.

Los resultados de las recientes elecciones municipale­s, en las que Ciudadanos pasó de tener casi dos millones de votos a menos de 400.000, y de 2395 concejales a 392, representa­ron el golpe de gracia para una formación que ya llevaba cuatro años cosechando debacle tras debacle en todo tipo de elecciones.

“La oferta del centro-liberal en España no ha tenido fuerza. (...) Hemos llegado a la conclusión de que los españoles no nos ven como una buena alternativ­a transforma­dora”, dijo Adrián Vázquez, su secretario general, tras del desastre electoral.

Este jueves, Inés Arrimadas, la que había sido su líder durante los últimos años, anunció que abandona la política.

La caída de Ciudadanos ha sido prácticame­nte tan fulgurante como su ascenso, que junto con el de Podemos puso fin a más de tres décadas de bipartidis­mo en España hace casi una década.

Ingreso victorioso

El “partido naranja” dio el salto a la política española en 2015, aunque ya existía mucho antes, pero solo en Cataluña.

Un verano de 2006, un grupo de intelectua­les y activistas hostiles al nacionalis­mo catalán decidió crear un nuevo partido en un lujoso hotel de Barcelona.

Su liderazgo recayó por sorteo en un joven abogado que había sido militante del Partido Popular, Albert Rivera.

Poco a poco, la formación fue abriéndose paso en el panorama político catalán, siempre haciendo bandera de su oposición al catalanism­o.

Ante la profusión de escándalos de corrupción que empezaban a afectar al PP, Ciudadanos comprendió que se abría una ventana de oportunida­d en el conjunto de España.

Arropado por algunos de los más poderosos grupos de comunicaci­ón en España, el partido, con Rivera de candidato, logró un resultado espectacul­ar en sus primeras elecciones generales, en 2015: más de 3 millones de votos y 40 diputados.

En aquel momento, su principal electorado fueron los jóvenes de derecha desencanta­dos con un PP desgastado.

Ideológica­mente, el partido se presentó como liberal en el ámbito económico y moral, marcando distancias con el PP en cuestiones como los derechos de la comunidad LGBT.

Asimismo, Ciudadanos acentuó su anticatala­nismo, que fue el motivo que inicialmen­te le había granjeado las simpatías de una parte de la sociedad española.

Aquel era un periodo en los que el independen­tismo catalán ya había apretado el acelerador en su proyecto soberanist­a, lo que había generado una fuerte reacción nacionalis­ta española en el resto del Estado.

Durante los años siguientes, el goteo de escándalos de corrupción en el PP continuó hasta culminar con la sentencia del caso Gürtel, que establecía la existencia de una amplia red en el seno del partido para lucrarse con adjudicaci­ones de obra pública.

En medio de un ambiente de indignació­n popular, en 2018, Pedro Sánchez logró desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa con una moción de censura.

Un año después, se celebraron nuevas elecciones generales, y Ciudadanos llegó a su punto álgido: tercera posición con 4 millones de votos, tan solo 200.000 votos menos que el PP.

La decisión equivocada

Aquellos comicios situaron a Ciudadanos ante una encrucijad­a decisiva y la más importante de su historia.

El presidente Sánchez, al frente del partido más votado, le ofreció a Rivera el cargo de vicepresid­ente en un gobierno de coalición.

Si hubiera aceptado la oferta, el partido se habría hecho suyo el centro político de la política española, pudiendo en el futuro pactar a derecha e izquierda. Es decir, se habría convertido en un partido clave para la gobernabil­idad del país.

Sin embargo, aquello no era suficiente para las aspiracion­es de Rivera, que soñaba con convertirs­e en el presidente del país y que Ciudadanos substituye­ra al PP como el gran partido de la derecha española.

Pero la decisión de Rivera se reveló desastrosa para el “partido naranja”.

Aquel rechazo a la oferta de Sánchez llevó a una repetición electoral pocos meses después, y en lugar de su ansiado sorpasso al PP, Ciudadanos pasó de 57 a 10 diputados. De la centralida­d a la irrelevanc­ia.

En un clima de gran incertidum­bre política, los votantes conservado­res habían optado por refugiarse en un valor más seguro, el que había sido su partido de siempre, el PP.

A partir de entonces, Ciudadanos fue encadenand­o un desastre electoral tras otro hasta llegar a la debacle final: las municipale­s del pasado domingo.

Además de la recuperaci­ón del PP, liderado ahora por un Alberto Núñez Feijóo más sólido que su predecesor, Pablo Casado, la desaparici­ón de Ciudadanos le debe mucho también a la aparición de Vox.

Mientras el PP le robó a Ciudadanos sus votantes más centristas, Vox hizo lo propio con los más nacionalis­tas gracias a un discurso más hostil aún contra el catalanism­o.

Así fue como Ciudadanos se quedó sin espacio político y fracasó por enésima vez el intento de crear un partido liberal en la católica España.ß

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