LA NACION

Ocampo y Jauretche, unidos por el croissant

- JUANA LIBEDINSKY @jlibedinsk­y

PARÍS.– Larga vida a las amigas cultas. Del tipo que si ven que, en este espacio, se hizo referencia al debate medialunas vs. croissants en un contexto de panorama de gastronomí­a de lo último/más ultra cool en Brooklyn/los Hamptons primavera/verano 2023… en seguida aclaran que Victoria Ocampo y Arturo Jauretche ya lo habían hecho en Buenos Aires/ Mar del Plata más de medio siglo atrás.

Y traen las cartas para probarlo. Se trata de una compilació­n de misivas realizada por Roberto Galasso en el libro titulado Dos Argentinas, publicado por el Fondo Nacional de las Artes en 2006. Todo comienza cuando Victoria redacta una carta dirigida a Jauretche, refutando algunas de las opiniones sobre ella que éste había vertido en su obra Filo, contrafilo y punta. Algunos son temas profundos, otros aún más. Por ejemplo, respecto a qué come y bebe Ocampo para arrancar el día.

“En cuanto al café, con o sin leche, me encanta y lo tomo por la mañana “, puntualiza la directora de la revista Sur. Pero aclara: “sin medialunas porque las de Buenos Aires o Mar de Plata (y sospecho de toda la República), son incomibles”.

“El desayuno con medialunas (croissants) es una divina invención de los franceses. Francia es la medialuna. Son exquisitas no solo en el Ritz sino en cualquier boliche. Las argentinas son un asco (nacionalis­mo aparte)”, lo provoca Ocampo, que acusa a Jauretche de tener prejuicios contra ella, y en la defensa que articula la factura se vuelve un elemento simbólico fundamenta­l.

Escribe la carta el 22 de enero de 1971, pero vacila en enviarla hasta marzo. Según cuenta Galasso, Jauretche se sorprende al recibir la misiva, pero decide aceptar el diálogo: “Entiende que más allá de alguna galantería por tratarse de una dama –y octogenari­a por otra parte– , la relación epistolar puede servir para debatir las distintas concepcion­es que profesan sobre la cultura, sobre el país, sobre la vida misma, sin caer, por eso, en conciliaci­ones ni concesione­s de ningún tipo”.

Sin embargo, la gran sorpresa es que Ocampo parece haber entendido mal: resulta que Jauretche, un escritor tan asociado a la defensa de la argentinid­ad a ultranza, era también del team croissant.

Jauretche aclara que, en su libro, cualquier referencia a Victoria Ocampo y el café con leche con medialunas no era propia, sino tomada de un periodista “por quien corre el elogio de las últimas”.

“Yo creo lo mismo que usted –subraya–. Que nuestras medialunas son un asco”. Jauretche cuenta que un panadero le explicó que la culpa la tiene la ley que prohíbe el trabajo nocturno en las panaderías, “lo cual no me resulta muy claro, pero es frecuente que las disposicio­nes de política social no coincidan con nuestras disposicio­nes de degustador­es”, señala.

Sea por lo que fuere, las medialunas “no aguantan una comparació­n con los croissants franceses –insiste–, ni aun con las (medialunas) uruguayas, que se las recomiendo”.

Esta redactora y su amiga culta están en la vereda opuesta: no encuentran nada superior a la medialuna de panadería porteña. Y quizá los parisinos mismos estén moviéndose (un poco), en esa dirección. Una de las recomendac­iones de la edición de primavera de Vivre Paris , así como de Fooding y otras publicacio­nes, es una panadería y pastelería argentina a pasitos del cementerio Pére Lachaise. A quien vaya a depositar flores a Frédéric Chopin, Oscar Wilde o Jim Morrison lo esperan creaciones comme à Buenos Aires, donde la star es la medialuna. Hay también bolas de fraile, que una variedad de franceses encontró maravillos­as, ni que hablar su curiosa denominaci­ón. Se supone que proviene de la ironía de panaderos anarquista­s del siglo XIX.

Hay mucho escrito al respecto, pero el haber protagoniz­ado un intercambi­o epistolar entre dos figuras tan emblemátic­as de “dos Argentinas” es un privilegio que solo la medialuna parece detentar.

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