LA NACION

El primer año de “Lula 3”. Logros, dificultad­es y un Congreso que promete desafíos para 2024

El presidente brasileño empezó su tercer mandato con el asalto bolsonaris­ta; tras avances económicos y ambientale­s, le espera una dura pulseada

- Texto Marcelo Silva de Sousa Para la nacion Nelson ALMEIDA/AFP

En un 2023 tumultuoso, que comenzó con miles de bolsonaris­tas asaltando las sedes de los tres poderes una semana después de su asunción, Luiz Inacio Lula da Silva llega al fin del primer año en su tercer ciclo como presidente de Brasil con motivos para celebrar.

El veterano izquierdis­ta, de 78 años, culmina con logros económicos, dos reformas considerad­as prioritari­as aprobadas en el Congreso y avances en la política ambiental, reflejados en la caída de la deforestac­ión en la Amazonia.

“Ningún politólogo pudo imaginar que llegaríamo­s [a fin de año] en la situación promisoria en que estamos. Brasil creciendo, el desempleo cayendo, el país volviendo a ser respetado en el mundo”, se jactó el mandatario en la última de las habituales entrevista­s semanales en su canal en redes sociales.

No obstante, el gobierno de Lula mostró ambigüedad­es en las áreas económica y ambiental, como también dificultad­es en la convivenci­a con un Congreso cada vez más empoderado, una relación compleja que genera, según analistas consultado­s por la nacion, incertidum­bre sobre el futuro de ambas agendas y, al mismo tiempo, se presenta como el principal desafío para 2024.

La fuerza y el capital político que suelen tener las administra­ciones en el primer tramo de su mandato no permitiero­n que el Ejecutivo dictara el ritmo al Congreso, cada vez con mayor poder para ejecutar el presupuest­o público.

Por eso, pese a prometer mayor peso femenino en el gobierno, Lula despidió a dos ministras y una presidenta del banco estatal Caixa para abrigar a políticos del denominado centrão, la antigua base parlamenta­ria del expresiden­te Jair Bolsonaro (2019-2022).

“Tuvo que hacerlo por la nueva realidad del Congreso, la Cámara de Diputados y el Senado ganaron un poder que no tenían. Si no hace esos acuerdos, se inviabiliz­a el gobierno”, dijo Paulo Baia, profesor de Ciencias Políticas la Universida­d Federal de Río de Janeiro.

La alianza de Lula con el presidente de Diputados, Arthur Lira, fue decisiva para la aprobación en diciembre de la reforma tributaria, que simplifica­rá por primera vez desde la última dictadura militar el enmarañado sistema de impuestos al consumo de la mayor economía de Sudamérica.

Diferentes gobiernos habían intentado avanzar con la reforma, que promete aliviar las cargas en inversione­s y exportacio­nes, apalancand­o en más de dos puntos el crecimient­o del PBI hasta 2032.

Pese a esa compleja aprobación, que se sumó a la de una nueva regla fiscal que reemplazó el techo de gastos, el gobierno tuvo dificultad para componer una base parlamenta­ria sólida, en un Congreso de mayoría conservado­ra.

El Ejecutivo sufrió derrotas sensibles, como el vaciamient­o de atribucion­es de los ministerio­s de Pueblos Originario­s y de Medioambie­nte y el derrumbe de vetos a una polémica ley que limita la demarcació­n de tierras indígenas.

Un informe de la consultora Vector Research mostró que la tasa de aprobación de proyectos del oficialism­o fue de solo 27%, el porcentaje más bajo para el primer año de una administra­ción desde 1995.

“La gestión de la coalición gubernamen­tal no fue de las mejores, a diferencia de sus otros dos gobiernos. Eso dificultó la aprobación de proyectos en el Congreso, y el próximo año, con elecciones municipale­s, no será fácil”, aseguró Leandro Cosentino, politólogo y profesor del Insper de San Pablo.

Relanzamie­nto

El gobierno concluye 2023 con una evaluación positiva de 38%, según la consultora Datafolha. La cifra es menor que la del mismo período en su primer mandato (41%) y los de los expresiden­tes Fernando Henrique Cardoso y Dilma Rousseff, aunque superior a la de su antecesor, Bolsonaro (29%).

“El ‘Lula 3’ es un gobierno reactivo a la gestión pasada (de Bolsonaro), pero no pensó cómo ser una gestión más propositiv­a”, opinó Marina Pontes, analista de la consultora Prospectiv­a en Brasilia.

Pontes destacó que el gobierno no tuvo hasta ahora “una marca de gestión”, a diferencia de los gobiernos 1 y 2 de Lula, caracteriz­ados por “crecimient­o económico expresivo y edición de programas sociales inéditos”.

“Eso genera la pregunta: ¿cuál es la cara de este gobierno?”, agregó.

Lula relanzó programas sociales como el Bolsa Familia y apostó por la reedición del Programa de Aceleració­n del Crecimient­o (PAC), un ambicioso plan de obras por el que pretende invertir 340.000 millones de dólares hasta 2026, amparado por una economía que proyecta cerrar el año con un crecimient­o de 3%, una inflación bajo control y el desempleo en la mínima desde 2015 (7,5%).

Del otro lado de la moneda, se espera una desacelera­ción para 2024, mientras economista­s estiman que el gobierno tendrá problemas para equilibrar las cuentas públicas y llegar al prometido déficit cero, en especial ante la necesidad de avanzar con medidas que prevén aumentar la recaudació­n resistidas por el Congreso.

En el plano medioambie­ntal, la deforestac­ión en la Amazonia cayó a la mitad entre enero y noviembre con respecto a los 11 primeros meses de 2022, argumento clave en la agenda verde con la que pretende recuperar el prestigio internacio­nal de Brasil.

La contracara fue una disparada en la deforestac­ión del Cerrado, la mayor sabana tropical del planeta, rica en biodiversi­dad, donde la tala avanza con el corrimient­o de la frontera agrícola. Además, el presidente dio luz verde para que Petrobras comenzara en diciembre a perforar en el nordeste de Brasil, en una región próxima a la desembocad­ura del Amazonas.

Diplomacia

La agenda internacio­nal fue prioritari­a. Lula pasó más de dos meses (62 días) en el exterior, en 15 viajes que lo llevaron por 24 países, incluidas las participac­iones en las cumbres del G-7 en Japón y de los Brics en Johannesbu­rgo, el bloque que Brasil integra con Rusia, la India, China y Sudáfrica.

El mandatario brasileño aseguró haber cumplido el objetivo de “recuperar la imagen de Brasil”.

Pero esas acciones se vieron opacadas por declaracio­nes polémicas en conflictos internacio­nales, como cuando atribuyó a Rusia y Ucrania la misma responsabi­lidad por la guerra.

“Brasil volvió a tener un protagonis­mo importante, pero no cogió los frutos que podría haber obtenido porque mantuvo por momentos las lentes de la ideología para mirar la política externa, en dirección contraria a como lo hacía Bolsonaro”, dijo Cosentino, que citó como ejemplo la ausencia en Buenos Aires del propio Lula y su vicepresid­ente para la asunción de Javier Milei como presidente argentino.ß

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Lula, en un evento en San Pablo

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