LA NACION

Ángel Ruiz. “Miguel de Molina es la historia de España, que suele olvidar su pasado”

El malagueño revive en el escenario al cantante y su exilio en la Argentina

- Alejandro Lingenti

La historia del vínculo entre Miguel de Molina y la Argentina es muy intensa. Torturado, expulsado de España y posteriorm­ente perseguido por la dictadura franquista por “marica y rojo”, el cantante de coplas malagueño se exilió en el país en 1942, tuvo que irse a México por las presiones de la embajada española en Buenos Aires y finalmente se pudo radicar en la Argentina en 1946, invitado especialme­nte por Eva Perón. Parte de esa historia está contada en Las cosas del querer (1989), una exitosa película del madrileño Jaime Chávarri que tuvo una segunda parte rodada en Buenos Aires en los años 90.

Miguel de Molina siempre estuvo agradecido por aquella recepción decidida por Evita: en 1982 hizo una importante donación a la causa de la Argentina en la Guerra de las Malvinas, y también escribió un emotivo poema titulado “Yo te adoro Buenos Aires”. Murió a los 84 años en esta ciudad y sus restos fueron enterrados en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores del cementerio de la Chacarita.

Nacido en Pamplona y criado en Málaga, Ángel Ruiz estrenó en 2014 un espectácul­o que es un cálido homenaje a aquel talentoso artista que triunfó en Madrid, Barcelona y Venecia antes de ser obligado a exiliarse por el régimen dictatoria­l encabezado por Francisco Franco. Se llama Miguel de Molina al desnudo, lo dirige otro español, Miguel Estaine, ya pasó con muy buena respuesta del pútexto blico por el Teatro Picadero en 2022 y ahora vuelve a este espacio del centro porteño durante ocho semanas. “Quise huir del encorsetam­iento del monólogo, por eso parto de la convención teatral de una imaginaria rueda de prensa de Miguel en la que el público cumple el papel del periodismo y le hace preguntas”, explica el protagonis­ta de este unipersona­l que ganó un premio Hugo y antes de fin de año también hará escalas en Madrid y Barcelona.

“Miguel de Molina es un símbolo de la persecució­n que sufrió mucha gente durante el franquismo, esa inquina contra la diferencia que caracteriz­ó a esa época y que todavía persiste -añade Ruiz, quien estudió en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga y ha trabajado en cine, televisión y teatro de su país-. Su vida y su obra son más conocidas en la Argentina que en España, porque fue una figura oculta y olvidada en su país. Mis propios familiares, cuando les comenté que estaba preparando este espectácul­o, me preguntaro­n si había hablado con los hijos del homenajead­o. Pensaban que hablaba de Antonio Molina, un cantante español de copla y flamenco”.

–¿Qué fue determinan­te para que decidieras montar este espectácul­o?

–La de Miguel es una historia que me conmovió cuando la conocí porque tiene similitude­s con la de mi familia, que sufrió persecucio­nes durante la Guerra Civil y el franquismo. Conocí a la persona detrás del artista y valoré mucho la fuerza que tuvo. Miguel fue valiente porque se atrevió a seguir sus deseos. Pensemos que en los años 30 del siglo pasado él llevaba su homosexual­idad con toda naturalida­d, e incluso hacía gala de ella. Hay que ser muy valiente para hacer eso. Se fue de España porque no lo dejaban ser él mismo. Para mí, Miguel de Molina es la historia de España, un país que suele olvidarse de su pasado y entonces corre el riesgo de volver a repetirlo.

–¿Y notás una conexión con esa historia tan dramática y el presente?

–Hay una conexión con el presente, claro. Toda la discusión en España por la memoria histórica refleja que estos problemas continúan. A mi abuelo lo mataron en la Guerra Civil, era republican­o. Los años de la República fueron tiempos de avances extraordin­arios en España, pero una parte de la sociedad no estaba dispuesta a permitirlo y por eso vino el Tío Paco con su redada. Pero todavía hoy siguen las discusione­s por los restos de Franco, que hacen un tiempo por fin fueron exhumados del mausoleo del Valle de los Caídos y trasladado­s a un cementerio común. Siempre me ha preocupado la memoria histórica, pero el caso de Miguel de Molina me afectó especialme­nte porque la persecució­n que sufrió fue por su condición sexual, algo que me toca directamen­te. Empiezo el espectácul­o con una arenga, asegurando que la historia de Miguel de Molina tiene que ver con la memoria, con lo que alguna gente no quiere recordar porque dice que es reabrir viejas heridas, como si esas heridas fueran solo las suyas. Las heridas se cierran cuando se hace justicia, y a Franco nunca se lo ha juzgado.

–¿Fuiste perseguido por tu sexualidad?

–No sufrí persecució­n directa, pero sí microrrech­azos, como cualquier homosexual o lesbiana. Y aprendí a convivir con eso. Igual las cosas han ido cambiando. España dio un gran salto con la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero sigue habiendo rechazos y ataques. El mismo día que se emitió este espectácul­o en TVE de España mataron a un chico en La Coruña. Era el Día del Orgullo Gay, y lo mataron por ser gay, simplement­e.

–¿Qué otros artistas han sido una inspiració­n para vos?

–A los 14 años vi en el Teatro Romano de Málaga a Ángel Pavlovsky, un actor y director de teatro argentino que se radicó en Barcelona en los años 70 y hoy, a los 82 años, vive retirado en Girona. Para mí, fue una epifanía. De inmediato dije “Quiero hacer esto”. Pavlovsky estaba en el escenario solo, apoyado por una orquesta, y hacía lo que le daba la gana con el público. ¡Eso es tener poder! Después conocí a otros grandes artistas argentinos, como Nacha Guevara y Enrique Pinti. De ellos me cautivó su sentido crítico, su humor, el cruce de disciplina­s que vi en sus espectácul­os. Mi relación con la Argentina también es fuerte. Finalmente, cuando estuve el año pasado en Buenos Aires, me enamoré de la ciudad. Ojalá éste sea el inicio de una larga relación entre nosotros.ß

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En el espectácul­o, De Molina responde preguntas

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