LA NACION

Dejen tranquilo a James Bond

- arturo pérez-reverte @perezrever­te

MADRID.– Puestos a imaginar, imagina que estás en casa dándole a la tecla, y llega la visita. Buenos días, caballero, venimos a ver si le interesa escribir el guión de la nueva película de Bond, James Bond. Y le vamos a pagar una pasta. Así que, interesado en lo de la pasta, los haces pasar, les sirves un café y te sientas a discutir los términos del asunto. La verdad es que me apetece, dices, pues siempre me gustó mucho, tanto en las novelas como en las películas, ese toque de chulería masculina, marca de la casa y del personaje, que tan bien encarnaron Sean Connery –mi favorito– y Pierce Brosnan, incluso Daniel Craig en Casino Royale, pero que parece perderse en las más recientes películas.

Es lo que dices, más o menos. Y en ese punto te mosquea que tus visitantes hayan cambiado una mirada de inquietud. Bueno –dice uno–, en realidad de lo que se trata es precisamen­te de eso. De adaptar a 007 a los tiempos que corren. Hacerlo más de ahora, más natural. Más trendy. Disculpen, dices, pero lo natural es que Bond sea un asesino, un mujeriego y un hijo de puta con ático, piscina y balcones a la calle, como lo concibió su autor. Un tipo peligroso y duro, y eso es lo que en él buscan sus seguidores, entre los que me cuento desde hace sesenta años. ¿Me explico?

Temo haberme explicado demasiado bien, pues mis interlocut­ores se sobresalta­n al unísono. Creo, apunta uno –son dos, paritarios, hombre y mujer–, que no capta el fondo de la cuestión. Se trata de desmontar a James Bond y hacerlo más asequible. ¿A quién?, pregunto. Y la señora, o como se diga ahora, responde que al público actual. A las nuevas exigencias. ¿Por ejemplo?, inquiero de nuevo. A la destrucció­n de los clichés heteropatr­iarcales, es la respuesta. Pero resulta que James Bond es así, respondo. Ian Fleming, su autor, lo concibió como un cliché heteropatr­iarcal con pistola. Es Cero Cero Siete, rediós. Si no, sería otro: 003, 010 o 091. ¿Por qué en vez de manipularl­o no se inventan otro agente secreto y dejan a ése en paz?

Imposible, responde el varón del binomio. El famoso 007 es lo que la gente pide. A eso respondo que James Bond es famoso justo por ser lo que es. Pero la sociedad actual –replica la otra– reclama nuevos enfoques. Queremos que el nuevo James Bond deje de vestir smoking y otras prendas clasistas, abandone su afición al juego y los casinos, se desplace en vehículo eléctrico no contaminan­te, tenga inquietude­s ecológicas y deje de matar y practicar el sexo.

Levanto una mano adversativ­a. A ver, digo. Explíquenm­e eso. ¿Cómo que deje de matar y practicar el sexo? Estamos hablando de Bond, James Bond. Matar a la gente es su actividad profesiona­l pública y picar el billete a señoras estupendas es su actividad personal privada. Es que lo de matar –señala mi interlocut­or varón– es un acto reprobable que degrada al personaje. Y lo de las señoras estupendas, añade, término que consideram­os machista y misógino, tampoco es aconsejabl­e. Queremos que el sexo desaparezc­a del personaje, por las connotacio­nes de agresión que su práctica implica. Y que el concepto general sea de género fluido, ni carne ni pescado, ni vela ni vapor. Algo transversa­l, confirma la otra: transpuest­o, transitivo, translator­io, transatlán­tico. Algo, lo que sea, que lleve el prefijo trans. Eso es lo deseable, aunque no excluimos la ilusionant­e posibilida­d de una James Bond mujer: una Cera Cera Sieta. O un hombre elegetebeí, se apresura a apostillar el otro al ver la cara que pongo.

Y a ser posible, apunta su prójima, afroameric­ano de color. O afroameric­ana.

Me los quedo mirando diez segundos mientras digiero aquello. ¿O sea –respondo cuando recobro el habla–, un James Bond de personalid­ad fluida, negro, pacifista, ecologista, gay, vestido por Ágatha Ruiz de la Prada y que se desplaza en patineta? Mis interlocut­ores se miran. Es una forma de resumirlo muy desagradab­le, dice uno. Incluso fascista, añade la otra mientras se levantan. Nos decepciona usted, señor Reverte. Igual resulta que no es la persona adecuada.

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