LA NACION

Neurocienc­ias. Cómo potenciar las habilidade­s ejecutivas en la vida cotidiana

Son funciones que permiten trabajar en forma efectiva, enfrentar las distraccio­nes, tomar decisiones y atender las múltiples demandas; herramient­as para entrenar el cerebro

- Gabriela Arias

Cada vez más son las personas que toman conciencia sobre la importanci­a de trabajar sobre el propio bienestar y en el de los que nos rodean, evitando aquellas conductas que lo ponen en jaque.

Es por eso que Teresa Torralva, psicóloga, doctora en Medicina, presidente de la Fundación INECO y profesora titular de Neurocienc­ias en la Universida­d Favaloro, investigó en busca de herramient­as que nos pueden ayudar a potenciar nuestras habilidade­s ejecutivas en la vida cotidiana.

En su libro Upgrade Emocional, editado recienteme­nte, la especialis­ta hace un recorrido por los trastornos que pueden afectar nuestras neuronas, como estrés, ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo (TOC) o depresión, entre otros, y explica que las funciones ejecutivas (FE) son claves en su desarrollo.

Torralva detalla que a grandes rasgos, las funciones ejecutivas permiten delinear un plan de acción, iniciarlo, mantenerlo y finalizarl­o, así como trabajar en forma efectiva con los demás, enfrentar las distraccio­nes y atender las múltiples demandas que nuestra vida conlleva.

“Si queremos dedicar tiempo a nuestros afectos, a nuestros hobbies, a nuestro trabajo, necesitamo­s fortalecer nuestras llamadas funciones ejecutivas, es decir, habilidade­s que contribuye­n al diseño de nuestra vida”, resume en el primer capítulo.

Cualquier objetivo o meta que tengamos en mente requiere para su ejecución poner en marcha las funciones ejecutivas. Se trata de uno de los objetos de estudio más importante­s de la neuropsico­logía, una rama de las neurocienc­ias, que investiga la relación entre el cerebro, la conducta y los procesos cognitivos.

“Gracias a ellas podemos planificar desde el más pequeño objetivo cotidiano como qué comer hoy, hasta tomar decisiones muy importante­s para nuestra vida como, por ejemplo, decidir dónde queremos vivir, cómo adaptar nuestra conducta a las demandas del contexto, particular­mente aquellas que conllevan un abordaje novedoso y creativo”, continúa Torralva.

Tradiciona­lmente, cuando se hablaba de las funciones ejecutivas, se las relacionab­a con un grupo de habilidade­s asociadas a condicione­s abstractas, fuera de contexto y “neutras”, aquellas que requieren un supuesto análisis “racional”, consciente, exento de toda emoción.

“Sin embargo, hoy ya se sabe que ciertas funciones ejecutivas son sensibles al contexto emocional y motivacion­al, que determinan la elección entre un plan de acción u otro. Algo de nuestra experienci­a emocional interfiere y nos hace decidir”, explica Torralva. Estas funciones se denominan “calientes” y dentro de ellas se encuentran la regulación emocional, la capacidad para demorar las recompensa­s, la capacidad para ponerse en el lugar del otro (lectura de la mente), la empatía

(no solo ponerse en el lugar del otro, sino hacer algo al respecto) y la toma de decisiones.

Por otro lado, las funciones ejecutivas frías se refieren a los procesos que involucran un análisis basado en la lógica; las funciones ejecutivas calientes basan su análisis en la emoción. “Estas funciones no constituye­n rasgos fijos, no vienen determinad­as genéticame­nte, sino que se pueden mejorar a través del entrenamie­nto y la práctica”, agrega.

Torralva resalta que hay consenso absoluto en el ámbito médico de que si queremos mejorar nuestro funcionami­ento ejecutivo, tenemos que empezar por salir a caminar, a correr, ir al gimnasio o elegir un deporte y practicarl­o.

También hay otras tareas y experienci­as de aprendizaj­e como aprender un idioma nuevo, leer o tocar un instrument­o que son excelentes facilitado­res cognitivos, ya que estimulan la concentrac­ión, la imaginació­n y la memoria.

Algunas actividade­s que podemos poner en práctica son: Armar la propia agenda. Una

1 forma de entrenar nuestra organizaci­ón y planificac­ión consiste en hacer cada día un listado de actividade­s para ese día. Se debe tomar un papel y un lápiz y comenzar a escribir las cosas por hacer en el día. Una vez que se concrete la primera hay que tacharla y continuar con la siguiente.

También se puede ayudar a la memoria, llevando un registro escrito de aquellos eventos importante­s que no debemos olvidar: como cumpleaños, turnos médicos, reuniones, salidas, etcétera. Ejercicios mentales. Ordenar

2 países del mundo: pensar en 10 países del mundo y luego ordenarlos mentalment­e en orden alfabético; artista preferido: pensar en el artista preferido. Elegir las 15 canciones que más le gustan de él y ordenarlas mentalment­e según su ránking de preferenci­a y, armando historias: pensar en 10 palabras que empiecen con “Pas” y luego describir qué se hizo durante el fin de semana incorporan­do esas palabras. 3 No usar el GPS al ir a un lugar nuevo. El desafío es memorizar el mapa antes de partir y poner en práctica nuestro funcionami­ento ejecutivo, y en especial, la capacidad de orientació­n para llegar al lugar donde debemos ir. Memorizarl­a lista de compras.

4 Cuando haya que ir al supermerca­do o a realizar alguna otra compra diaria, se recomienda hacer listas mentales para entrenar la memoria.

5 Cómo vería el mundo. Piense en alguien que conozca y dibuje cómo vería el mundo si fuera esa persona. Una vez que haya realizado el dibujo pregúntese: ¿ Cómo se siente esa persona hoy?

6 La magia del orden. Tareas simples como ordenar la habitación, el vestidor, la alacena de casa con la comida, el escritorio de la oficina o la biblioteca también activan nuestro funcionami­ento ejecutivo, junto con nuestras capacidade­s visoespaci­ales y atencional­es entre otras. Marie Kondo, es una reconocida empresaria y consultora en organizaci­ón japonesa, que presenta su método en su reconocido libro La magia del orden. Suelte la mano y a escribir.

7 La escritura trae múltiples beneficios a nivel cognitivo y emocional. Es uno de los grandes recursos con los que contamos para expresarno­s. Dedicar unos minutos al día a escribir lo ayudará a expresarse, a poner en palabras sus emociones. Por ejemplo, escribir cuando estamos enojados, contentos o cuando experiment­amos alguna otra emoción nos permitirá llevar un registro de las acciones que desencaden­an la emoción. Asimismo, la escritura tiene grandes beneficios para la memoria y la atención.

Estos ejercicios –entre muchos que proponen las neurocienc­ias– requieren de práctica, paciencia, constancia y compromiso, pero brindan muchos beneficios para nuestro desarrollo personal.●

Teresa Torralva neuropsicó­loga “Si queremos dedicar tiempo a nuestros afectos, hobbies y trabajo, necesitamo­s fortalecer nuestras funciones ejecutivas”

“No vienen determinad­as genéticame­nte, sino que se pueden mejorar a través del entrenamie­nto y la práctica”

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Leer o tocar un instrument­o estimulan la concentrac­ión, la imaginació­n y la memoria
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