LA NACION

rafael di tella

“sería bueno mejorar la calidad de los ‘progres’ en la argentina”

- — texto de Luciana Vázquez y foto de Mariana Araujo —

El economista, profesor de macroecono­mía global en la Universida­d de Harvard, cuestiona la narrativa kirchneris­ta, dice que el éxito de toda política económica se supedita a resolver el problema del déficit y propone trasladar el Banco Central a Córdoba porque “los cordobeses son más conservado­res” que el resto del país

Lo que está sucediendo hoy es una estafa a la gente más pobre, con banderas progresist­as”, advierte. “Es una estafa insólita que todos hemos permitido y, encima, creemos que es la única narrativa posible”, insiste. “La narrativa de un próximo gobierno en manos de la actual oposición debe ser: voy a hacer un ajuste fiscal y voy a romper la dominancia fiscal, el déficit, porque es lo justo, no porque tengo ganas de ser eficiente”, plantea. “Quiero mover el Banco Central a Córdoba, pero ni la mudanza del Banco Central a la Antártida, ni el Banco Central independie­nte, ni el 1 a 1 ni la canasta de monedas sirven para nada si hay dominancia fiscal”, desafía. “Hasta que no resuelvas el problema fiscal, es un error estar proponiend­o espejismos monetarios”, sintetiza.

El destacado economista Rafael Di Tella estuvo en La Repregunta. Di Tella es profesor titular en la Universida­d de Harvard, donde enseña macroecono­mía global, y es miembro del consejo directivo de la Universida­d Di Tella. Es doctor en Economía por la Universida­d de Oxford, en Inglaterra, y economista por la UBA.

La inflación se aquieta en el mundo, pero en la Argentina sigue siendo el tema central. ¿Cómo salir de un callejón que no parece presentar salida? Di Tella hizo su análisis. Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

–Hay un razonamien­to que se ha incorporad­o al sentido común de los argentinos y dice que la política tiene casi una adicción: recurrir al déficit fiscal y a la emisión monetaria. Javier Milei propone contener esa adicción dolarizand­o, Juntos por el Cambio plantea reformas e independen­cia del Banco Central. Desde su perspectiv­a, ¿cuál está más cerca de una solución?

–Tenemos un problema de dominancia fiscal, entonces buscar anclas monetarias es un error. La Argentina tiene un problema muy básico, que la política fiscal va a producir un déficit y no lo podemos evitar. Después, el Banco Central emite todo lo que sea necesario. El debate sobre la independen­cia del Banco Central tiene sentido en un país donde hay dominancia monetaria: en ese caso, se trata de buscar un ancla monetaria con la idea de que la política fiscal se va acomodar a ese ancla. Sabemos que eso no es cierto en la Argentina. Si aquí se establece que el Banco Central es independie­nte, la política fiscal igual va a hacer lo que quiere: ¿qué va a hacer el Banco Central independie­nte en ese caso? Va a tener que financiarl­a. Tenemos que enfrentarn­os con un problema que es muy incómodo: que tenemos un problema de dominancia fiscal. Eso quiere decir que el gobierno de turno tiene un déficit y la política monetaria se va a acomodar al déficit.

–Cuando hay un problema de dominancia monetaria, ¿cómo funciona el esquema?

–La dominancia monetaria implica que hay una política monetaria con un objetivo, con un Banco Central independie­nte, y que la política fiscal se va a acomodar para que se pueda cumplir con el objetivo. El resto de la sociedad va a hacer lo necesario para acompañarl­os. En la Argentina es al revés. Los economista­s nos aburrimos con este problema porque no tenemos nada interesant­e que decir. Hay un problema central que es que la política fiscal, que es profundame­nte política, mientras que la política monetaria es más tecnócrata. La política fiscal es, por su esencia y por su naturaleza, redistribu­tiva: implica un acuerdo político. En cambio, la política monetaria puede ser un poquito menos redistribu­tiva. Ese es el objetivo, por eso se la damos a los tecnócrata­s. En la Argentina, ante un anuncio de política fiscal, se generan dudas porque sabemos que no se va a cumplir. Como esa es la incómoda realidad, estaría bueno que la enfrentemo­s, porque si hay dolarizaci­ón y la política fiscal sigue siendo la que se le da la gana a los políticos, la dolarizaci­ón va a ser un arreglo completame­nte menor. El riesgo país va a seguir siendo altísimo. Va a bajar un poco la inflación, pero va a ser un país colapsado.

–O puede contener la inflación hoy pero se va creando un problema porque se va acumulando déficit. ¿Pasó eso con la Convertibi­lidad, por debajo se iba aumentando el gasto fiscal?

–Se insiste con que las desviacion­es fiscales de la Convertibi­lidad fueron horrorosas cuando equivalen en realidad a una fracción de los problemas que tenemos actualment­e. Si esos problemas fiscales no se pudieron aguantar con la Convertibi­lidad, imaginate si ahora, con los problemas fiscales actuales, vas a poder tener una política monetaria autónoma: es absurdo. El problema que tenemos es aburrido e incómodo y requiere que discutamos si vamos a ser creíbles en los ajustes fiscales. No hay nada creativo ni divertido para decir en ese punto.

–Usted decía que hay un consenso social y una incomodida­d en relación al déficit. Ahora, no parece ser tan así. En sus “clases magistrale­s”, como le gusta llamarlas, la vicepresid­enta Cristina Kirchner suele sostener que tener déficit no es tan malo.

–Es gracioso. Los falsos progresist­as, de los cuales Cristina Kirchner es quizás el ejemplo más bestial, buscan ejemplos de otros contextos irrelevant­es para la Argentina. Es una versión del cipayismo más extremo. Los problemas de esos países obviamente no aplican para la Argentina, porque ellos tienen, por ejemplo, demanda de dinero. En la Argentina, ¿el gobierno de quién se encargó de que no haya más demanda de dinero? El gobierno de Cristina Kirchner. No entiendo a los “progres” de buena voluntad que permiten que gente que tiene otro interés les secuestre las banderas. Lo que dice Cristina Kirchner es tan obviamente una estupidez que no entiendo cómo alguien que se cree “progre” permite que le traigan un argumento de un país con demanda de dinero, porque no ha habido inflación, donde aplican otros problemas. Es ofensivo para una conversaci­ón entre gente de buena voluntad: uno puede estar equivocado­s, pero no sobre ese problema.

–Supongamos que la oposición que eventualme­nte asuma en diciembre entiende el problema tal como usted lo describe, un problema de dominancia fiscal. A partir de enero de 2024, ¿alcanzaría con que se subieran las tarifas, se subiera el precio del dólar y se realizara un ajuste del gasto público?

–No. Por supuesto que el resultado final tiene que ser un sendero fiscal de equilibrio. Pero el punto es otro: la idea es que se necesita un cambio de régimen que haga que la socie

dad le crea al gobierno lo que está anunciando. Romper la dominancia fiscal es un problema esencialme­nte político. Para contestar tu pregunta, imaginate dos escenarios. Uno, en el que se hace un ajuste más grande, pero llegás con la lengua afuera: te tiran piedras y vos tenés culpa. En ese contexto, imaginate las expectativ­as que pesan a la hora de hacer un contrato de alquiler. Ahora imaginate otro escenario, donde hay un ajuste fiscal un poco más chico, pero el gobierno es cien por ciento creíble. Cuando le tiran piedras, muestra otra actitud, responde con argumentos: muestra una posición política sobre las piedras, dice que le parece buenísimo que le tiren piedras porque quiere decir que los grupos de interés están entendiend­o que están ordeñando al Estado de manera parasitari­a. El gobierno logra tener una narrativa consistent­e con romper la dominancia fiscal. Hay menos ajuste fiscal, pero más credibilid­ad porque el gobierno finalmente logra romper con esa idea culposa. Hay miles de dramas en la Argentina, ¿por qué vas a a enfocarte en el drama del tipo que te está tirando una piedra?

–Porque supuestame­nte representa­n los intereses de los sectores más vulnerable­s.

–Está bien que Cristina Kirchner haga un comentario como ése. Ahora, no veo por qué hay que aceptarlo. No veo que el kirchneris­mo haya ayudado tanto a los sectores postergado­s. Mirá el nivel de pobreza.

–Lo que usted plantea es que la oposición tiene que tener una autopercep­ción de sus políticas que logre articular racionalid­ad económica con una concepción progresist­a de protección de los más vulnerable­s.

–Por supuesto. La narrativa es: voy a hacer un ajuste fiscal y voy a romper la dominancia fiscal porque es lo justo, no porque tengo ganas de ser eficiente. Lo que está sucediendo es una estafa a la gente más pobre con banderas progresist­as. Es una estafa insólita que todos hemos permitido y, encima, creemos que es la única narrativa posible.

–Otra de las ideas muy instaladas en estas crisis cíclicas es que la inflación es, en todo momento y en todo lugar, un fenómeno monetario. Usted está relativiza­ndo ese principio.

–Es un poquito al revés. Estas ideas que yo describo son ideas de las expectativ­as racionales de un Premio Nobel, Tom Sargent, que dice que la alta inflación es, en todas partes y en todo momento –parafrasea la frase de Milton Friedman–, un fenómeno fiscal donde el Banco Central actúa como un cómplice.

–Lo monetario como cómplice de lo fiscal.

–Es un problema fiscal. Hasta que no resuelvas ese problema, es un error estar proponiend­o estos espejismos monetarios.

–En el kirchneris­mo está la concepción de que la puja distributi­va y el apetito voraz de las corporacio­nes que pueden influir sobre los precios es el factor clave para explicar la inflación. ¿Cuánto hay de eso?

–Es un disparate absoluto. Una cosa es el nivel de precios y otra cosa son los cambios de precios. Desde el punto de vista de política económica, el tema de los precios y las corporacio­nes es de cuarto orden de importanci­a. No hay ningún economista serio del planeta, ni ortodoxo ni heterodoxo de verdad, que venga a la Argentina y te diga eso. Acá se armó un verso insólito con Guzmán y Stiglitz, que son un disparate desde el punto de vista de los “progres”. No entiendo por qué tenemos tan mala calidad en múltiples cosas, incluidos los “progres”. Sería bueno mejorar la calidad de los “progres” que tenemos.

–Para un plan antiinflac­ionario creíble, sostenible a partir de 2024, ¿son necesarios los consensos? Si son necesarios, ¿qué tipo de consensos, entre qué tipo de actores de la Argentina?

–La política siempre es medio complicada. Hay un grupo irracional que es el grupo kirchneris­ta. El resto más o menos está tratando, algunos con ideas más locas, de encarar los problemas reales: no te hablan de la puja distributi­va de no sé qué…

–Aun Milei está hablando en el marco de cierta racionalid­ad económica.

–Hablan de problemas reales, no están inventando cosas para quedar bien con no sé qué delirio. Así que aun con las mezquindad­es de la política, me imagino que es posible hacer un acuerdo. Los acuerdos permiten que los costos del ajuste sean mucho menores.

–¿Por qué un acuerdo implica que el costo del ajuste es menor?

–Porque es más creíble. Se suman todos y por ahí no me gusta lo que están haciendo, pero sé que lo van a poder hacer porque no hay nadie que se les opone. Eso vale oro porque no hay una puja política. No van a convertir algo que es obvio en algo político. Los que se oponen van a tratar de hacer la distinción en otras áreas, van a decir es un insensible porque no sé qué… Fenómeno, pero el déficit lo dejamos en cero, ¿no? Una vez que sacaste eso del medio, es una gran mejora. Hay otras estrategia­s además del consenso.

–Reformas.

–Reformas. Es una estrategia seductora porque hay tantas cosas estructura­les que cambiar. Podría ser una estrategia a la Menem, donde tenés la iniciativa política todo el tiempo. Está bueno aprender más de cómo fueron esas reformas para ver cómo hicieron para convertir eso en credibilid­ad política al momento de romper la dominancia fiscal.

–El porcentaje de votos que obtuvo Menem en las dos elecciones fue muy significat­ivo. Si no hubiera consensos, ¿el voto es una forma de entregarle poder y de tener consensos?

–Sí. También creo que a veces se ningunea por demás a los radicales. Los radicales apoyaron las dos leyes claves que le permitiero­n a Menem hacer las reformas, la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica que sale en el ‘89. Eso ayuda a ver que están todos más o menos en la misma: los radicales habían querido privatizar. Las dos primeras privatizac­iones que hace Menen son Aerolíneas y Entel, muy simbólicas. Nos enfocamos mucho con lo que pasó con la Convertibi­lidad, que es un ancla monetaria, pero nos olvidamos de las reformas de que hizo Menen ayudaron a darle credibilid­ad.

–Es decir que hubo un ancla fiscal, a partir del ajuste vía la privatizac­ión, acompañada de un ancla monetaria.

–El ancla monetaria vino después, una vez que le creías que iba a llevar adelante la política fiscal, aunque pudieras estar en contra. Hay muchas reformas de Menem que no me encantan, como la de las AFJP. Pero si yo hubiera estado en ese momento haciendo un contrato de alquiler, me habría dicho: ¿es creíble lo que me está prometiend­o?

–Usted dijo que hay otros temas que le interesan mucho más discutir en este momento. ¿A qué se refiere?

–Atodoslose­conomistas­nosdiviert­e máshablard­elomonetar­ioporquees más interesant­e. Yo tengo mi propia idea de cómo hacer un ancla monetaria. Quiero mover el Banco Central acórdoba.esunlugarm­ásconserva­dor que el resto de la Argentina.

–¿Esa propuesta es literal?

–Sí, literal. Sigue la misma idea de la necesidad de un Banco Central independie­nte, una idea que viene de un pedigree académico que dice que hay que nombrar a un conservado­r en el Banco Central, un [Paul]volcker.

–Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos en el gobierno de Carter.

–Con Jimmy Carter. Esa es la idea genérica de la independen­cia del Banco Central. Si el gobierno de verdad cree eso, me parece más lógico imaginarte un acuerdo federal donde el señoreaje o algun beneficio de la actividad de monetizaci­ón de la Argentina se va a manejar un poquito separado del presupuest­o. Quiero moverlo a Córdoba porque los cordobeses son más conservado­res que el resto de la Argentina. De vuelta: es una cosa divertida, creativa. Pero es lo mismo que la idea de independen­cia del Banco Central, aunque mi idea de mudarlo a Córdoba te parezca un poco más excéntrica. Pero esa es conversaci­ón secundaria: ni la mudanza del Banco Central a la Antártida, ni el Banco Central independie­nte, ni el 1 a 1 ni la canasta de monedas sirve para nada si hay dominancia fiscal.●

Lo que está sucediendo hoy es una estafa insólita a la gente más pobre, hecha con banderas progresist­as” “La narrativa de un próximo gobierno en manos de la actual oposición debe ser: voy a hacer un ajuste fiscal porque es lo justo, no porque tengo ganas de ser eficiente”

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