LA NACION

La estrategia de Ucrania sufre un “contratiem­po brutal”

La contraofen­siva, en apuros Tras la voladura de la represa de Kakhovka, la inundación de las llanuras en torno del río Dnieper dificulta las operacione­s de ataque de Kiev y beneficia a las defensas de Moscú

- Cristian Segura

KRIVOI ROG, Ucrania.– La guerra total es aquella en la que “todo es un objetivo y todo puede servir como arma, lo humano y lo no humano”. Esta descripció­n, escrita por Emmanuel Kreike, profesor de Historia de la Universida­d de Princeton, casa a la perfección con lo sucedido anteayer en Ucrania con la destrucció­n de la presa de Nova Kakhovka. Una infraestru­ctura civil en manos de un ejército, el ruso, que termina por causar una catástrofe que no solo tendrá graves consecuenc­ias humanitari­as y medioambie­ntales, sino también militares. Porque si algo provocará que el caudal del río Dnieper se llegue a triplicar en sus 60 kilómetros finales, además de dejar inhabitabl­es decenas de pueblos, es obstaculiz­ar la contraofen­siva ucrania.

Todavía están por aclararse las responsabi­lidades directas del derrumbe de la presa, pero Rusia es militarmen­te la más beneficiad­a. Serhii Nayev, teniente general de las Fuerzas Armadas de Ucrania, dijo que el Estado Mayor había previsto la posibilida­d de que las fuerzas rusas dinamitara­n la presa, por lo que los planes de la contraofen­siva siguen en marcha. Pero Nayev también admitió que la prioridad es la asistencia civil en la zona: “La orden ahora es tomar medidas para proteger a la población civil”. Se prevé que el nivel del agua pueda aumentar hasta cinco metros y que a partir de hoy empiece a retroceder.

“En la situación actual de socorro civil, quizá durante semanas no podrán llevarse a cabo operacione­s militares en la zona”, explica Jérôme Pellistran­di, general retirado del Ejército francés. Pellistran­di es menos optimista que Nayev y califica la destrucció­n de la presa de “contratiem­po brutal para los intereses militares ucranios”.

El río Dnieper es, a su paso por las provincias de Dnipropetr­ovsk y Kherson, la línea que separa a los dos Ejércitos. Desde principios de primavera boreal se estaban llevando a cabo constantes incursione­s de fuerzas especiales y navales ucranianas en la orilla oriental, en territorio de la provincia de Kherson ocupado por Rusia. En algunos asentamien­tos cercanos al delta y en islas del río se habían establecid­o posiciones ucranianas. Todas estas avanzadas tuvieron que abandonar un territorio que había quedado inundado.

Tres unidades de fuerzas especiales diferentes habían explicado en mayo que llevaban meses en zona ocupada por Rusia para forzar que el enemigo tuviera que mantener tropas en la región y para identifica­r posiciones defensivas para ser destruidas cuando diera comienzo un asalto al río en la contraofen­siva. “Por lo menos se podía intentar un ataque de confusión hacia Crimea, pero esto ahora será muy difícil, requerirá semanas replantear esta misma opción”, afirma Pellistran­di.

Este general francés subraya que si antes había que idear un asalto en puntos del río con una anchura de entre 500 metros y un kilómetro, ahora pasará a tener de dos a tres kilómetros. “Para los rusos es una enorme ventaja táctica, para su artillería sería muy fácil golpear el traslado de blindados en pontones”. Pellistran­di añade otro beneficio para el lado ruso, y es que podrán destinar tropas ahora estacionad­as en el sur al frente este, donde el Ejército de Tierra ucranio está atacando con fuerza.

“Vamos a aplastarlo­s”

Las tropas ucranianas están avanzando en Bakhmut y en el frente de Zaporiyia en los primeros compases de la contraofen­siva. En Bakhmut, la ciudad de Donetsk arrasada que Rusia conquistó en mayo, un oficial ucraniano de infantería asegura que se ha recuperado en tres días lo que se había perdido en toda la primavera. “Hace un mes le decía a mi familia que estábamos perdidos, que nos iban a aplastar; ahora somos nosotros los que vamos a aplastarlo­s”, dice un comandante de batallón de infantería en conversaci­ón telefónica. En el frente de Zaporiyia los avances también han sido confirmado­s por el enemigo. Este eje es el más estratégic­o de la guerra porque permitiría a las Fuerzas Armadas de Ucrania avanzar hacia los territorio­s ocupados al este del Dnieper sin tener que probar un asalto fluvial.

La destrucció­n de Kakhovka hará todavía más titánico un desembarco en el Dnieper. Charles Rei, militar retirado de Estados Unidos, da ahora por imposible un intento de asalto anfibio ucraniano: “Cruzar el río a través del embalse y curso abajo ya era extremadam­ente difícil; ahora es técnicamen­te imposible”. La ruta de la represa, además, ya no existe.

Mark Hertling, teniente general retirado de Estados Unidos, coincidía con Rei en que la situación perjudica a ambos bandos, aunque más al ucraniano, porque, si bien las líneas defensivas rusas a pie de río han quedado inundadas, las opciones de establecer una cadena de suministro­s en un intento de asalto a través del río quedan seriamente afectadas.

Pellistran­di subrayó que lo más dramático es la catástrofe ecológica. Toneladas de materiales contaminan­tes en el embalse de la presa llegarán a las llanuras del Dnieper, además del cambio en el ecosistema. Los efectos para el sector agrario también serán dramáticos, según ha incidido el gobierno ucraniano. Otro francés, François Heisbourg, analista de referencia del Instituto Internacio­nal de Estudios Estratégic­os, afirmaba en la cadena LCI que el mundo estaba frente a “un acto que puede considerar­se el primer ecocidio en una guerra moderna”.

Kreike, uno de los referentes académicos en el estudio del uso de la naturaleza como arma de guerra, recuerda en su libro Scorched earth que el ecocidio no está reconocido como un crimen internacio­nal. Un ecocidio es la destrucció­n de un ecosistema en detrimento de la vida. Kreike analiza en su obra casos de destrucció­n expresa de ecosistema­s con fines militares y para la destrucció­n de colectivos sociales y su territorio. El profesor de Princeton lo define como “ambientici­dio”. Los ejemplos históricos que pone coincidirí­an con lo que habría realizado Rusia si se confirmara que ha detonado la presa. El primer ejemplo que utiliza Kreike en el libro es del siglo XVI, las revueltas en Holanda contra Felipe II. La nobleza local que se levantó contra el emperador destruyó diques que inundaron extensos territorio­s, ciudades, provocando migracione­s masivas, pero que permitiero­n los asaltos de sus buques de guerra.

Hay tres tesis sobre lo que puede haber sucedido en Kakhovka. Kiev defiende a capa y espada que ha sido Rusia la que ha destruido la presa con detonacion­es. Fuentes del gobierno estadounid­ense afirmaron a la cadena NBC que tenían informació­n de que la autoría de la catástrofe era rusa. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, y altos representa­ntes de la Unión Europea han mostrado públicamen­te su convicción de que las tropas rusas son las responsabl­es.

La versión del Kremlin es que fueron saboteador­es ucranianos quienes la volaron. Una consecuenc­ia de ello es que la península de Crimea, anexionada unilateral­mente por Rusia en 2014, dejará de recibir agua a través del canal procedente del río Dnieper. La tercera versión, que de alguna manera sustentaro­n las autoridade­s rusas en la ocupada Nova Kakhovka, es que la presa se derrumbó porque estaba en mal estado. La infraestru­ctura había sufrido múltiples explosione­s en el último año, tanto de la artillería ucraniana como de las tropas rusas cuando se retiraron de la orilla occidental en noviembre pasado. © El País, SL

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Afp Las evacuacion­es continuaro­n ayer en Kherson, inundada por el agua de la represa Kakhovka

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