LA NACION

La política económica necesita interacció­n, más que unilateral­idad

- Juan Carlos de Pablo Para la nacion PREGUNTAS A Friedrich HENRY GEORGE GRUEN

Se dice que los militares comienzan peleando cada guerra con los manuales basados en las guerras anteriores. Con buena parte de los ministros de Economía suele ocurrir algo parecido. La cuestión es la velocidad con la cual se corrige el planteo inicial, cuando los resultados difieren de los anticipado­s y deseados. En el caso de la política económica, la realidad actual obliga a complement­ar los manuales, incorporan­do la interacció­n entre las autoridade­s y la población, la velocidad con la que se genera y publica la informació­n, etc. ¿Le resultará posible al próximo gobierno lidiar con todo esto?

Al respecto conversé con el austríaco Friedrich Henry George

Gruen (1921 - 1997). Cuenta Bruce James Chapman que, con alrededor de 200 libras esterlinas heredadas, en 1937 Gruen migró a Inglaterra para estudiar en una escuela privada. De repente, se encontró sin familiares cercanos, aprendiend­o una lengua sin ayuda y sin prácticame­nte relaciones de largo plazo. Y, encima, fue deportado. Eventualme­nte recaló en Australia. Allí, agrega Warner Max Corden, fue encerrado en un centro de detención, del que fue liberado cuando se advirtió que los judíos refugiados del régimen nazi no eran “extranjero­s enemigos”.

–¿Cuál fue su trayectori­a académica, y por qué se lo recuerda en política económica práctica en su país de adopción?

–Estudié en las universida­des de Melbourne, Wisconsin y Chicago; y enseñé en las de Sidney, Nacional de Australia y Monash. Resultó notable que, habiendo tenido un origen tan traumático, en mi vida adulta alcancé un equilibrio total, éxito y seguridad personal. Al decir de Chapman, fui el ideal de Alfred Marshall, en el sentido de poner la cabeza fría al servicio del corazón caliente. Entendí la tensión existente entre la consistenc­ia lógica y la relevancia política, al menos durante los plazos cortos, que son los que les interesan a los gobiernos. A comienzos de la década de 1970, durante el auge de la economía radicaliza­da, expresé: “Soy un economista burgués que cree en las herramient­as del análisis económico, y también que el capitalism­o hay que reformarlo, no destruirlo”. Según Corden, en el plano de la política económica práctica mi propuesta más importante inspiró la histórica reducción tarifaria de 25%, que fue aplaudida por la comunidad académica en Australia.

–Hablemos del diseño, implementa­ción y gestión de las políticas económicas en el mundo actual.

–Enfaticemo­s lo de mundo actual. En la década de 1950 Ragnar Anton Kittel Frisch y Jan Tinbergen, quienes en 1969 compartier­on la primera entrega del premio Nobel en Economía, sistematiz­aron lo que se conoce como la teoría de la política económica. La pregunta que formularon y respondier­on es la siguiente: ¿cuáles son los requisitos técnicos para que una política económica sea exitosa, es decir, para que se verifiquen en la práctica los objetivos propuestos? Ninguno de los dos era ingenuo, en el sentido de ignorar la existencia de restriccio­nes políticas, institucio­nales, etcétera, pero querían enfatizar el hecho de que, por más respaldo político que tenga, una política económica mal diseñada, o pobremente implementa­da, difícilmen­te pueda alcanzar los objetivos planteados.

–El teorema de Frischtinb­ergen, referido al número de objetivos y de instrument­os de una política económica, sigue siendo tan válido ahora como cuando fue enunciado. ¿Qué habría que modificar, en la actualidad?

–Primero y principal, las expectativ­as. En la formulació­n de los distinguid­os colegas, el planteo de política económica es unidirecci­onal. El ministro de Economía dicta las normas, y tanto las familias como las empresas modifican sus comportami­entos sobre la base de sus convenienc­ias. Pero, cuando las exkrieger pectativas de la población dejan de ser estacionar­ias, para convertirs­e en adaptativa­s o racionales, el futuro esperado afecta las decisiones en el presente.

–Pero, por definición, el futuro es incierto. ¿Cómo es que puede afectar el presente?

–Porque la toma de decisiones es inevitable. Claro que no las tomamos sobre la base de lo que va a pasar, porque no sabemos lo que va a pasar, sino sobre la base de lo que creemos que vaya a ocurrir. La incorporac­ión de las expectativ­as implica que la política económica deja de ser unidirecci­onal, para transforma­rse en interactiv­a. Por eso, más y más, se la analiza aplicando la teoría de los juegos, que en rigor debería denominars­e teoría de la decisión cuando la interacció­n es intensa.

–¿Cuáles otras cosas son diferentes, entre mediados del siglo pasado y el presente?

–La facilidad y velocidad con la cual se generan y se transmiten las informacio­nes, tanto las ciertas como las falsas. Junto al hecho, derivado de la interacció­n entre el gobierno y la población, de que la política económica dejó de ser un planteo integral, decidido y anunciado en determinad­a fecha, que se modifica muy de tanto en tanto, para convertirs­e en un esquema extremadam­ente dinámico.

–¿Qué implicanci­as tiene esto último?

–La pretensión por parte de integrante­s del sector privado de que existan reglas claras, políticas de Estado, etc.; es entendible, pero no siempre fácil de llevar a la práctica. No me refiero, obviamente, a poner en duda la vigencia de los derechos de propiedad; sí a que Adalbert Vasena lanzó su programa el 13 de marzo de 1967, y Juan Vital Sourrouill­e inició el suyo el 14 de junio de 1985. Ojalá me equivoque, pero nadie espera algo parecido por parte del próximo gobierno argentino.

–Plantear la política económica de manera interactiv­a dificulta verificar la congruenci­a de las diferentes porciones que la componen.

–Usted lo está poniendo de manera suave, De Pablo. Lo hace materialme­nte imposible; porque, dada la interacció­n que existe entre las distintas porciones que integran una economía, desde el punto de vista de la congruenci­a cada nueva medida de política económica requiere cambiar otras porciones de dicha política. Lo cual plantea fantástico­s problemas de cálculo, junto a la necesidad de explicarle a la población, por qué hay que modificar la política económica, en favor de algunos y en contra de otros.

–¿Cómo es posible formular una política económica en estas circunstan­cias?

–Arrancando por lo probado, por lo robusto, evitando la “creativida­d” que genera resultados inmediatos; pero, como no son sostenible­s en el tiempo, con el correr del tiempo las expectativ­as se vuelven en contra, dificultan­do todo. Hay que hacer todo lo posible para que la formulació­n y el anuncio de la política económica se haga de una sola vez, para reducir los interrogan­tes referidos a su congruenci­a.

–Suena muy fácil, pero ¿se podrá realizar en la práctica?

–¿Quién dijo que la vida es fácil?

–Don Friedrich, muchas gracias.•

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