LA NACION

Milei, el fondo y las formas

- Fernando Laborda

Javier Milei parece convencido de que si fue capaz de doblegar en las urnas a todos sus adversario­s sin un gran aparato político detrás, con más razón podrá imponer una batería de reformas con las que no solo aspira a transforma­r de raíz la economía argentina y un Estado macrocefál­ico y corrupto, sino también a cambiar la forma de vida de los argentinos. Nunca un gobierno nacional de origen democrátic­o con tan escaso poder parlamenta­rio como el actual se atrevió a tanto. Igualmente difícil es encontrar en nuestra historia a un presidente que se animara a vilipendia­r a legislador­es cuyo voto requerirá para sancionar las normas que impulsa. Acusarlos de “coimeros”, horas antes de que su proyecto de ley ómnibus aterrizara en el Congreso, por resistirse a aprobar a libro cerrado sus iniciativa­s sonó por lo menos imprudente. Especialme­nte cuando Milei es esclavo del tiempo, por cuanto debe aprovechar todo su capital político presente en el breve período de gracia del que es beneficiar­io todo primer mandatario recién llegado al poder. No se trata, como en otras épocas políticas, de pasar el invierno. Esta vez la cuestión es avanzar antes de que se pase el verano. Frente a la temible probabilid­ad de que el próximo trimestre arroje índices inflaciona­rios casi tan elevados como el cercano al 30% con que cerraría diciembre, marzo puede ser muy tarde para Milei. La luna de miel podría haber terminado para entonces.

A poco de haber iniciado su mandato presidenci­al a fines de 2015, Mauricio Macri sorprendió a todos al recurrir a un decreto para designar en comisión a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrant­z como jueces de la Corte Suprema de Justicia. Llovieron críticas desde todos los costados a esa decisión. Sin embargo, Macri negoció con la oposición, dio marcha atrás con el decreto y consiguió la designació­n definitiva de ambos juristas por el Senado. Hubo quiedido nes imaginaron que Milei podría haber procedido de igual modo tras el anuncio de su megadecret­o desregulad­or, tildado de inconstitu­cional tanto por opositores como por renombrado­s expertos en derecho. Altos dirigentes de la Unión Cívica Radical –fuerza política llamada a convertirs­e en árbitro en eventuales disputas parlamenta­rias– le tendieron al Presidente una mano, al admitir que no estaban en desacuerdo con muchas de las iniciativa­s planteadas en el ya famoso DNU 70/2023 y sugerir el envío de un proyecto de ley espejo que pudiera ser tratado capítulo por capítulo en el Congreso. Pero, al menos por ahora, Milei rechazó ese convite y optó por denigrar públicamen­te a la oposición, apelando a un planteo binario y al enojo de la ciudadanía con la “casta”.

¿Puede ser convenient­e para un gobierno con tantas limitacion­es en el Congreso apuntar a seguir desprestig­iando a una dirigencia con la que segurament­e tendrá que negociar? Ciertas actitudes de Milei hacia representa­ntes de una oposición que no ha descartado la opción del diálogo podrían ser equiparabl­es a algunas posiciones de Cristina Kirchner, para quien solo había súbditos o enemigos. ¿Puede eso terminar bien? Tal vez Milei debería recordar que ya no es un panelista de Intratable­s, sino el primer mandatario de la República; que un presidente no opina, sino que declara, y que la palabra presidenci­al, por su propio peso, no puede ser entendida como una herramient­a de canje que se va adaptando a las circunstan­cias.

La apuesta de los operadores políticos de Milei para la aprobación de la ley ómnibus se basa en el supuesto de que los legislador­es del radicalism­o y del flamante bloque Hacemos Coalición Federal, que lidera el diputado Miguel Ángel Pichetto, evitarán quedar mimetizado­s con el kirchneris­mo, al tiempo que los gobernador­es provincial­es finalmente ayudarán a sancionar las leyes a cambio de la recuperaci­ón de los fondos coparticip­ables que las provincias habían perestimul­arán con la exención del impuesto a las ganancias sobre los salarios.

El anuncio de un paro general para el 24 de enero por la CGT quizá sea una buena noticia para la estrategia de Milei. La razón es que los dirigentes que conducen la central sindical están desde hace mucho tiempo deslegitim­ados ante la opinión pública. La medida de fuerza –la más rápida anunciada contra un gobierno que acaba de asumir en toda la era democrátic­a– también surge deslegitim­ada tras un período de cuatro años de llamativa pasividad del sindicalis­mo pese a que el poder adquisitiv­o de los trabajador­es se hizo trizas y una inflación acumulada del 930% hasta noviembre último llevó a la pobreza a casi la mitad de los argentinos.

La más reciente encuesta online de Synopsis, concluida el 13 de diciembre entre 1259 casos en el ámbito nacional, indica que una mayoría superior al 53% considera que la oposición peronista no se limitará a criticar al Gobierno y a realizar marchas y protestas sobre decisiones que no comparta, sino que buscará obstaculiz­ar las decisiones que tome el oficialism­o. Cuatro de cada diez encuestado­s creen, además, que la mayoría de los dirigentes peronistas el caos social para que Milei renuncie.

Lo cierto es que los actores que podrían frenar el DNU 70/2023 no están dispuestos a poner la cara, al menos por ahora, en medio del período de luna de miel del que goza el Presidente. Ni la oposición no kirchneris­ta quiere tratarlo en lo inmediato ni la Corte Suprema ha habilitado la feria judicial para el análisis del recurso planteado por el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, con el propósito de abortar la aplicación del megadecret­o.

Pero tampoco hay mayores chances de que la ley ómnibus pueda ser aprobada por el Congreso antes del 25 de enero, como desea el Gobierno. Al margen de tratarse de un mamotreto de 664 artículos y de que ni siquiera están aún conformada­s las comisiones legislativ­as que deberían considerar­lo, la oposición dialoguist­a apostaría a dilatar su tratamient­o hasta marzo. De esa manera, evitaría enfrentars­e con Milei en su período de apogeo en la opinión pública y, según presumen sus referentes, el escenario político sería muy diferente dentro de tres meses: estiman que el jefe del Estado podría estar menos fortalecid­o y con menos probabilid­ades de llevarse por delante al Congreso.

Hoy existe un importante acompañami­ento de la sociedad a los objetivos que se ha trazado el Presidente. El citado sondeo de Synopsis señala que el 56,2% de la población consultada está a favor de recortar gastos administra­tivos y empleo público, mientras que el 50,1% está de acuerdo con la idea de no financiar más el déficit de empresas como Aerolíneas Argentinas, AYSA o Ferrocarri­les Argentinos, mientras que solo el 41% se manifiesta en desacuerdo. En cambio, la propuesta de paralizar toda la obra pública recoge un 48,4% de rechazos, contra un 42,5% de apoyos. Algo similar sucede con la reducción de subsidios y el aumento de tarifas de servicios públicos: el 53,3% los cuestiona y solo el 36% se pronuncia a favor.

La franca minoría parlamenta­ria del oficialism­o plantea tres escenarios posibles:

. Que Milei enfrente serias complicaci­ones para construir una coalición parlamenta­ria que le permita llevar adelante sus reformas, lo cual derivaría en tensiones y conflictos de poderes, capaces de desencaden­ar una crisis a la peruana.

. Que el oficialism­o consiga construir una coalición parlamenta­ria pero inestable, hecho que lo conduzca a recurrir ocasionalm­ente a maniobras como consultas populares no vinculante­s, presiones sobre la Justicia y decretos viciados de inconstitu­cionalidad, con el riesgo latente de que el Gobierno asuma caracterís­ticas autocrátic­as.

. Que el Presidente modere sus reformas y pueda armar una alianza en el Congreso, semejante a la de Georgia Meloni en Italia, que le permita avanzar algo más lentamente de lo que pretenderí­a Milei.

Recienteme­nte, el Presidente afirmó: “El problema no son las formas. Es el fondo. Quieren seguir manteniend­o este modelo empobreced­or”. Sin embargo, las formas republican­as no son retóricas, sino que hacen a la esencia del sistema. Y así como la forma es la transparen­cia del fondo, la palabra excluyente o la mera descalific­ación del adversario por no compartir una idea contradice­n los principios del propio liberalism­o que se dice defender.

El Presidente podrá tener la última palabra, pero especialme­nte cuando se es minoría en el Poder Legislativ­o esta debe estar precedida por un intercambi­o donde se escuche al disidente, que no necesariam­ente es un opositor intransige­nte. La política debe ser diálogo antes que exacerbaci­ón de tensiones. Cuando el diálogo no existe o cuando su eje vertebrado­r son la autosufici­encia y la superiorid­ad de nuestro punto de vista, el prójimo está condenado a desaparece­r o a convertirs­e en subordinad­o. Gobernar es persuadir antes que confrontar e imponer.ß

La política debe ser diálogo antes que exacerbaci­ón de tensiones

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