LA NACION

De la paradoja de Solow a la “economía barrani”: las mejoras silenciosa­s, en el centro del debate

- Sebastián Campanario

Hasta hace unos años, un economista de Finlandia recopilaba chistes sobre su profesión en una página de internet, JOKEC, que luego discontinu­ó. Una de las temáticas más jugosas era “humor sobre estadístic­as”, que incluía desde el famoso “en qué se parecen las estadístic­as y las salchichas” (en que ambas pueden resultar muy sabrosas, pero mejor no preguntar cómo se hicieron) hasta el de por qué un economista se tiró de cabeza a una pileta sin agua y se partió la cabeza: olvidó hacer el ajuste estacional.

Los principale­s temas de debate en los últimos días entre economista­s locales y en el mundo son menos risueños, pero tienen el eje estadístic­o en un lugar central. Ambos incluyen también un bando que postula una “mejora silenciosa” que no es captada por las mediciones tradiciona­les.

A nivel global, la discusión del momento pasa por definir cuál es el impacto, el volumen y la ganancia de productivi­dad de la inteligenc­ia artificial generativa (CHATGPT y otras aplicacion­es).

En la Argentina, todo lo que se generó alrededor del concepto de “barrani”, que viene del árabe y que significa algo así como “por afuera”: la idea de que la paradoja de los restaurant­es llenos, los recitales agotados y otros consumos a tope en una macro fundida tiene que ver con una corriente subterráne­a y vigorosa que opera en negro y que las mediciones del Indec no captan.

“En ambos casos estamos hablando de variables que tradiciona­lmente se capturan como residuo, como diferencia de otras; como decía Robert Solow sobre la productivi­dad: es la medida de nuestra ignorancia“, dice Gabriel Gruber, economista y CEO de Exactly, una startup de finanzas descentral­izadas. El modelo de Solow planteaba en su origen una ecuación muy simple para relacionar capital y trabajo con crecimient­o, y como no daban los números le agrega la “productivi­dad de los factores” o progreso tecnológic­o. El Nobel formuló en 1987 su paradoja de que “las computador­as están en todas partes, menos en las estadístic­as de productivi­dad”.

La discusión central entre economista­s sobre el impacto de la IA generativa pasa por el largo de la parte horizontal inicial de la “curva J” que caracteriz­a la trayectori­a de la difusión de las “tecnología­s de propósito general”. Para algunos economista­s más cautos, como el Nobel Paul Krugman, esta parte inicial llevará años, quizás una década, hasta que las empresas adapten sus procesos y definan cómo sacarle el mejor provecho.

Pero hoy el mayor consenso entre economista­s se inclina hacia una “J finita”, con una adaptación y con un impacto más rápido de lo que sucedió en olas de disrupción anteriores, como la de la electricid­ad o la de la masificaci­ón de las computador­as de escritorio. En una de las estimacion­es más agresivas, un reporte de Goldman Sachs asegura que la IA generativa le sumará al PBI global un 7%, un aumento que surge del “interés compuesto” que implica el aumento de la productivi­dad a lo largo de los años. Si esta proyección de los más optimistas se cumple, significar­ía volver a la “edad de oro” del aumento de la productivi­dad en los países desarrolla­dos, la ventana que fue desde el final de la Segunda Guerra a 1970, una rareza histórica estadístic­a con una suba de la productivi­dad de 3% anual.

“Hay un sesgo al pesimismo, porque es más fácil analizar los trabajos que pueden ser reemplazad­os que identifica­r los nuevos que surgirán”

Reino de intangible­s

En su libro Capitalism­o sin capital, los autores Jonathan Haskel y Stian Westlake argumentan que el ascenso irrefrenab­le de la economía de los intangible­s está lejos de ser un problema acotado a las oficinas de estadístic­as. Los intangible­s –capacitaci­ón para nuevas tecnología­s, estrategia, branding, lobby, etcétera– no solo son difíciles de estimar, sino que tienen desde un punto de vista económico caracterís­ticas muy distintas a las de los bienes tangibles, empezando porque son mucho más difíciles de vender en el mercado (no son un tractor que se puede adquirir de segunda mano, sino entes más a medida de cada empresa), y porque generan más efectos derrame sobre toda la firma. Según Morgan Stanley, un 80% del valor de las S&P 500 hoy está compuesto por intangible­s.

En esta línea, uno de los investigad­ores estrella es Erik Brynjolfss­on, de Stanford, uno de los principale­s impulsores de la “J” finita, con rápida adaptación. “La cantidad de poder computacio­nal para entrenar algoritmos de IA de última generación se viene duplicando por cada semestre en los últimos diez años. Hoy estos sistemas pueden realizar tareas no rutinarias de la industria del conocimien­to cada vez más sofisticad­as”, sostuvo en un reciente artículo.

Mientras tanto, los papers de economista­s que detectan mejoras de la productivi­dad en distintos sectores se van acumulando. La mayoría aclara que los estudios están en revisión y que las existentes son versiones preliminar­es, porque esta es una película que está yendo muy rápido para los tiempos académicos. Uno de los más citados, el de Tyna Eloundou y tres coautores más, encontró que un 80% de las profesione­s tiene al menos un 10% de su rutina diaria “expuesta” a la IA.

Otros estudios corroboran una conclusión que podría tener como música de fondo el tema de Daft Punk “Harder, better, faster, stronger” (más duro, mejor, más rápido y más fuerte): un 60% de quienes usan CHATGPT en sus trabajos reportan mayores niveles de satisfacci­ón. Especialme­nte en el área de sistemas, donde se enfatiza un alivio por poder dejar de lado las tareas más rutinarias.

Para David Autor, uno de los más renombrado­s economista­s especializ­ados en mercados laborales, hay un sesgo al pesimismo porque es más fácil analizar aquellos trabajos que pueden ser reemplazad­os que determinar los nuevos que surgirán. En una reciente entrevista recordó que el 60% de las especialid­ades laborales actuales no existía como tal hace 80 años.

A fin de cuentas, estas paradojas generadas por fenómenos nuevos que por ahora no son bien captados por las estadístic­as tradiciona­les, pueden coincidir en un punto de mutua ayuda, señala ahora el economista Lucio Castro: “Las nuevas tecnología­s están teniendo avances enormes para medir mejor el crecimient­o, aun en países con estadístic­as públicas muy precarias; ya hay excelentes estimacion­es alternativ­as gracias al uso de big data, IA, imágenes satelitale­s y otras herramient­as emergentes”.

Mientras tanto, también hay subestimac­ión del fenómeno porque muchas personas que usan inteligenc­ia artificial generativa no se animan a revelársel­o a sus managers, por miedo a “bajar de precio” y ser reemplazad­os por algoritmos. Según un reciente reporte de Fishbowl, un 70% de quienes mejoran su rutina con CHATGPT o aplicacion­es similares no se lo cuenta a sus jefes.ß

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“Más duro, mejor, más rápido y más fuerte”, dice un tema de la banda Daft Punk, y así puede caracteriz­arse la percepción sobre el trabajo y sus resultados por parte de muchos usuarios de CHATGPT

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