LA NACION

“Mi viejo”. La historia detrás de la emblemátic­a canción, que se lanzó el Día del Padre de 1969

José Tcherkaski, el hombre que escribió las más importante­s canciones de Piero, cuenta quién era su padre, el hombre que inspiró su primer gran éxito, que se cantó en 35 países y sonó hasta en Los Simpson

- María Nöllmann

Yo a mi viejo no le podía decir “mi viejo”. Es una cuestión de lenguaje. Me llegaba a escuchar decirle “viejo” y olvidate. Es una mañana de otoño. En su estudio, un pequeño departamen­to en una planta baja de Palermo, el periodista, poeta y letrista José Tcherkaski (80) recuerda a su padre. A él, justamente a quien nunca hubiese podido decirle: “Viejo, llegué”, “Hola, viejo“, ¿Cómo estás, viejo?”, a él le dedicó la canción “Mi viejo”, su mayor éxito compositiv­o. Musicaliza­do e interpreta­do por Piero, este emblema popular argentino fue lanzado un día como hoy, Día del Padre, hace 53 años. Y no tardó en estallar en las disquerías de todo el país. Pero lo más llamativo es que logró mantener su vigencia a lo largo de las décadas. Tanto es así que su autor aún vive de los derechos de esta canción, que fue reproducid­a en 35 países y sonó en más de 40 series y películas, incluidos Los Simpson (2010) y la serie de la vida de Maradona (2022).

“Mi padre se levanta de la tumba y se muere de vuelta si se entera de que su canción es famosa en todo el mundo –Tckerkaski se ríe–. Mis viejos por mí no pagaban ni cinco mangos, viste”.

Él escribió la canción con 22 años, pero su padre, Mario Tcherkaski, no llegó a escucharla. Murió ocho años antes. “Mi viejo” (1969), la canción que le rinde honor, fue la primera composició­n de su hijo. En ese entonces, cuenta hoy, era cronista de la revista Siete Días y de música sabía poco.

“Yo era cronista, que es la última categoría. Ni banquito tenía. En la revista había dos periodista­s, grandes poetas, que eran amigos de Piero. Él había dejado de cantar y vendía clériman, lo que usan los curas en el cuello, para poder vivir. Un día, vino a visitarlos y ellos le dijeron, apuntándom­e: ‘Este es el que puede escribir con vos’. Habían visto poesía mía, que para mí era pésima. Yo nunca había valorizado lo que escribía y nunca había pensado en escribir una canción”, recuerda.

Así, de un día para el otro, se formó la dupla. Unas semanas después, cuando aún no habían logrado componer un tema, Tcherkaski recordó un poema que había escrito sobre su padre hacía unos años. No le gustaba, pero rescató una frase: “Viejo, mi querido viejo”. Y fue a partir de esas cuatro palabras que creó la canción que todos conocemos.

Hoy resulta difícil imaginarlo, pero apenas Piero y él la grabaron la canción no tuvo buetexto na aceptación por parte de las discográfi­cas. “Nos echaban de todas. Yo parecía Olmedo, iba por la calle llevando una cajita con la canción grabada y Piero iba adelante, ofreciéndo­la por los diferentes sellos. En un momento le dije: ‘No lo hagamos más, es humillante’”, recuerda Tcherkaski. Pero su suerte cambió cuando llegaron a CBS. Un productor vio la canción como un buen negocio para ser lanzada el Día del Padre. Y fue entonces que surgió lo que su autor recuerda como “un despiole”. Se juntaban fanáticos en la puerta del departamen­to de Piero y también en la suya. Viendo el éxito de la canción, el sello llevó al dúo compositiv­o a hacer una gira por las distintas disquerías de la ciudad para firmar su single.

“Esta experienci­a me llevó al diván, al psicoanáli­sis. ¡En serio! Porque la gente se nos largaba a llorar y nos decía: ‘En el velorio de mi viejo voy a poner esta canción’, o ‘Compré el disco porque es el último deseo de mi papá’. Y yo tenía una angustia. No entendía nada”, describe.

Un exiliado que “creció con el siglo”, “con tranvía y vino tinto”

–Es un buen tipo mi viejo/ Que anda solo y esperando/ Tiene la tristeza larga/ De tanto venir andando. ¿Realmente lo veías así?

–Sí. Ese era mi papá. Él cargaba con muchas cosas de las cuales nunca le oí hablar. Creo que por eso murió tan joven, con 52. Sus padres eran terratenie­ntes en Rusia y le habían dado una formación muy sólida, Pero se hizo la revolución, entonces él decidió irse. Viajó por distintos países hasta que llegó a la Argentina. Él era un patricio ruso, hijo de terratenie­ntes, pero en Buenos Aires se convirtió en vendedor ambulante de sábanas. Le costaba mucho entender el lugar al que pertenecía acá, estaba acostumbra­do a otro estilo de vida.

En la Argentina, Mario Tcherkaski se casó con una descendien­te de campesinos polacos, con quien tuvo dos hijos, José y Osvaldo. Y pese a que trabajaba duro todos los días para mantener a su familia, nunca abandonó una de sus grandes pasiones: la lectura. “Fue una persona muy importante para mí. Me abrió el camino en el mundo de la literatura, del teatro. Era una persona muy interesant­e. Tenía sus arbitrarie­dades, como todo padre. Pero yo le estoy muy agradecido. Influyó en mí de una manera muy seria”, reflexiona el autor de “Mi viejo”.

Él y su hermano vivieron gran parte de su infancia en la confusión absoluta. Vivían en un inquilinat­o, la mayor parte del tiempo el dinero no sobraba. Pero cuando su padre hacía una buena venta, se festejaba a lo grande. “Imaginate. Mi viejo vendía sabanas, pero de repente nos llevaba al restaurant­e más caro de Buenos Aires y venía el sommelier a mostrarle los vinos. Era medio raro, ¿no? De esa esquizofre­nia, nació este señor, que también vive la misma esquizofre­nia.

–¿Cuál sería tu “esquizofre­nia”?

–Uno tiene sus vicios. Por ejemplo, yo nunca iría a comer a un boliche. Si salgo, voy a un lugar digno, muy bueno. Cuando trabajaba en la revista era un poco más democrátic­o. Pero son cosas que yo tomé de mi papá. Después, por ejemplo, no tengo vocación popular. O sea, veo a cinco personas y me voy. No voy al cine, no voy a conciertos, solo cuando tocaba Piero. Pero solo me quedaba durante el armado. Ya cuando él subía al escenario y empezaba a ‘hacer la pavada’, como le digo yo, me rajaba a un bar a tomarme un whisky.

Después de “Mi viejo”, siguieron muchos otros grandes éxitos. Se convirtió en el autor de las canciones de protesta más conocidas: “Coplas de mi país”, “Para el pueblo lo que es del pueblo” y “Que se vayan ellos” son solo algunos de sus éxitos. Tcherkaski escribió más de 80 canciones durante su larga trayectori­a profesiona­l, pero nunca abandonó el periodismo, en el que se destacó como entrevista­dor.

Pero durante todos estos años nunca olvidó la reacción de su madre al verlo por primera vez en TV, tras el lanzamient­o de “Mi viejo”, junto a Piero, en el programa de Horacio de

Dios en Canal 13. “Un sábado fui a almorzar a su casa, en Villa Luro, y me dijo: ‘Nene, decí la verdad porque si no vas a ir preso, vos no escribiste nada”. Ella pensaba que yo trabajaba de cafetero en alguna redacción. Y yo le decía: ‘Mamá, es en serio’, pero ella no me creía. Estaba convencida de que era un estafador nacional”, recuerda, entre risas.

Mucho se ha escrito de la relación entre Piero y José Tcherkasky. Eran una dupla compositiv­a, sus canciones estaban firmadas “Piero y José”. Pero se veían poco. Y es que Piero y él, aclara sin tapujos, no eran grandes amigos.

–¿Nunca lo fueron?

–Somos muy distintos. Tampoco somos enemigos, él conoce a mis hijos, yo a los suyos. Pero no tenemos mucho en común. A él le interesan la paz, el amor y el tomémonos de las manos. Para mí son las boludeces más grandes del planeta. Yo tengo una formación más política. Piero tiene una cosa más naif, pero es muy honesto. Juntos, teníamos una alianza creadora, compositiv­a. Trabajábam­os muy bien, nos entendíamo­s. Hacíamos como un rompecabez­as entre la letra y la música. Por ejemplo, yo escribía “la tarde es gris”, y él me decía: “el ‘gris’ me sobra, entonces yo buscaba otra palabra que pudiera conjugar con la música. Así trabajamos toda la vida.

Hoy, Tcherkaski vive prácticame­nte de los derechos de autor de su mayor éxito compositiv­o. Aunque aclara que su situación no es común dentro del mundo de la música. “Mucha gente piensa que con una canción

te hacés millonario. Pero hay muy pocos casos en los que una canción te permite vivir de los derechos de autor, como es mi caso. Salvo que tengas un sentido comercial, como Palito Ortega, que es un empresario. Yo vivo de mis derechos. No me falta nada, pero no tengo empresas ni muchas cosas”, dice.

Su escritorio es una habitación sin ventanas, con paredes y estantes cargados de recuerdos y objetos preciados: fotografía­s con personalid­ades ilustres, cartas encuadrada­s –incluso una que le envió Piazzolla desde Roma hablando sobre una posible colaboraci­ón compositiv­a–, discos viejos y premios en forma de platillos de plata. También cuelgan fotografía­s de colectivos pintados y brazos tatuados con la frase: “Yo soy tu sangre, mi viejo”. “Me las mandan mis hijos o Piero”, dice José. También aclara que esta no es su casa, que su casa está en Marcos Paz. Este es su estudio. Pero en su estudio duerme casi todos los días, y más ahora que se encuentra temporalme­nte sin registro para conducir.

Si su escritorio resulta visualment­e estimulant­e, su habitación no se queda atrás. Allí expone, como si fuera una galería de arte, cuadros y caricatura­s realizados por sus amigos artistas. “Este me lo regaló Berni. Este de acá, Liliana Porter. Con Liliana fuimos noviecitos de chicos. La caricatura me la hizo Sábat”. De su estudio también cuelga un inmenso retrato suyo, pintado por Guayasamin, un artista ecuatorian­o de fama internacio­nal. Lo curioso es que sobre cada uno de los marcos de los cuadros hay una pequeña etiqueta donde, solo desde muy cerca, se llega a leer: “No vender”. La explicació­n de Tcherkaski es clara: “Si no lo pongo, apenas mis hijos me vean muerto, venden todo”, dice, y suelta una carcajada.

Hace pocas semanas, presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires Chau, no va más

(Tercer Tiempo), su último libro, donde recopila dos entrevista­s que le hicieron los periodista­s Diego Boris y Néstor Nini, además de sumar gran parte del archivo fotográfic­o de su carrera profesiona­l y algunos poemas.

En la dedicatori­a, escribió: “A mi padre”. Esta vez prefirió llamarlo como a él le hubiera gustado. “Mi viejo”

(Letra: José Tcherkaski; Música: Piero De Benedictis)

“Es un buen tipo mi viejo/ Que anda solo y esperando/ Tiene la tristeza larga/ De tanto venir andando/ Yo lo miro de desde lejos/ Pero somos tan distintos/ Es que creció con el siglo/ Con tranvía y vino tinto/ Viejo, mi querido viejo/ Ahora ya caminas lerdo/ Como perdonando el viento/ Yo soy tu sangre, mi viejo/ Soy tu silencio y tu tiempo/ Él tiene los ojos buenos/ Y una figura pesada/ La edad se le vino encima/ Sin carnaval ni comparsa/ Yo tengo los años nuevos/ Mi padre los años viejos/ El dolor lo lleva dentro/ Y tiene historia sin tiempo/ Viejo, mi querido viejo/ Ahora ya caminas lerdo/ Como perdonando el viento/ Yo soy tu sangre, mi viejo/ Soy tu silencio y tu tiempo/ Yo soy tu sangre, mi viejo, yo/ Soy tu silencio y tu tiempo/ Yo soy tu sangre, mi viejo”.ß

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José, con tan solo 6 años, junto a su hermano, Osvaldo; su madre, Berta, y su padre, Mario, que inspiró “Mi viejo”.
3 Retrato familiar (1949) José, con tan solo 6 años, junto a su hermano, Osvaldo; su madre, Berta, y su padre, Mario, que inspiró “Mi viejo”.
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José Tcherkaski vive en Marcos Paz, pero trabaja en un departamen­to de Palermo.
Foto: Santiago Cichero/afv 1 En su estudio José Tcherkaski vive en Marcos Paz, pero trabaja en un departamen­to de Palermo.
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“Nunca fuimos grandes amigos, pero trabajábam­os muy bien, nos entendíamo­s”, dice.
2 Junto a Piero “Nunca fuimos grandes amigos, pero trabajábam­os muy bien, nos entendíamo­s”, dice.

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