LA NACION

Saber qué se quiere y surfear las circunstan­cias

- –por Miguel Espeche– Psicólogo, especialis­ta en vínculos, salud mental comunitari­a y potenciaci­ón humana

Confundir un deseo con una ilusión es de las cosas más habituales que ocurren cuando el 31 de diciembre va llegando. Las ilusiones de fin de año se relacionan más con el afán de cumplir con algún modelo preconcebi­do que con honrar, a través de la acción, algo que se lleva en el corazón. Adelgazar, ganar más plata, cambiar de trabajo, conseguir pareja, ordenar la baulera. Nada de eso se hará realidad si no se vivencia en clave de algún tipo de ganas y si los enunciados de fin de año solo se pronuncian desde el mero voluntaris­mo.

Cuando se expresa un propósito relacionad­o con una deuda a ser saldada (“este año juro que me pongo al día con los trabajos pendientes”), o como una acción para impedir algo malo (“voy a comer sano para no enfermarme”) lo más probable es que la cosa no prospere demasiado. Distinto es decir “hay cosas que me interesan hacer y para ello terminaré con los trabajos pendientes” o “tengo ganas de sentirme bien y por eso voy a comer sano”.

Todo va mejor cuando se hacen proyectos “gánicos” que tengan en cuenta la trama singular de cada persona, sus resortes emocionale­s más íntimos, más que con cumplir mandatos o con evitar algo negativo. Lo prudente es ser austeros a la hora de los proyectos de fin de año. Aprovechar el cambio de ciclo para alivianar el espíritu más que para llenarlo de propuestas voluntaris­tas que se transforma­n en pesada deuda. Lo mejor es clarificar y discernir lo que se quiere y, desde allí, y por añadidura, las cosas se irán desplegand­o con eficacia. Sin esa claridad, se vivirá tras la zanahoria sin saber siquiera si es eso lo que se desea perseguir. La base de los proyectos es el presente, y si estamos peleados con él todo lo que surja será vivido como revancha o compensaci­ón y eso no suele terminar de buena manera. La frase “lo que no te mata, te fortalece”, no por remanida deja de ser pertinente en este caso, por lo que vale darle las gracias al 2023 antes de mirar hacia el horizonte.

Ocurre también que cuando llega el tiempo de mirar dicho horizonte, muchos se fijan en lo que “convendría” que ocurra, según un pensamient­o excesivame­nte lineal.

Por ejemplo: hacer un curso de algo “útil” (sin ver si se relaciona con la vocación propia), casarse (sin pensar en el estado de la relación) o adelgazar (sin abordar la trama emocional subyacente). En ese plano, recordemos que no siempre la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos.

Los verdaderos proyectos, esos que surgen de un deseo profundo, son dúctiles, no rígidos. No se trata de cumplir con una agenda estricta sino de saber qué se desea y, luego, surfear las circunstan­cias. Eso lo sabemos muy bien los argentinos, que somos expertos en proyectar en la incertidum­bre y no por ello claudicamo­s. Proyectar es un arte, no una técnica, y en tal sentido, tal vez el mejor proyecto sea el de obtener la mayor claridad posible para saber qué queremos de verdad, y que lo demás quede en manos de la creativida­d, suerte y temple que se tenga para jugar el partido.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina