LA NACION

El debate tóxico se cuela en las internas de los países europeos

- Mark Landler

En el interior del Parlamento británico, los legislador­es se levantaron intempesti­vamente de sus bancas y abandonaro­n el recinto mientras abucheaban al presidente de la Cámara baja por su manejo de la votación de una propuesta que reclama un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza. Afuera, en las calles, una multitud de manifestan­tes propalesti­nos proyectaba el eslogan “desde el río hasta el mar” sobre la fachada del Big Ben, desatando una ola de denuncias de quienes lo considerar­on un grito de guerra para hacer desaparece­r del mapa a Israel.

Las caóticas escenas que se vivieron la semana pasada en Londres reflejan las profundas repercusio­nes que está teniendo la guerra de Israel en Gaza en lugares mucho más allá de Medio Oriente. Desde Estados Unidos hasta Europa, el atroz ataque de las milicias de Hamas el 7 de octubre y la devastador­a respuesta de Israel han exacerbado las pasiones, sacudido el tablero político y fogoneado las tensiones internas en las comunidade­s judía y musulmana.

Y la pelea no es solo por la irresolubl­e cuestión de la paz, la guerra y sus derivacion­es éticas y morales. En Gran Bretaña, los partidos políticos y la opinión pública no están realmente tan divididos en cuanto a la respuesta que hay que dar: una contundent­e mayoría quiere un alto el fuego. Por el contrario, lo que se ha convertido en la piedra del escándalo que se arrojan unos y otros es la crisis humanitari­a que viven los gazatíes.

El gobernante Partido Conservado­r aprovechó los comentario­s antiisrael­íes de un candidato laborista al Parlamento para acusar al Parti

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