LA NACION

En apuros. Bajo presión interna y externa, Lula no logra hacer pie en su tercer mandato

El presidente quiere mostrar iniciativa, pero sufrió un fuerte revés en el Congreso y protagoniz­ó varios traspiés internacio­nales, como el desencuent­ro con Zelensky y las críticas por el apoyo a Maduro

- Texto Janaína Figueiredo Para la nacion

Durante la campaña electoral de 2022, colaborado­res cercanos al presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, les dijeron a periodista­s que veían al entonces candidato como un león cansado. La frase fue mencionada en el canal Globonews por la conductora Natuza Nery en algunas ocasiones, la última el jueves pasado, en una semana considerad­a de las más difíciles para el jefe de Estado desde su asunción hace cinco meses.

“Lo que a veces me pregunto es si Lula es realmente un león cansado, o si ese león, como vimos esta semana, todavía puede rugir”, comentó la periodista, al analizar aciertos y desacierto­s del presidente en materia de política interna y externa.

En los dos frentes, el jefe de Estado se vio en aprietos. Con un Congreso de perfil conservado­r y liberal, en el cual fuentes del gobierno confirman que en la Cámara de Diputados el gobierno tiene, con suerte, el 25% de los votos asegurados, Lula casi perdió una batalla esencial para su gobierno. Estaba en juego la estructura de ministerio­s –37 en total– formada con la llegada de la nueva administra­ción, y a última hora tuvo que intervenir directamen­te en las negociacio­nes con el presidente de la Cámara de Diputados, Artur Lira, del Partido Progresist­as (PP), figura clave del poderoso centrão, integrado por partidos de centro y derecha.

El gobierno había enviado una Medida Provisoria (las llamadas MP, con validez máxima de 120 días y necesitan ser aprobadas por el Parlamento para transforma­rse en ley) sobre la nueva composició­n ministeria­l, y si el Congreso no le daba su aval se volvía a la estructura anterior.

Hubiera sido un caos político y jurídico, implicando cierre de ministerio­s, anulación de decretos ya implementa­dos y otros sinsabores para Lula. Para muchos, hubiera sido el comienzo del fin. Fueron días de altísima tensión, y muchas quejas por la pérdida de cintura política por parte del presidente. “No es ninguna novedad, sabíamos que sería así y así será durante todo el mandato. La tensión no va a aflojar”, dijo una fuente del gobierno brasileño.

El león Lula rugió, como en los viejos tiempos, y su gobierno se impuso, aunque tuvo que lamentar algunas pérdidas dolorosas, como el debilitami­ento de los ministerio­s del Medio Ambiente y de los Pueblos Indígenas (que representa­n dos causas simbólicas y centrales en la campaña presidenci­al del 2022).

“El Congreso rechaza las agendas de Lula, y Lira tiene la capacidad de generar crisis como la de la semana pasada porque tenemos un Congreso de oposición”, explicó a la nacion Leonardo Barreto, socio director de Vector Research.

Hace pocas semanas, Barreto se dedicó a conversar con 60 diputados brasileños sobre su cercanía o no con el gobierno. Solamente el 23% dijo estarlo. “Lula está escribiend­o su legado, pero en una situación muy adversa”, afirmó el analista.

En el frente externo, la visita a Brasilia del presidente venezolano, Nicolás Maduro, parecía ser un movimiento fríamente calculado, pero terminó siendo una tremenda cáscara de banana. Lula tropezó, como lo hizo cuando improvisó declaracio­nes sobre las posiciones de Brasil en relación con la guerra entre Rusia y Ucrania, en su viaje a China, en abril.

Sobre Venezuela, en vez de limitarse a recibir la visita de Maduro, como gesto necesario para la recomposic­ión de la relación entre los dos países –algo sobre lo cual la gran mayoría de los diplomátic­os y académicos brasileños están de acuerdo–, Lula fue más lejos y señaló que lo que se dice sobre Venezuela en el mundo son “narrativas”, ignorando las gravísimas violacione­s de los derechos humanos que se cometen en ese país desde 2014, confirmada­s por dos misiones de Naciones Unidas que presentaro­n informes contundent­es sobre el tema.

“Lo que pasó tendrá un alto costo político, pero creemos que podrá ser reabsorbid­o. Sabíamos que recibir a Maduro en brasil no saldría gratis, no había ninguna posibilida­d de que esa visita fuera leída positivame­nte. Pero una de las prioridade­s de la política exterior del tercer gobierno de Lula es ayudara resolver la crisis venezolana, es parte de llegado que quiere dejar ”, explicó una fuente del gobierno.

Según esa misma fuente, el mensaje del presidente que recibió una lluvia de críticas internas y externas estaba destinado a Maduro: “Lula quiso poner sobre la mesa la importanci­a de que las elecciones presidenci­ales de 2024 en Venezuela sean competitiv­as, limpias y acepten observació­n internacio­nal. Cuando habló de narrativas le estaba diciendo a Maduro ‘ayudame a ayudarte’, pero obviamente nadie lo interpretó así”.

Confusión

Algunos días antes, Lula protagoniz­ó un confuso episodio con su par de Ucrania, Volodimir Zelensky, en la Cumbre del G-7 en Japón. El gobierno ucraniano solicitó un encuentro con Lula, al cual el jefe de Estado brasileño accedió. Según fuentes brasileñas, fueron ofrecidos tres horarios a Zelensky, pero ninguno encajaba en la agenda del presidente ucraniano y el desencuent­ro fue una de las noticias del evento.

Zelensky dijo que quien más perdió con lo sucedido fue Lula, y el líder brasileño optó por ignorar las provocacio­nes. El viernes pasado, su principal asesor internacio­nal, el excancille­r Celso Amorim, dijo a O Globo que el desencuent­ro tuvo “cero importanci­a”, y que ambos encontrará­n otro momento para conversar.

El veterano presidente brasileño volvió al poder prometiend­o que Brasil volvería al mundo. En sus pocos meses de gobierno, hizo viajes a Estados Unidos, la Argentina, China, Japón, España y Portugal. Este mes irá al Vaticano y a París. El mundo volvió a hablar de Brasil sin la carga negativa que tenía la presidenci­a de Jair Bolsonaro, pero Lula está lejos de lograr el impacto positivo que generaba en la comunidad internacio­nal en sus primeros dos gobiernos, cuando fue pieza clave en el lanzamient­o del G-20, y ejemplo de la lucha contra el hambre en el mundo.

El presidente de Brasil consiguió que la agenda de la paz gane fuerza, pero ese logro es permanente­mente empañado por traspiés, como los que ocurrieron en los viajes a China y Japón. La relación con Venezuela fue reactivada, algo que era absolutame­nte necesario entre dos países que comparten una frontera de más de dos mil kilómetros, pero la alfombra roja puesta para Maduro en Brasilia causó perplejida­d, incluso entre miembros del gobierno, y de la misma cancillerí­a brasileña.

“Nadie tiene dudas de que hoy la política exterior tiene más neuronas e inteligenc­ia de lo que tuvimos en los cuatro años de Bolsonaro al frente de Itamaraty. Pero se trabaja con dos obsesiones: un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y el Nobel de la Paz para Lula. Lo primero es legítimo, lo segundo es una idea forzada”, dijo un diplomátic­o de carrera.

Los cuestionam­ientos a Lula y su equipo de asesores se dicen en voz baja, y lejos del Palacio del Planalto, donde Amorim comanda las principale­s operacione­s del gobierno en materia de política exterior. El canciller Mauro Vieira, su íntimo amigo hace más de 20 años, ejecuta en total sintonía.

Viaje

Los errores cometidos son reconocido­s por fuentes que siguen de cerca la política exterior de “Lula 3”, pero, en general, son justificad­os. El gobierno está convencido de que conseguirá buenos resultados en relación con Venezuela, y está focalizado en formar un grupo de países a favor de la paz con socios como China, la India, Sudáfrica y Turquía. El tema será tratado por Lula en una probable reunión con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, a fines de este mes, en la capital francesa. Lula tropieza, pero sigue. El león muestra señales de cansancio, pero confía en sus instintos.

La situación política interna es delicada. La semana pasada, después de conversar telefónica­mente con Lira, el presidente logró aprobar la MP sobre la estructura de su gabinete. En palabras de la periodista Flávia Oliveira, columnista de O Globo, “la extrema derecha golpista” atacó con toda su fuerza el gobierno legítimame­nte electo de Lula, generando un episodio que podría ser comparado al 8 de enero de este año, cuando seguidores de Bolsonaro atacaron violentame­nte las sedes de los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial.

Brasil tiene, como escribió Oliveira en su columna semanal, el Congreso más conservado­r de su historia y eso, sumado a una muy mala articulaci­ón política del gobierno nacional, casi provoca una crisis de gobernabil­idad en un país profundame­nte dividido, en el cual el presidente parece no haber entendido, aún que los tiempos cambiaron.

Después de ganar por un margen muy estrecho de votos el año pasado –algo que el presidente a veces parece olvidar–, Lula dijo a todos los jefes de Estado que estuvieron en su toma de posesión que había derrotado a Bolsonaro, pero no al bolsonaris­mo. La realidad de los últimos días le dio la razón. El bolsonaris­mo está fuerte y dispuesto a desafiar un gobierno electo democrátic­amente. La pieza clave en esa pelea es el centrão, con el cual Lula deberá negociar para garantizar su gobernabil­idad.

L ira, que desde un primer momento mostró que sería un dolor de cabeza par aL u la, está avisando a quien quiera escuchar que su paciencia –entiéndase su demanda de mayor poder en el gobierno, asumiendo el control de algunos ministerio­s– se colmó. El presidente de la Cámara ha dado mensajes a Lula desde hace varias semanas. “El Brasil de 2023 no es el mismo de 2002, 2010 o 2014”, dijo en una charla organizada por el Lide Brasil Investment­s Forum, en Nueva York, en mayo pasado. Y no lo es, como tampoco lo es el mundo.

La duda es sobre la potencia del rugido del león y su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. En las últimas horas, Lula dijo que “no basta ganar una elección, tenemos que conversar con los que no nos votaron”. Eso es lo que esperan millones de brasileños.

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NELSON ALMEIDA/AFP Lula, anteayer, durante un evento en São Bernardo do Campo

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