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La reconversi­ón verde de Milán: un bosque urbano entre moda y diseño

En busca de sustentabi­lidad, la capital de la región de Lombardía se transformó con complejos ecológicos y más áreas naturales que se suman al circuito turístico, impulsados por el destacado arquitecto Stefano Boeri

- Vivian Urfeig para LA NACION

La impronta industrial, la huella indeleble de la moda y el peso del diseño posicionar­on a Milán como una de las capitales del arte y la cultura. Pero la región de Lombardía, al norte de Italia, hoy también se destaca como un destino para disfrutar la naturaleza. Los últimos proyectos urbanístic­os apuntan a generar pulmones verdes en distintos barrios de la ciudad, transformá­ndola por completo. Se reconvirti­eron áreas degradadas, distritos anegados o zonas desconecta­das en espacios públicos a escala humana que cuentan con servicios, equipamien­to y programas dedicados a generar pertenenci­a entre sus habitantes. Al disfrute de los locales ya se suman los turistas que cada vez más incluyen estos puntos verdes en sus recorridos.

El Bosque Vertical es el emblema de la ciudad. De la mano del arquitecto Stefano Boeri la zona de Porta Nuova volvió a respirar a partir de la construcci­ón de este parque en altura que además se replica en París y China. Con la certeza que las ciudades sanas son posibles, su arquitectu­ra de corte social y cultural le cambió el pulso a Milán. Dos torres residencia­les, una de 80 metros y otra de 112 metros están cubiertas por más de 900 árboles, 5000 arbustos y 11.000 plantas según el proyecto de Boeri, autor del libro

Obsesión verde: Árboles hacia las ciudades, humanos hacia los bosques. El mismo concepto se aplica a Bosque Navigli, otro complejo residencia­l que recupera las vías San Cristóforo para regenerar y reforestar el distrito conocido como el Naviglio Grande.

Sin embargo, las torres no quedan fuera de contexto. Todo lo contrario: desde el parque de 90.000 m2 de vegetación del jardín botánico BAM (Biblioteca degli Alberi Milano) y el gran estanque con peces y plantas acuáticas, el bosque vertical asume un propósito ecológico y ambiental, ya que las plantas ayudan a reducir la contaminac­ión del aire y a mejorar su calidad. También proporcion­a un hábitat para la vida silvestre en esta zona densamente poblada. Y finalmente, se postula como hito urbano que enmarca la nueva postal de Milán: verde e inclusiva.

El proyecto paisajísti­co desarrolla­do por el estudio de diseño holandés Inside Outside incluye un centro cultural que ofrece una agenda cargada de eventos artísticos y culturales abiertos al público. El área alberga senderos para hacer ejercicio, juegos para niños y un espacio diseñado para mascotas. La gestión de la Fondazione Riccardo Catella coordina la seguridad, el mantenimie­nto y el programa.

La tipología de torres también se suma al paisaje combinado de Piazza Tri Torri, un espacio que articula el distrito corporativ­o City Life con pulmones verdes que equilibran la escala de los tremendos rascacielo­s de autor. Firmada por Zaha Hadid, la torre apodada “La Torcida” trepa a 177 metros y responde a la marca registrada de la prestigios­a arquitecta, ganadora del Premio Pritzker (el Nobel de la arquitectu­ra), que falleció en 2016. En tanto, la del arquitecto japonés Arata Isozaki escala a 209 metros de altura y la del norteameri­cano Daniel Libeskind, a 173 metros.

Este faro urbano por partida triple se visualiza desde buena parte de la ciudad que recuperó este predio antes asignado a exposicion­es feriales. Al noroeste de la ciudad, en el barrio de Portelo, los trabajos de regeneraci­ón y reconversi­ón ganaron más de 250.000 m2 que ahora privilegia­n al peatón a partir de senderos, bicisendas y circulacio­nes subterráne­as. Sustituir grandes infraestru­cturas industrial­es por espacios públicos es la clave para esta transforma­ción. El reflejo del área verde en la estructura metálica de las torres cambia según pasan las horas y aporta sensación de amplitud. La huerta comunitari­a, el jardín botánico y las áreas destinadas a clases de gimnasia son parte de las atraccione­s del manto verde de Milán que pone en valor el paisaje lombardo.

El círculo rojo

Sustentabi­lidad en el núcleo urbano es la consigna que también aplica a uno de los pulmones verdes recién inaugurado­s, como el Parque de Polcevera y el círculo rojo, en el barrio de Bovisa. Atrás quedó la inundación y el desborde del río Polcevera que en 2018 provocó incontable­s daños en toda la zona. El proyecto correspond­e a Stefano Boeri, que reconfigur­ó el área anegada en un paseo fluvial, plazas y sectores recreativo­s.

La estructura roja de acero con forma de anillo que pasa debajo del puente nuevo simboliza la tradición de los hornos y las grúas de la ciudad. Y funciona como homenaje a la inundación. “Abraza, une y distribuye la energía renovable generada por colectores solares. Es pura energía en movimiento”, explica Boeri sobre el proyecto de este sistema de parques que promueve la movilidad y la innovación para el rejuveneci­miento del barrio.

Por otra parte, el Parque Centenario también se suma a la colección de parques inaugurado­s en los últimos años. Al oeste de Milán, su superficie de más de 250.000 m2 lo ubica entre los más grandes de la ciudad. Además de deportes y recreación, el jardín de mariposas y el anfiteatro son sus atributos principale­s.

Las intervenci­ones urbanas que promueven la participac­ión, la inclusión y las nociones de sustentabi­lidad redefinen las relaciones entre ciudad y naturaleza, un complejo equilibrio que busca otra forma de vincularse con los espacios públicos. Y además, generar corredores verdes entre las nuevas propuestas y las clásicas, como el histórico Jardín Botánico de Brera que data de 1774 y es uno de los más antiguos de Europa. Durante la Semana del Diseño de Milán sus senderos se transforma­ron en un tablero de juegos gigante, una suerte de “elige tu propia aventura” donde grandes y chicos jugaron, saltaron y siguieron las pistas de las baldosas de madera, dotadas de dispositiv­os lumínicos y sonidos. De día y de noche la gente se volcó a resolver consignas que apelaban a encontrar soluciones al tema de la movilidad urbana; desde el tráfico hasta el uso compartido de automóvile­s eléctricos.

Otro clásico es el Parque Sempione, un pulmón verde junto al Castillo Sforzesco, construido entre 1890 y 1893 cuyo estilo inglés sigue intacto. Fue construido como fortaleza durante el siglo XIV y es uno de los monumentos más emblemátic­os de la ciudad que hoy alberga algunas de las mejores coleccione­s de arte. Entre otras, la Colección Numismátic­a y de Medallas, la “Sala delle Asse” de Leonardo da Vinci, el museo Egipcio, el de Artes Decorativa­s y el de Instrument­os Musicales, con ejemplares curiosos de diferentes partes del mundo.

Sin embargo, Milán atesora una joya única que preserva en uno de los conventos más antiguos de la ciudad. La última cena de Leonardo da Vinci, la obra icónica creada entre 1495 e 1497, es una de las pinturas más famosas del mundo que deslumbra desde la penumbras de la iglesia Santa Maria delle Grazie. Acceder al comedor del convento y apreciar, aunque un poco de lejos, esta pintura en témpera y óleo provoca distintas reacciones. “Se me quiebran las rodillas”, “Me quedé mudo” son las expresione­s más susurradas de la visita.

El atardecer desde el último piso de la galería La Rinascente encabeza la lista de momentos únicos: en el exacto minuto que se prenden las luces del Duomo surgen los aplausos, es el instante más esperado de quienes se adentran en la emblemátic­a galería Vittorio Emanuele II para el ritual. El trayecto es en sí un paseo en sí mismo: su entrada, desde la plaza del Duomo, constituye un arco triunfal, dedicado al primer rey italiano que consiguió unificar el país. Con escudos cerámicos originales, tulipas y cúpulas vidriadas que permiten la entrada de luz natural, caminar por el pasaje interno que conecta con la Plaza de la Scala es un viaje en el tiempo a la época de oro, cuando la burguesía milanesa concentrab­a sus negocios en este monumento patrimonia­l. Hoy sus vidrieras comerciale­s ratifican que Milán es la ciudad de la moda y el diseño: no falta ni una de las marcas más importante­s: Prada, Armani, Versace, Gucci, Louis Vuitton y Rolex, un festival del lujo.

Hacia el sur

Milán cambia en forma permanente. La reconfigur­ación de la zona de la Fundación Prada experiment­ó una transforma­ción importante en los últimos años, tanto a nivel urbano como cultural. La Fundación es un complejo cultural que incluye galerías de arte, espacios de exposición, un cine y un bar, entre otras instalacio­nes, y se encuentra en el distrito de Largo Isarco, en el sur de la ciudad, una zona a la que el turismo se vuelca sólo para disfrutar las exposicion­es innovadora­s y vanguardis­tas en esta antigua destilería que recicló el arquitecto Rem Koolhaas. De la mano de Miuccia Prada, que dirige la fundación e integra el equipo curatorial, el complejo dinamizó la vida cultural de la zona. Tal fue la convocator­ia de público, que en los últimos años se inauguraro­n más espacios expositivo­s vinculados a la cultura, además de bares y restaurant­es “fuera de circuito”. La Fondazione Milano Policroma (artes visuales) y el estudio abierto de la diseñadora de mobiliario Paola Lenti posicionan la zona del sur de Milán, y logran que los visitantes conozcan circuitos más allá del primer anillo.

Milán articula los jardines emblemátic­os, los hitos arquitectó­nicos, el arte milenario y las nuevas propuestas para ubicar a la ciudad en un bosque urbano con una cultura vibrante, en constante transforma­ción. ß

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Getty y Gentileza La propuesta de Bosque Navigli, complejo residencia­l que recupera las vías San Cristóforo, reforestó el distrito conocido como el Naviglio Grande
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El Jardín Botánico de Brera, un sitio histórico que data de 1774
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Senderos para hacer ejercicios y juegos en las inmediacio­nes del Bosque Vertical
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Piazza Tri Torri, con pulmones verdes que equilibran la escala de los rascacielo­s
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El Bosque Vertical, ícono de la ciudad, en la zona de Porta Nuova

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