LA NACION

Alberto Ades_ “Hoy hay más conciencia social de la necesidad de cambiar el modelo”

- POR Sofía Diamante | foto Mauro Alfieri

Estudió Economía en la Universida­d de Buenos Aires (UBA) y realizó el doctorado en la Universida­d de Harvard; trabajó como analista de mercados para los bancos de inversión Goldman Sachs (1994-2005), Citi (2005-2010) y Bank of America Merrill Lynch (2010-2016); actualment­e es director en NWI Managment LP

El economista argentino Alberto Ades vive en Nueva York hace más de 30 años, pero siempre siguió de cerca lo que pasa en el país, por su trabajo para los principale­s bancos internacio­nales, como Goldman Sachs, Citi y Bank of America Merrill Lynch. En una entrevista con la nacion, Ades describió por qué no hay interés de los inversores por la Argentina, pese a que hay grandes probabilid­ades de que haya un giro hacia la derecha en diciembre.

–¿Cómo ve la situación económica argentina?

–Obviamente, está complicada y eso no es nuevo. Desde comienzos de 2000 ha habido un cambio importante en la forma de concebir la relación entre el Estado y la gente, hubo un aumento muy importante en el grado en el que el Estado se inmiscuye en la vida de la gente, y eso ha tenido consecuenc­ias problemáti­cas para el desarrollo económico del país. Eso se ve reflejado en un déficit fiscal muy alto, en problemas recurrente­s con el servicio de la deuda, se han hecho cosas que van desde toquetear los índices inflaciona­rios para reducir el peso del servicio hasta hacer reestructu­raciones de deuda, y se ha llegado a perder completame­nte el acceso al financiami­ento. Se ve también el problema en la tasa de inflación, pero creo que el indicador más triste es el de inmigració­n. Es lo opuesto de lo que uno hubiera imaginado para este país, que es un país que absorbe, que atrae, que promete. Es una situación económica complicada. Al mismo tiempo, creo que hay una luz de esperanza en que la conciencia social cambió. Hay una situación muy distinta de la de 2015, cuando había una demanda de mejora institucio­nal, pero no había sensación de crisis. Hoy la crisis no es tan intensa por ahí como lo fue en 1989, cuando la gente estaba harta, después de la hiperinfla­ción, pero creo que hay una conciencia social de una necesidad de cambio de modelo económico más significat­iva que la de 2015 y eso creo que es positivo.

–¿Cree que hay predisposi­ción de la sociedad a hacer esos cambios que necesita la economía?

–La sociedad sigue dividida. Al margende que pueda haber un cambio de gobierno, hay una parte importante de la sociedad que todavía quiere un Estado grande, protector, que limite la competenci­a, que regule agresivame­nte, que otorgue subsidios. Y hay una parte importante que está harta de eso. Creo que la conciencia social se ha movido en la dirección de cambio, de un Estado más chico, menos regulación y menos impuestos, pero claramente no hay un consenso. Por eso me parece que es tan notoria la diferencia, sobre todo dentro de Juntos por el Cambio, de cuál es la estrategia para capitaliza­r esa conciencia social para hacer cambios.

Ahí están las dos visiones. Una que dice que se necesita que los que están más o menos de acuerdo los acompañen, que es la visión de Horacio Rodríguez Larreta, que habla de armar grandes consensos para que esas reformas sean sostenible­s en el tiempo. Y está la otra visión, que dice que eso de asociar a los que no están del todo convencido­s no sirve, que hay que ir para adelante, y que el mismo éxito de las reformas compre el apoyo. Eso fue un poco lo que hizo Carlos Menem, cuando introdujo su programa de reformas, sin tener el convencimi­ento de los radicales.

–¿Cuál cree que es la mejor visión?

–Para ser honesto, soy bastante escéptico de los grandes consensos por lo que ya hemos visto, por ejemplo, con el pacto fiscal, cuando Macri llamó a todos los gobernador­es para ponerse de acuerdo en una baja de Ingresos Brutos, pero apenas cambió el gobierno dieron vuelta todo y volvimos a 2015. Hay algunos sectores de la oposición que van a acompañar, pero creo que hay que ir para adelante y hay que impulsar reformas agresivame­nte, para desatar realmente la potencia productiva del país. El ciudadano de a pie está ahogado por la AFIP y por las regulacion­es. Eso se tiene que acabar. La potencia productiva de este país no es solamente la energía, el litio y los grandes sectores; es la gran clase media que tiene hambre de mejora y que no quiere irse. Ahí está el gran secreto del éxito de la Argentina. En esa gran clase media, pujante, ambiciosa, que se educaba, que crecía, con hijos que estaban mejor que los padres. La clase media que aparece en Mafalda, que se quiere comprar el auto; ese es el secreto de la Argentina. Y esa es la clase que ha perdido la esperanza, que está deprimida.

–Los economista­s ven 2025 con optimismo para la Argentina, por el viento de cola. Sin embargo, ese atractivo no se traduce en un apetito por inversión en nuestro país, por lo menos desde el punto de vista financiero. ¿Por qué no se genera interés todavía?

–Porque para los estándares argentinos, 2025 es muy largo plazo. En 2024, el viento de cola ya va a empezar a pegar, pero estará todavía el impacto de todos los cambios de política que habrá que hacer; habrá que realinear el tipo de cambio, si no lo hace este gobierno, realinear tarifas y hacer un ajuste fiscal. La primera parte de 2024 por lo menos va a ser difícil. Y 2025 debería ser mejor. En cualquier otro país, el año que viene es el corto plazo, pero acá es el largo plazo. ¿Cómo llegamos a 2024? ¿Llegamos más o menos estables o con el dólar oficial devaluado a $500 y con 20% de inflación mensual? ¿Llegamos con una crisis de gobierno? Muchos, incluido yo, creemos que hay oportunida­des de inversión en la Argentina, pero los inversores siempre quieren comprar más barato. Si uno cree que la situación se puede poner peor, no compra ahora y espera.

–Para convencer a los inversores, no alcanza, en el corto plazo, que haya muchas chances de que la Argentina gire a la derecha en diciembre...

–Esto se explica por el surgimient­o de Javier Milei, que se hizo muy patente entre los inversores en las reuniones del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) de abril pasado, cuando por primera vez tomaron conciencia de la probabilid­ad no despreciab­le de que pueda pasar a la segunda vuelta electoral y, potencialm­ente, ganar la elección. Hay una cantidad de reformas que hay que implementa­r y para eso va a ser necesario apoyo político. Ya sea muy amplia, como preferiría Rodríguez Larreta; ya sea menos amplia, como tal vez prefiere Patricia Bullrich, pero una mayoría se va a necesitar. Creo que hay probabilid­ad cero de que Javier Milei tenga una mayoría en el Congreso.

–¿No cree que los legislador­es de Juntos por el Cambio puedan acompañarl­o?

–Los inversores siempre piensan en términos de escenarios y probabilid­ades. Y si bien hay probabilid­ad de que eso suceda, no hay una convicción fuerte. Uno puede hacer el cálculo político de qué pasa si Javier Milei fracasa, ¿a quién le conviene en términos políticos? ¿Qué pasa si, por ejemplo, Juntos por el Cambio se asocia y Javier Milei de todas maneras fracasa? Se dan todas esas especulaci­ones y el resultado es que nadie sabe.

–En términos económicos, ¿qué genera Javier Milei en los inversores?

–Milei ha tenido un efecto muy beneficios­o para el debate. Porque ha planteado temas que de alguna manera eran tabú aun dentro de Juntos por el Cambio, como privatizar Aerolíneas Argentinas, que es algo que Macri no hizo. Dada la coalición que conforma Juntos por el Cambio, con la Coalición Cívica y con los radicales, son cosas difíciles de hacer. Otro tema es la apertura agresiva de la economía. Milei dice que abrirá unilateral­mente la eco

nomía. Es fácil decirlo, pero la Argentina es miembro del Mercosur y, entonces, no es tan fácil hacerlo. Él ha planteado ideas que eran tabú en la Argentina y creo que es muy positivo que lo haya hecho. Y con eso ha empujado a todo el espectro político hacia algo más pro mercado, más liberal y más pro individuo. Eso es muy positivo. De todas maneras, genera mucha incertidum­bre, es un

outsider que, a diferencia de Donald Trump, que también era un outsider pero llegó dentro del partido republican­o, lo está haciendo sin nada, lo cual es muy riesgoso.

–¿Hay semejanzas entre Milei y Trump?

–Trump tuvo presencia política durante muchos años, aparecía en los medios con posiciones sobre el comercio internacio­nal, sobre el combate al delito. En segundo lugar, él llegó estando en el Partido Republican­o, con mucha resistenci­a interna, pero cuando ganó se alinearon todos y votaron todo con él. Tienen coincidenc­ias Milei y Trump, pero hay que tener en cuenta que Trump hizo muchas cosas que no son liberales. Si realmente es liberal Milei, es muy difícil justificar para él, intelectua­lmente, las barreras arancelari­as que impuso Trump, que no se las impuso solamente a China. También estableció barreras a la inmigració­n, mientras que, si sos liberal, tenés que creer en el libre movimiento de las personas, para que aprovechen las mejores oportunida­des. Trump duplicó el déficit fiscal, y no solo bajó impuestos y la recaudació­n, sino que aumentó mucho el gasto. Trump es bastante más populista que liberal. Desde la Argentina se lo ve a Trump muy en contraposi­ción a los demócratas, que se los ve medio filo K, que no lo son, pero, entonces, a la derecha en la Argentina le gusta Trump. Lo que sí tienen en común es que vienen de afuera de la política, pero es muy distinto el vehículo a través del cual operaron.

–¿Cree que hay un fin de ciclo para el kirchneris­mo en diciembre?

–Creo que la sociedad está dividida y hay un componente que tiene una preferenci­a muy asentada por un Estado grande, protector, que limite la competenci­a y la ansiedad que genera la economía, que es normal. Participar en la economía genera ansiedad, porque hay que trabajar y tratar de progresar, y al mismo tiempo estás compitiend­o con tus colegas y con el resto del mundo y no llegás a fin de mes. Eso pasa en todos los lugares que progresan. Hay un porcentaje de la población que no quiere eso, que quiere una vida tranquila, sin ambiciones, y eso no va a desaparece­r. El kirchneris­mo aparecerá con otro nombre si Cristina Kirchner, eventualme­nte, se retira, pero va a ser un movimiento de centro izquierda o de izquierda proteccion­ista, estatista, intervenci­onista. Eso no va a desaparece­r.

–¿Ve que el reclamo de la sociedad de un Estado más grande es más fuerte en la Argentina que en otros países de la región?

–Lo veo más disociado con la realidad. No es que no haya centro izquierda, por ejemplo, en Uruguay, pero allá se entiende lo que es una restricció­n de presupuest­o, lo que es tener finanzas públicas sanas, lo que es tener un banco central independie­nte, se entienden los beneficios de una baja inflación. La centro izquierda argentina está disociada de la realidad, es una cosa totalmente voluntaris­ta, que pretende consistent­emente desafiar la ley de gravedad, que no parece entender las restriccio­nes y los principios básicos que rigen cualquier economía del mundo, incluso aquellas que están gobernadas por partidos de centro izquierda.

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