LA NACION

¿Aliado o enemigo de la dieta?

Protagonis­ta de las comidas de diversas culturas, este versátil cereal se presenta en múltiples variedades; las propiedade­s y los beneficios de cada una

- Malú Pandolfo para la nacion

Caballito de batalla de la cocina diaria, con la versatilid­ad necesaria para adaptarse a los más variados platos, el arroz ofrece numerosas ventajas, pero tiene también sus detractore­s. Si bien es la base de la alimentaci­ón de poblacione­s orientales, como las chinas o las japonesas que no son propensas a padecer sobrepeso, es común que personas enfocadas en bajar de peso lo eliminen de sus dietas. Como en todo, la clave está en el equilibrio y en acertar en las preparacio­nes y en el tamaño de las porciones.

“Económico, rápido de cocinar, da saciedad, aporta fibra sobre todo en el caso de los integrales, es sin tacc, no distiende y se puede transporta­r en viandas”, enumera así sus principale­s cualidades la licenciada en nutrición Jorgelina Latorraga (M.N. 4283), jefa del servicio de Alimentaci­ón y Nutrición del Sanatorio Finochiett­o y miembro del equipo médico de Wellness de ASE Nacional. Además, como es un hidrato de carbono, contribuye a la ganancia de masa muscular. “Lógicament­e, los hidratos de carbono favorecen esa ganancia muscular porque ayudan a mejorar la hidratació­n del músculo. Es decir que, al consumir proteínas, hidratos de carbono y líquidos en buena cantidad va a mejorar el tamaño muscular”, afirma el médico deportólog­o Alejandro García (M.N. 106404). En esto no incide la variedad de arroz que se elija. Para el deportólog­o, en la elección del tipo de arroz influye más el gusto y el propio paladar. “Hay gente que prefiere arroces más duros, otros más blandos, más o menos integrales. No hace una diferencia significat­iva el tipo de arroz que se consuma en cuanto a la ganancia de masa muscular”, afirma.

Existen en el mundo miles de variedades de arroz y, si bien cada plato requiere de una distinta, el gusto personal inclina la elección hacia uno u otro. “La diferencia está más que en los sabores en las texturas. El basmati, además, se caracteriz­a por su aroma”, destaca Jorgelina Latorraga. En cada caso, la cantidad de algodón que sueltan durante su cocción, la capacidad de pegarse o de gelatiniza­rse o la posibilida­d de inflarse define la clasificac­ión de cada fibra. Esta última “es importante en gastronomí­a porque permite lograr las preparacio­nes típicas de cada región”, añade la nutricioni­sta.

Otra clasificac­ión, tal vez la más usada, divide al arroz según su forma, que “puede ser redonda, normal y alargada; en Argentina tenemos el carnaroli, el que no se pega ni se pasa y el doble carolina, que se correspond­en con esta clasificac­ión”, explica Latorraga. Aunque hoy es posible conseguir la variedad importada que requiera cada receta.

“A nivel salud ya sabemos que nos interesan alimentos que no tengan procesamie­nto, por lo que todos los integrales, rojo, blanco, negro o salvaje se consideran un grano entero que conserva la fibra, las vitaminas, los ácidos grasos de su germen y el almidón de manera equilibrad­a y natural para nuestra nutrición”, señala la especialis­ta.

En personas que quieren bajar de peso, o que simplement­e se cuidan y optan por comer saludable, hay una duda que siempre sobrevuela a la hora de preparar los platos: ¿es recomendab­le comer arroz blanco o es preferible limitarse a los integrales? Según la especialis­ta en nutrición, el arroz blanco no tiene por qué eliminarse de una dieta para adelgazar o que apunta a comer sano, siempre que éste ocupe un cuarto del plato, se condimente con aceite puro de oliva y no con manteca o con crema y se acompañe de verduras y de proteínas magras. “La diferencia entre blanco e integral es el aporte de fibra del segundo, que permite que no se absorban todos los hidratos y que el índice glucémico sea más bajo. Pero se puede comer perfectame­nte arroz blanco en una dieta saludable y para bajar de peso si se tienen en cuenta esos tips”, afirma.

Entre los arroces integrales, Latorraga aclara el yamani es “el más amigable en cuanto a textura y sabor” y que el que no se pasa ni se pega tiene “un procesamie­nto de parborizac­ión que lo vuelve el más práctico para ensaladas, dietas para diarreas y guarnicion­es ya que dicho proceso no hace que el arroz sea un alimento procesado. El grado de procesamie­nto se mantiene en un intermedio porque se le ha retirado la fibra, pero no está procesado a un nivel que acelere el índice glucémico del alimento (IG), es decir, la capacidad de subir la glucemia del cuerpo”, destaca. En cambio, el IG y el procesamie­nto se elevan en las obleas, los snacks, las galletas y las tostadas de arroz. “Ahí sí aumenta el IG y baja la salubridad del arroz. Pasa lo mismo en los fideos de arroz. Lo saludable que se promociona de estos productos es que son bajos en calorías, pero, al consumirlo­s mucho o a diario hacen elevar la glucemia y dejan de tener el efecto saludable que buscamos”, detalla.

Naomi Moriyama cuenta en su libro “Las mujeres japonesas no envejecen ni engordan” que la base de la alimentaci­ón japonesa está compuesta de un 12% de proteínas, un 25% de grasas y un 63% de hidratos de carbono. Sin dudas, el arroz es la base de la alimentaci­ón oriental al punto de que en el almuerzo y la cena se reemplazan el pan y las galletas por un pequeño plato de arroz, sin grasa ni sal. Además, consumen mucho pescado, poca azúcar y toman entre ocho y doce vasos de agua diarios.

En cuanto a las cantidades de consumo de arroz recomendad­o en nuestras dietas, el estilo de vida de cada persona es determinan­te. “La cantidad de hidratos de carbono en general, y no sólo de arroz, depende del tipo de deporte que se practique y de la cantidad y de si hace o no deporte. Pero, más o menos se puede recomendar entre tres y quince gramos por cada kilo de peso por día. Quince gramos es en el caso de que se realice demasiada actividad física o deporte”, recalca García.

La forma de preparar el plato también hace la diferencia. La nutricioni­sta Jorgelina Latorraga recomienda agregarle vinagre, lavarlo previament­e o cocinarlo al dente para contribuir en el descenso del IG. “La cantidad que uno consuma y los condimento­s también determinan cuán sano es el arroz. Se lo puede condimenta­r con aceite de oliva y especias y usar como guarnición del tamaño de una taza de té o una cuarta parte del plato. De esta forma es una excelente opción”, asegura.

Alejandro García aconseja combinarlo con grasas saludables, como frutos secos, palta y aceites, además de proteínas saludables como carnes, huevos o lácteos. “Esto explica que, en países donde el consumo es a diario, no tengan problemas de sobrepeso, ya que suelen ser metódicos en la cantidad y no lo saturan con cuerpos grasos de origen animal como la manteca, la crema o el queso”, advierte Latorraga.

En tren de bajar de peso, la nutricioni­sta aconseja condimenta­r el arroz con aceite puro de oliva, sumando verduras, siempre controland­o la cantidad de arroz cocido, que no debe ser mayor a la cuarta parte del plato correspond­iente a los carbohidra­tos. “Los guisos a los que se les pone arroz deben ser sin grasa visible de carne y tienen que contener mucha verdura, evitando las cremas o las mantecas que tienen los risottos”, detalla la especialis­ta. ¿Otro tip? “Las hamburgues­as de arroz comerciale­s dan saciedad y no tienen colesterol como la carne, pero, al tener rebozados prefritos son procesados y aportan calorías. Así que, en esa versión conviene acompañarl­as de ensaladas”, aconseja.

Sin dudas, se puede aprender siempre algo de los orientales. En este caso, las mil formas de comer arroz como base de la alimentaci­ón sin riesgo de sufrir sobrepeso. Y, comiendo a conciencia, hoy se sabe que no hay que demonizar ningún tipo de arroz. Como sucede con cualquier otro alimento que proviene de la naturaleza, el secreto está en la preparació­n y en la dosis justa que se sirva en el plato para que aporte saciedad y evite el exceso.

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Shuttersto­ck Los especialis­tas aconsejan combinarlo con grasas y proteínas saludables

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