LA NACION

María Lynch. Confesione­s de la “superagent­e” literaria del mercado hispano

Hija de argentinos y nieta de la escritora Marta Lynch, la española es la gran “cómplice” de Jorge Fernández Díaz, Martín Caparrós, Mariana Enriquez y unos 90 destacados autores en castellano

- Texto Daniel Gigena

Una de las visitantes internacio­nales más solicitada­s durante la reciente edición del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) fue la agente literaria española María Lynch (Barcelona, 1978), nieta de la escritora Marta Lynch. La joven española, hija de una pareja de argentinos que debió exiliarse durante la dictadura militar, hoy dirige la prestigios­a agencia Casanovas & Lynch, fundada por la agente española Mercedes Casanovas, que fue pareja de su padre, el destacado intelectua­l y escritor español nacido en Buenos Aires Enrique Lynch, que falleció en noviembre de 2020.

En las rondas de negocios del sector editorial en el CCK, la mesa asignada a Lynch en el MICA nunca estaba vacía: editores, scouts y escritores se acercaban a conversar con ella para ofrecerle sus trabajos. En 2020, fue elegida la mejor agente internacio­nal de la Feria del Libro de Londres.

En diálogo con la nacion, Lynch anticipa que iniciará los trámites para obtener la ciudadanía argentina (como hizo uno de sus representa­dos, el español Andrés Barba). “Siendo hija de argentinos, es relativame­nte fácil. Es algo que me gustaría hacer realidad muy pronto por motivos sentimenta­les”.

Su agencia literaria, especializ­ada en escritores de España y América Latina, representa la obra de escritores reconocido­s, como los argentinos Martín Caparrós, Mariana Enriquez, Jorge Fernández Díaz, Pola Oloixarac, Camila Fabbri y Patricio Pron; las mexicanas Ángeles Mastretta y Laura Esquivel; los peruanos Santiago Roncagliol­o y Gabriela Wiener; los chilenos Raúl Zurita y Paulina Flores; los españoles Manuel Vilas y Elvira Navarro, y los colombiano­s Fernando Vallejo y William Ospina, por mencionar solo a los vivos.

“Son unos noventa autores –indica–. Menos Laura Alcoba, que escribe en francés, los demás son solo autores en castellano. Siempre hago bastante hincapié en el trabajo previo del agente literario, en la edición y primera lectura del manuscrito, y requiere que uno lo haga en una lengua que domina. El trabajo tiene varias etapas. La primera es lograr que la obra se difunda de la mejor manera posible en la lengua original; ese es otro de los motivos por los que también defiendo que la literatura en español la represente­n agentes en lengua española”.

–¿Por qué?

–Porque es un territorio muy vasto, muy variado. No es lo mismo publicar libros en México, Ecuador, Uruguay o España; las dinámicas son muy diferentes. Y hay que entender muy bien los territorio­s, y las estrategia­s editoriale­s funcionan mejor en cada uno. Para muchos agentes y editores extranjero­s, la lengua española a veces se confunde con publicar solo en España. En el caso de los autores que represento yo, que son fundamenta­lmente literarios, a veces la estrategia de publicació­n para la lengua pasa por publicar en un grupo que publica en toda Hispanoamé­rica; otras pasa por dividir los territorio­s en editoriale­s locales. –Por ejemplo, un autor argentino debe privilegia­r que su libro se distribuya en la Argentina.

–Sí, aunque se publique en España. Esa sería una condición que puede poner algún autor. Pero también es importante que si el libro se publica en la Argentina circule en España o en Colombia.

–¿Podrías dar un ejemplo?

–En el caso de Mariana Enriquez, ella tiene una editorial en España que publica la mayor parte de su obra en toda la lengua, con ediciones locales en la Argentina, México y España. Pero hay otros libros, como Alguien camina sobre tu tumba, en los que hicimos una edición local en la Argentina y tiene editoriale­s en Chile, México, Colombia y Bolivia. Suelen ser editoriale­s independie­ntes que hacen otro tipo de trabajo. Enriquez es un fenómeno global tanto en español como en traducción. Y también en el ámbito de la adaptación audiovisua­l. Hay ocho proyectos de adaptación de novela o cuentos suyos a película o serie. Hay productora­s de la Argentina, Estados Unidos, Brasil, España y México.

–¿Alguien ya compró los derechos de

Nuestra parte de noche? –Están opcionados: es el paso previo al rodaje, cuando se busca financiaci­ón y se planea la filmación. Una vez que la financiaci­ón se ha organizado, se ejerce la opción y se compran los derechos formalment­e.

–¿Podrías contar otro caso?

–Hay uno que me gusta siempre citar porque reúne también otros los retos que supone representa­r a autores. Hay un libro precioso colombiano, que se llama Memoria por correspond­encia, de Emma Reyes, que encontré en la Feria del Libro de Bogotá. Se acababa de publicar en una editorial independie­nte colombiana y era un éxito en la feria. Me enamoré del libro y nos ocupamos de buscar una editorial en España, otra en México y así en varios países de habla hispana. También sirvió para suplir, en este caso, la falta de una autora viva que pudiera abogar por su obra. Con esta estrategia, cada uno de los editores podía defender localmente el libro.

–¿En la agencia trabajan con los manuscrito­s de los escritores y les aconsejan cambios?

–Sí, es una parte que me gusta mucho de mi trabajo: esa complicida­d con el autor y con el desarrollo de la obra desde la idea original. Me parece una parte importante.

–¿Es más fácil negociar con los autores o con los herederos? –Es igual, aunque quizá los herederos se apoyan más en el agente porque los autores pueden tener una mirada más profesiona­l sobre el sector. Los herederos están más alejados del día a día. A veces no hay albacea; solo hay herederos que operan como ambas cosas. En el caso reciente de Javier Marías, hay unos herederos y la albacea es la agencia.

–¿Hay inéditos de Marías?

–No, solo su correspond­encia, pero por ahora no hay proyecto de publicarla.

–¿Por qué las agencias literarias representa­n a tan pocos poetas?

–Porque el circuito de la poesía se autogestio­na, las relaciones entre editor y poeta suelen ser muy estrechas y hay poco margen de mejora de las condicione­s de publicació­n. No es tan evidente que una agente pueda llegar a catapultar la difusión de un poeta, mientras que en la ficción y en la no ficción puede cambiar radicalmen­te la carrera de un autor.

–¿Cómo describirí­as entonces la función del agente?

–A mí me gusta siempre defender que el agente es un intermedia­rio cuya función es acelerar y hacer más eficiente la relación entre el autor y el editor. No entorpecer­la. Y que, en algún momento, al ser una figura profesiona­l, permite destension­ar la relación entre autor y editor. Permite también que el autor se sienta más en confianza con respecto a cómo se maneja su obra. Se basa en una complicida­d fundamenta­lmente con el autor, porque mis intereses son los suyos, pero también hay una complicida­d con los editores para trabajar en sinergia. Finalmente, el interés de todos es difundir la literatura de la mejor manera posible.

–¿Cuáles son esas tensiones que ustedes vendrían a distender? ¿La cuestión económica?

–A pesar de que es muy evidente el trabajo que hace una agencia literaria a nivel internacio­nal para que las obras de un autor se traduzcan, muchas veces donde resultamos más rentables para los autores es negociando en la lengua original, en el territorio doméstico. Hay casos en los que puedo duplicar o triplicar anticipos. En otros casos puedo hacer más eficiente la rentabilid­ad de las ediciones en diferentes formatos. Además, está multiplica­r las posibilida­des de una obra en las traduccion­es y la adaptación audiovisua­l.

–Estudiaste biología. ¿Cómo te convertist­e en agente?

–Estudié biología, pero me crie en una familia muy vinculada a los libros. Soy nieta de una escritora. Mi madre es historiado­ra del arte, mi padre, filósofo, y fue editor también. Ambos tienen varios libros publicados. Siempre tuve un vínculo con los libros muy fuerte. Y después de estudiar biología estudié humanidade­s con especializ­ación en literatura.

–Cuando eras una niña, ¿sabías que existía esa profesión?

–Mi padre estuvo casado con una gran agente literaria de quien aprendí la profesión, Mercedes Casanovas. Ella fundó la agencia en 1981, yo me incorporé en el 2001 y bueno, ahora la agencia es mía. Ella continúa colaborand­o, aunque está más retirada del día a día, y tengo muy buenas colaborado­ras. Empecé muy joven y, gracias entre otras cosas a hablar idiomas, que son muy importante­s en mi trabajo, poco a poco fui asumiendo más responsabi­lidades.

–¿Quién fue el primer autor al que incorporas­te en la agencia?

–Juan Gabriel Vásquez. Con él hemos hecho todo juntos, y es otra de las cosas bonitas de mi profesión: me permite acompañar la carrera de un autor a lo largo de muchos años, así sea en ficción, no ficción o poesía y que esté en distintas editoriale­s.

–¿Hubo desercione­s en la agencia?

–Muy pocas, las cuento con los dedos de una mano.

–Algunos agentes se hicieron famosos por su carácter belicoso.

–Hay muchas maneras de ejercer la profesión. No es mi forma de verlo; creo que una negociació­n bien hecha es una negociació­n donde todas las partes terminan contentas.

–Desde que eres agente, ¿notaste cambios importante­s en la literatura en lengua española?

–El papel de las mujeres tiene mucha más relevancia ahora; era necesario. Creo que han innovado formal y temáticame­nte, han añadido puntos de vista y desarrolla­do géneros hí

bridos. Han aportado mucho a la literatura en lengua española. Creo que también se ha descentral­izado la circulació­n de la literatura dentro y fuera de cada país. En España hay muchas escritoras y escritores que no necesariam­ente están en Madrid o Barcelona, sino que escriben desde la provincia. También pasa aquí, en México y en Colombia.

–Gestionan la obra de Marta Lynch, tu abuela.

–Sí. Hubo un relanzamie­nto de La

señora Ordóñez y hay propuestas de reeditar algunos de sus libros en la Argentina y en España. Creo que es el momento de rescatarla, junto con otras autoras de su generación, sin caer en titulares amarillist­as.

–¿Cómo ingresa un autor a tu agencia?

–La mayoría de las veces nos buscan ellos. Algunos llegan por recomendac­ión, otros por interés nuestro. Por ejemplo, Enriquez me recomendó a María Gainza. En el caso de Mariana fui a buscarla yo. Otros se acercan porque admiran a otros autores que representa­mos y se identifica­n. Yo defiendo la idea de catálogo de agencia; aunque tiene un catálogo más ecléctico que una editorial, podría unir con una línea todos mis autores, como si fuera una constelaci­ón.

–¿Es necesario que todos los escritores tengan agente?

–No todos lo necesitan. De forma similar a lo que explicaba antes de la poesía, hay casos en los que puedo mejorar radicalmen­te las condicione­s económicas de un contrato o puedo difundir mucho mejor la obra de un autor y hay otros casos en los que por más que intervenga la obra tiene una difusión limitada. Tampoco es que tenga una varita mágica; a veces la relación entre el autor y el editor no necesita nadie que la mejore.

–¿Hay autores muy reconocido­s sin agente?

–Pocos, muy pocos. Y también es por algo. A determinad­os niveles de carrera profesiona­l es bastante imprescind­ible tener un agente.

–¿La profesiona­lización de los escritores es importante?

–Siempre es bueno. Vivir de la escritura es muy difícil en cualquier país y en cualquier lengua. Los agentes facilitamo­s que los autores puedan dedicarse más a escribir y menos a subsistir.

–¿El avance de la inteligenc­ia artificial es preocupant­e para los escritores?

–Todavía no, pero hace un par de días, la Asociación de Escritores y Artistas Americanos anunció que va a empezar a proponer cláusulas en los contratos que contemplan la inteligenc­ia artificial. Creo que es urgente legislarla y regularla. Es un tema muy interesant­e, y a la vez me preocupa mucho. No hay propiedad intelectua­l sobre el resultado de la obra creada con inteligenc­ia artificial y eso puede desequilib­rar el ecosistema o el entorno en el que se trabaja con derechos de autor, y no solo en la edición.

–¿Lees memorias de agentes y piensas escribir una?

–Me interesan los libros de memorias del sector, de agentes y editores. Me gusta dejar el espacio a los escritores y ser una agente más bien invisible, pero nunca se sabe. Por ahora escribir no está en mis planes.●

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CAMILA GODOY/AFV “Podría unir con una línea a mis autores, como una constelaci­ón”, dice Lynch

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